YAMILA KAYÁ —¡No puedes regalarnos una casa, Aaron! — susurre para que Amed no me escuchara pues me mataría si supiera que yo no quería aceptar su semejante regalote; seguí repasando con la vista cada detalle realmente encantada— ¡Ni siquiera una tan linda! — pero sin dudas era un gesto demasiado hermoso que alguien quisiera compartir algo con mi hijo, si no estuviera tan abrumada por tantas emociones, ahora mismo pudiera sentare en el piso a llorar al respecto. «Amed tenía un padre, uno que estaba dispuesto a compartir todo con él, a legarle todo a él»—¡No te estoy regalando una casa, Bonita!— respondió en mi oído abrazándome por detrás, mientras que ambos veíamos a Amed explorar el enorme vestíbulo decorado en tonos blancos y grises… Sentir ese cuerpo duro tras de mi, no estaba ayudando en absoluto.—¿!Ah no!?¡Se parece bastante a una casa!— bromee y él olió mi cuello en respuesta.—¡Les estoy regalando un lugar seguro!— respondió y se quedó en silencio por un instante—¡Dios!¡Ese
YAMILA KAYÁComimos divertidos, como la verdadera familia qué queríamos ambos formar, disfrutando de las ocurrencias del niño, y de su forma tan peculiar de elegir los alimentos. Aunque si, le encantó todo lo que dejaron preparado para la cena. Amed se mostró fascinado con la larga lista de actividades que prometía Aarón en el itinerario de ellos para hacer todo al día siguiente, y estas iban desde la equitación hasta la pesca en un riachuelo cercano a la casa principal. Según le explicó a Amed, en el patio de la casa había una enorme caballeriza, con los más hermosos caballos.Después de la cena, los dos hombres de mi vida, se dispusieron a jugar video juegos para niños pequeños en la consola, sin dudas Aaron tenía que haberlos enviado a comprar, aunque para ser sincera Aaron Bianchi no parecía ser el hombre que perdía su tiempo con juegos de video, estaba convencida que sólo lo hacía para agradar a Amed, y para tener actividades juntos; una buena forma de ganar su confianza y su
YAMILA KAYÁ El nombre de la difunta me paralizó, y no fue precisamente por celos. No tenía ni un ápice de celos por aquella que cuya vida había sido tronchada a muy corta edad y siendo víctima de tan penosa enfermedad. El caso de Alba me provocaba más lástima y dolor, que celos. Pero las palabras del enfermo de Andres aún daban vuelta en mi mente, y el tatuaje con «ese» nombre estaba sobre la piel de Aarón, marcándola; y esa si era una razón poderosa para querer saber cada detalle de esa historia. No era la palabra «Yamila» la que marcaba la piel de mi hombre, sino otra bien distinta, así que me creía en derecho de saber por qué…Saludé a aquella señora, pero estaba segura que sobre todo Aarón había notado el cambio de carácter en mi. Por supuesto la cocinera, ella era encantadora, y yo me sentí terriblemente culpable por mi cambio de actitud; y para colmo la señora más dulce no podía ser… nada de una villana, sino una adorable ancianita a la que yo estaba mirando con
YAMILA KAYÁ—¿Andres tiene razón?— pregunté en un inexpresivo murmuro. Tenía que haber escuchado yo mal…Ni siquiera me dio tiempo a espantarme, o a reaccionar. Tampoco hice algún gesto por romper aquel abrazo, y las manos de Aaron sobre mi cintura, me sostenían sin ningún tipo de temor de mi reacción. Era más que claro que él tampoco pensaba soltarme a pesar de lo que acababa de decir. Su rostro y esos ojos azules continuaban apacibles, como si yo acabara de hablarle de un mal partido de póker de un grupo de solteras en de Tokio y no de su implicación en algún tipo de crimen. A él no le importó un ápice la acusación del desalmado, al parecer la había escuchado verías veces con anterioridad… «¡Esa era la única explicación que venía a mi mente!»—Yo túve la culpa de la muerte de Alba… o mejor dicho… yo no logré hacer nada para salvarla— susurró con profundo pesar.—¿Salvarla del cancer?— pregunté con un poco de retórica. La mayoría de la gente sabe que cuando una enfermedad com
AARON BIANCHI El sabor a mis bilis amargas me hizo entrecerrar los ojos antes el recuerdo. —A la muerte de Alba solo la siguió una época aún más oscura— murmuré con pesar teniendo de lleno ese par de ojos verdes sobre mi, mirándome como un héroe, no quería arruinar la forma hermosa en que Yamila confiaba en mi, peor tampoco quería mentirle. Cada vez que recordaba aquel pasado difícil en mi vida, me llenaba de una energía violenta, y yo era incapaz de controlar mi propia ira.—¡Aaron por Dios! Imagino que te rompiste en mil pedazos!— dijo ella conmovida llevándose una uva a sus carnosos labios, y la verdad era que no, había roto a todo lo que tenía enfrente… pero no a mi mismo, y a decir verdad yo también merecía que me despedazaran por no haber sido suficientemente hombre como para cuidar a mi propia esposa.Encontrar a Andrés entonces no fue fácil, mi mayor deseo era hacerle pagar su egoísmo. El muy desgraciado se escondía de mi, sabía que yo no estaría nada calmado despué
YAMILA KAYA Tal y como Aaron prometió, el resto de la tarde nos dedicamos a pescar en el lago de la propiedad, a reinos y a pasar tiempo en familia. Esos dos pescaron una trucha que me dejó absolutamente boquiabierta por el inmenso tamaño.—¿Le decimos a la cocinera que la cocine?— le preguntó Aarón a Amed emocionado, y la respuesta del niño fue abrazar al pez de manera protectora a su pecho.—¡No papi!¡No!— respondió Amed y Aaron rodó los ojos y lo ayudó a devolver al espécimen al agua. Con eso acabo la pesca, Amed quería abrazar a los peces y Aaron sonreía sugiriendo sushis. Tal parecía que él, mi hombre peligroso, se había quitado un enorme peso de encima, al contarme su verdad. Las circuntancias de su pasado eran tan tristes y traumáticas, que yo no lograba entender cómo era capaz de mantenerse en pie después de tanto. ¿Cómo era capaz de sonreír así?¿De entregar su corazón a Amed, un niño que acababa de conocer? No era un Santo, no. Tampoco intentaba venderse como un án
YAMILA KAYÁLo guié de la mano, muertos de risa con esa deliciosa complicidad que habíamos creado de la nada. Era como si a pesar de llevar poquísimo tiempo de conocernos, mi cuerpo y el de él, mi alma y la suya, conectaran de un modo casi predestinado. Se sentía como si yo hubiera sido hecha para ser su media mitad y él mi pieza faltante. Esa que encajaba en mi de un modo único.Én sus brazos sentía pertenecer como en ningún otro lugar en el mundo, espantaba esa rara sensación de no pertenecer al pasado, pero tampoco al futuro. Él me provocaba a vivir el presente… Y no me importaban para nada sus días pasados, ni sus errores, ni sus desenfrenos, ni cuántas noches tuvo de locura, si esos secretos lo hicieron lo que es ahora. —¿Me desvisto? — preguntó Aaron de pie frente a mi, yo solo contuve la respiración y negué con la cabeza, tragando saliva y detallando su potente cuerpo, el cual estaba a punto de desnudar con tanta parsimonia como mi propio libido me lo permitiera. —¡Lo
YAMILA KAYA Al entrar a la habitación que ocupaba Amed, supe de inmediato que algo andaba mal. El pequeño seguía durmiendo, pero parecía tan inquieto como si estuviese teniendo una terrible y sufrida pesadilla. Conocía el patrón de respiración normal de mi hijo, era el sonido más tranquilizante para mí por tres años, más ahora mismo algo andaba mal. Me acerque de inmediato, sorprendido y asustada y al tocarlo me estremecí de la preocupación. Amed ardía en fiebre, todo su pequeño y tierno cuerpo estaba cubierto de una capa húmeda de sudor, pero la fiebre no había cedido en absoluto. Hacía poco menos de una semana, Amed había tenido otro episodio de fiebre. Así que si tenía una infección, era evidente que había sufrido una recaída importante. Esto no era normal, mi hijo siempre había sido muy saludable, esto ahora me sorprendía y me sacaba de mi zona de confort, pues preocuparme de la salud de Amed ahora mismo, sumaba kilos de preocupación a mi turbio estado mental. Me senté en la ca