AARON BIANCHI El sabor a mis bilis amargas me hizo entrecerrar los ojos antes el recuerdo. —A la muerte de Alba solo la siguió una época aún más oscura— murmuré con pesar teniendo de lleno ese par de ojos verdes sobre mi, mirándome como un héroe, no quería arruinar la forma hermosa en que Yamila confiaba en mi, peor tampoco quería mentirle. Cada vez que recordaba aquel pasado difícil en mi vida, me llenaba de una energía violenta, y yo era incapaz de controlar mi propia ira.—¡Aaron por Dios! Imagino que te rompiste en mil pedazos!— dijo ella conmovida llevándose una uva a sus carnosos labios, y la verdad era que no, había roto a todo lo que tenía enfrente… pero no a mi mismo, y a decir verdad yo también merecía que me despedazaran por no haber sido suficientemente hombre como para cuidar a mi propia esposa.Encontrar a Andrés entonces no fue fácil, mi mayor deseo era hacerle pagar su egoísmo. El muy desgraciado se escondía de mi, sabía que yo no estaría nada calmado despué
YAMILA KAYA Tal y como Aaron prometió, el resto de la tarde nos dedicamos a pescar en el lago de la propiedad, a reinos y a pasar tiempo en familia. Esos dos pescaron una trucha que me dejó absolutamente boquiabierta por el inmenso tamaño.—¿Le decimos a la cocinera que la cocine?— le preguntó Aarón a Amed emocionado, y la respuesta del niño fue abrazar al pez de manera protectora a su pecho.—¡No papi!¡No!— respondió Amed y Aaron rodó los ojos y lo ayudó a devolver al espécimen al agua. Con eso acabo la pesca, Amed quería abrazar a los peces y Aaron sonreía sugiriendo sushis. Tal parecía que él, mi hombre peligroso, se había quitado un enorme peso de encima, al contarme su verdad. Las circuntancias de su pasado eran tan tristes y traumáticas, que yo no lograba entender cómo era capaz de mantenerse en pie después de tanto. ¿Cómo era capaz de sonreír así?¿De entregar su corazón a Amed, un niño que acababa de conocer? No era un Santo, no. Tampoco intentaba venderse como un án
YAMILA KAYÁLo guié de la mano, muertos de risa con esa deliciosa complicidad que habíamos creado de la nada. Era como si a pesar de llevar poquísimo tiempo de conocernos, mi cuerpo y el de él, mi alma y la suya, conectaran de un modo casi predestinado. Se sentía como si yo hubiera sido hecha para ser su media mitad y él mi pieza faltante. Esa que encajaba en mi de un modo único.Én sus brazos sentía pertenecer como en ningún otro lugar en el mundo, espantaba esa rara sensación de no pertenecer al pasado, pero tampoco al futuro. Él me provocaba a vivir el presente… Y no me importaban para nada sus días pasados, ni sus errores, ni sus desenfrenos, ni cuántas noches tuvo de locura, si esos secretos lo hicieron lo que es ahora. —¿Me desvisto? — preguntó Aaron de pie frente a mi, yo solo contuve la respiración y negué con la cabeza, tragando saliva y detallando su potente cuerpo, el cual estaba a punto de desnudar con tanta parsimonia como mi propio libido me lo permitiera. —¡Lo
YAMILA KAYA Al entrar a la habitación que ocupaba Amed, supe de inmediato que algo andaba mal. El pequeño seguía durmiendo, pero parecía tan inquieto como si estuviese teniendo una terrible y sufrida pesadilla. Conocía el patrón de respiración normal de mi hijo, era el sonido más tranquilizante para mí por tres años, más ahora mismo algo andaba mal. Me acerque de inmediato, sorprendido y asustada y al tocarlo me estremecí de la preocupación. Amed ardía en fiebre, todo su pequeño y tierno cuerpo estaba cubierto de una capa húmeda de sudor, pero la fiebre no había cedido en absoluto. Hacía poco menos de una semana, Amed había tenido otro episodio de fiebre. Así que si tenía una infección, era evidente que había sufrido una recaída importante. Esto no era normal, mi hijo siempre había sido muy saludable, esto ahora me sorprendía y me sacaba de mi zona de confort, pues preocuparme de la salud de Amed ahora mismo, sumaba kilos de preocupación a mi turbio estado mental. Me senté en la ca
YAMILA KAYA Me cambie a velocidad luz, no podría haberlo hecho más rápido. No recuerdo haberme secado, a pesar de haber salido bastante mojada del episodio en la ducha. Estaba tan asustada , tan asustada, que no me dejaban de templar las manos. Aún así me metí casi a la fuerza en un Jean y un suéter, la noche estaba bastante fresca. Junte mis pertenencias y las del niño, y me dispuse a bajar. Los nervios provocaban que llegaran a mi mente los peores escenarios inimaginables, si es que eso era posible. El temor de consecuencias graves a esa convulsión estaba sobre mí como una nube negra. Ser madre hasta ahora había sido difícil, pero pasar por esto, ver a Amed tan vulnerable, era cien veces más dificil de todo lo que había vivido hasta ahora. Mil veces más difícil que el parto con sus todas sus complicaciones, y más imposible que las cientos de noches de desvelo que vinieron después. ¿Cien veces? ¡No! Un millón de veces más dificil… un billón… hasta el infinito más dificil. Baje a
YAMILA KAYA La cara del la pediatra al examinar a Amed no me daba ninguna buena impresión. Lo examino muy callada, y sin levantar los ojos del cuerpo de Amed. Estaba demasiado concentrada, y tratando más de descartar síntomas en lugar de buscar explicaciones. —¿Son su madre y su padre?— preguntó unos segundos después retirando el estetoscopio del pecho del niño y entonces mirándome a los ojos. —Si— respondió Aaron con seguridad—. Somos los padres—repitió y la doctora asintio con la cabeza y continuó hablando. —Es mejor que el niño pernanezca hispitalizado— sugirió con amabilidad. Ella volvió a mirar al niño con el ceño algo fruncido. —Tomaremos todas las indicaciones doctora, nuestro único interés es que me sienta bien— dije rápidamente. —Indicaré ahora mismo unos exámenes de laboratorio, serán varios—.Recalcó y tuve mis dudas en cuanto significaba “varios” para ella. —Mañana en la mañana tomarán las muestras de sangre y haremos varias pruebas— explicó la pediatra. —¿Que tiene e
La noche fue larguísima, pero finalmente llego la esperada mañana. Amanecí acurrucada al cuerpecito de Amed, con Aaron velando nuestros sueños, sentado lo más cerca de la cama que le permitía aquel incomodo butacón forrado de cuero blanco, de aquel cuarto de hospital.A pesar de estar aterrada, el cansancio me venció durante la madrugada, estaba bastante segura que Aaron no había conseguido pegar un ojo,Me trate de sobreponer al miedo…todo estaría bien, Amed y yo éramos unos triunfadores, podíamos con todo, y más ahora que teníamos a un caballero de brillante armadura con nosotros.Camil llego muy temprano al hospital, casi dos horas antes de lo habitual, y entró a la habitación para asegurarse que todo estuviese bien.—¿Cómo paso la noche el pequeño? —preguntó antes de emitir un sonido como saludo, era evidente que ella tampoco había descansado mucho pensando en su sobrino. Su semblante lucio preocupado.—Estuvo tranquilo, durmió toso el tiempo. La fiebre cedió, y no volvió a subir—
YAMILA KAYA La madre de Aaron cerró los brazos en puños apretados, en los que las uñas desarregladas tenían que estar desgarrando la carne de la palma de sus manos. Los brazos eran garrotes rígidos junto a su cuerpo, y la impotencia se desprendía por cada poro del anciano cuerpo. Hasta para mí que la conocía poco era visible el tamaño de se enfado y decepción. —No hice nada que tú consentido no mereciera, doña Génova— simplificó Aaron— Estoy cansado, no pienso discutir esta mañana. Llevo prisa…— musitó él sin detenerse un segundo en negar la acusación que acababa de proferir su madre. «Era cierto entonces» no había dudas… algo ya lo conocía. «Aaron había hecho golpear a Andrés» Sabia que no era un santo, pero no me imaginé que sus métodos actuales fueran tan crudos. Y no había un ápice de arrepentimiento en su forma de dirigirse. —¿Por que lo hiciste? — preguntó su madre con retórica, ella no podía ser tan estupida como para esperar una respuesta. Sus hijos se odiaban… y ella no