YAMILA KAYÁLo guié de la mano, muertos de risa con esa deliciosa complicidad que habíamos creado de la nada. Era como si a pesar de llevar poquísimo tiempo de conocernos, mi cuerpo y el de él, mi alma y la suya, conectaran de un modo casi predestinado. Se sentía como si yo hubiera sido hecha para ser su media mitad y él mi pieza faltante. Esa que encajaba en mi de un modo único.Én sus brazos sentía pertenecer como en ningún otro lugar en el mundo, espantaba esa rara sensación de no pertenecer al pasado, pero tampoco al futuro. Él me provocaba a vivir el presente… Y no me importaban para nada sus días pasados, ni sus errores, ni sus desenfrenos, ni cuántas noches tuvo de locura, si esos secretos lo hicieron lo que es ahora. —¿Me desvisto? — preguntó Aaron de pie frente a mi, yo solo contuve la respiración y negué con la cabeza, tragando saliva y detallando su potente cuerpo, el cual estaba a punto de desnudar con tanta parsimonia como mi propio libido me lo permitiera. —¡Lo
YAMILA KAYA Al entrar a la habitación que ocupaba Amed, supe de inmediato que algo andaba mal. El pequeño seguía durmiendo, pero parecía tan inquieto como si estuviese teniendo una terrible y sufrida pesadilla. Conocía el patrón de respiración normal de mi hijo, era el sonido más tranquilizante para mí por tres años, más ahora mismo algo andaba mal. Me acerque de inmediato, sorprendido y asustada y al tocarlo me estremecí de la preocupación. Amed ardía en fiebre, todo su pequeño y tierno cuerpo estaba cubierto de una capa húmeda de sudor, pero la fiebre no había cedido en absoluto. Hacía poco menos de una semana, Amed había tenido otro episodio de fiebre. Así que si tenía una infección, era evidente que había sufrido una recaída importante. Esto no era normal, mi hijo siempre había sido muy saludable, esto ahora me sorprendía y me sacaba de mi zona de confort, pues preocuparme de la salud de Amed ahora mismo, sumaba kilos de preocupación a mi turbio estado mental. Me senté en la ca
YAMILA KAYA Me cambie a velocidad luz, no podría haberlo hecho más rápido. No recuerdo haberme secado, a pesar de haber salido bastante mojada del episodio en la ducha. Estaba tan asustada , tan asustada, que no me dejaban de templar las manos. Aún así me metí casi a la fuerza en un Jean y un suéter, la noche estaba bastante fresca. Junte mis pertenencias y las del niño, y me dispuse a bajar. Los nervios provocaban que llegaran a mi mente los peores escenarios inimaginables, si es que eso era posible. El temor de consecuencias graves a esa convulsión estaba sobre mí como una nube negra. Ser madre hasta ahora había sido difícil, pero pasar por esto, ver a Amed tan vulnerable, era cien veces más dificil de todo lo que había vivido hasta ahora. Mil veces más difícil que el parto con sus todas sus complicaciones, y más imposible que las cientos de noches de desvelo que vinieron después. ¿Cien veces? ¡No! Un millón de veces más dificil… un billón… hasta el infinito más dificil. Baje a
YAMILA KAYA La cara del la pediatra al examinar a Amed no me daba ninguna buena impresión. Lo examino muy callada, y sin levantar los ojos del cuerpo de Amed. Estaba demasiado concentrada, y tratando más de descartar síntomas en lugar de buscar explicaciones. —¿Son su madre y su padre?— preguntó unos segundos después retirando el estetoscopio del pecho del niño y entonces mirándome a los ojos. —Si— respondió Aaron con seguridad—. Somos los padres—repitió y la doctora asintio con la cabeza y continuó hablando. —Es mejor que el niño pernanezca hispitalizado— sugirió con amabilidad. Ella volvió a mirar al niño con el ceño algo fruncido. —Tomaremos todas las indicaciones doctora, nuestro único interés es que me sienta bien— dije rápidamente. —Indicaré ahora mismo unos exámenes de laboratorio, serán varios—.Recalcó y tuve mis dudas en cuanto significaba “varios” para ella. —Mañana en la mañana tomarán las muestras de sangre y haremos varias pruebas— explicó la pediatra. —¿Que tiene e
La noche fue larguísima, pero finalmente llego la esperada mañana. Amanecí acurrucada al cuerpecito de Amed, con Aaron velando nuestros sueños, sentado lo más cerca de la cama que le permitía aquel incomodo butacón forrado de cuero blanco, de aquel cuarto de hospital.A pesar de estar aterrada, el cansancio me venció durante la madrugada, estaba bastante segura que Aaron no había conseguido pegar un ojo,Me trate de sobreponer al miedo…todo estaría bien, Amed y yo éramos unos triunfadores, podíamos con todo, y más ahora que teníamos a un caballero de brillante armadura con nosotros.Camil llego muy temprano al hospital, casi dos horas antes de lo habitual, y entró a la habitación para asegurarse que todo estuviese bien.—¿Cómo paso la noche el pequeño? —preguntó antes de emitir un sonido como saludo, era evidente que ella tampoco había descansado mucho pensando en su sobrino. Su semblante lucio preocupado.—Estuvo tranquilo, durmió toso el tiempo. La fiebre cedió, y no volvió a subir—
YAMILA KAYA La madre de Aaron cerró los brazos en puños apretados, en los que las uñas desarregladas tenían que estar desgarrando la carne de la palma de sus manos. Los brazos eran garrotes rígidos junto a su cuerpo, y la impotencia se desprendía por cada poro del anciano cuerpo. Hasta para mí que la conocía poco era visible el tamaño de se enfado y decepción. —No hice nada que tú consentido no mereciera, doña Génova— simplificó Aaron— Estoy cansado, no pienso discutir esta mañana. Llevo prisa…— musitó él sin detenerse un segundo en negar la acusación que acababa de proferir su madre. «Era cierto entonces» no había dudas… algo ya lo conocía. «Aaron había hecho golpear a Andrés» Sabia que no era un santo, pero no me imaginé que sus métodos actuales fueran tan crudos. Y no había un ápice de arrepentimiento en su forma de dirigirse. —¿Por que lo hiciste? — preguntó su madre con retórica, ella no podía ser tan estupida como para esperar una respuesta. Sus hijos se odiaban… y ella no
AARON BIANCHI Por un momento creí que Genova se desmayaría, la impresión de saber la existencia de un nieto de su hijo predilecto, fue demasiado. —¿Te- te dejó embarazada?— preguntó sin dar crédito a lo que escuchaba. Creo que el poder de enegenacion de mi madre cuando de Andrés se trataba, no tenía limites. —Creo que debemos irnos Yamila, ven por acá—, dije guiándola al dormitorio principal del apartamento—. ¡dame un segundo! Ya mi madre se iba. ¿Puedes buscar algo en el closet que pueda usar para hoy? ¡lo que escojas estará bien! Me ducharé en tu casa!Yamila prácticamente con la cabeza en Blanco, casi como aliviada, pero aún en shock después de lo que había dicho, no discutió y solo accedió a entrar en mi dormitorio. Regrese a toda prisa junto aGenova, y la mire a los ojos. En ese momento la vi tan frágil que mi garganta se cerró. Entre nosostros había una brecha, una que se había abierto hacia muchos años, esa unión irrompible entre una madre y un hijo… se había roto.
YAMILA KAYA Aaron parecía absolutamente frustrado cuando entró en la habitación unos minutos después, frustrado y apenado, siendo más sincera. Yo había logrado calmarme un poco, tenía tanto en la cabeza, como para preocuparme por la señora Genova, por muy madre de esos dos que fuera. La repentina y agravada enfermedad de Amed me tenia el corazón saltandose dos latidos a cada vez. La opresión en el pecho y la garganta cerrada no se iba. Tampoco se iba la idea de que me fallarían las fuerzas para tomar una próxima bocanada de aire que llenara mis pulmones y me permitiera seguir respirando entre tanta adversidad. Ahora está mañana todo había empeorado… Lo que relamente me estaba afectando era saber que Andrés era ahora mismo una bomba de tiempo que solo estaba cargando lista para detonar y devastar hasta las cenizas todo lo que encontrara en su jodid0 radio de acción. Cuando ese idiota explotara su venganza como estaba segura que lo haría, sabía que habría pedazos de la metralla por