51. NADA

La tarde pasó con deliberada rapidez mientras Lara se debatía en una inconsciencia alterada, llena de gemidos y sollozos que aun en medio de su desfallecimiento no lograba controlar. Evan no conseguía entender si las soluciones que le habían inyectado todavía la estaban lastimando, o si ese mínimo cambio en la tonalidad de sus pupilas había sido capaz de comenzar con el proceso de transformación.

Antes de que se diera cuenta, Helen llamó a la puerta y avanzó con paso rápido hacia la paciente, revisando los monitores a los que estaba conectada.

Él apenas se movió. Su convencimiento de hacer lo que fuera necesario sin reparar en el costo no había quebrantado la resolución del Tercer Descendiente; pero el hombre dentro de él temblaba ante la imagen de la mujer a la que había conducido a los extremos más infelices de su conciencia.

Afuera el

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