Algún lugar sobre el océano Atlántico
Las manos de Dominic temblaron por un momento y al instante supo que el caos se estaba desatando dentro de Lara. Aún a cientos de kilómetros de distancia no podía evitar la vehemencia de sus sentimientos cuando lo asaltaban y aun así le sorprendió que fuera aquella la primera vez que Lara lo llamara a sus ojos desde que la había dejado.
Luchando contra su voluntad de mantenerse al margen se entregó a la conexión por unos segundos, y las habitaciones de la casona comenzaron a pasar bruscamente a sus costados. Lara corría, corría por la casa recorriendo los pasillos del segundo piso y abriendo cada habitación para mirar adentro y luego seguir. Era obvio que buscaba algo, y en el pecho Dominic podía sentir su urgencia y su preocupación, pero por más que corriera y revisara no parec
Villa de las MercedesNo había pasado aún una semana desde su conversación con Evan y Lara había intentado suavizar su carácter cada vez que por casualidad se lo encontraba en los exteriores de la casa, pero ni siquiera así había conseguido que le permitiera acercarse a los tigres. La advertencia de Hatch se había convertido en una terrible realidad y finalmente la desesperación había doblegado su espíritu.— Respóndele que sí. — le había dicho a su madre — El señor Swels se asegura una esposa y tú un largo reposo en la Costa Blanca.Sin embargo nada parecía ser suficiente. Su futuro marido cumplía a cabalidad su palabra separándola de los animales, y la muchacha terminó por recluirse a sí misma en su habitación para no tener que tropezárselo.
La muchacha de servicio la despertó temprano, no para llevarle el desayuno como el día anterior, sino para comunicarle que su prometido necesitaba hablarle cuanto antes.Lara se vistió con sencillez, fastidiada ante la idea de tener que pasar otro día cerca de él; con el tiempo que tendría que soportarlo después del matrimonio era más que suficiente pero al parecer Evan no opinaba lo mismo. Cuando se sintió cómoda consigo misma recorrió los pasillos sin mucha prisa y se dirigió al encuentro de su prometido. Sus padres todavía no regresaban y por menos que le gustara, tenía que seguir adelante con toda aquella farsa barata en la que había consentido participar.— ¿Está todo listo, Helen? — la pregunta de Evan fue cortante y precisa.— Espero que sí… — le respondió la mujer — Escucha
Norte de Canadá.— ¡Comandante!El chillido de Kathrina hizo que media tropa de sorian saliera de las tiendas a una velocidad muy poco natural. Garth, Lía, Boogs, Maya, Lionel, Maxwell y ella habían llegado al punto de encuentro que Dominic les había orientado hacía cinco días y estaban esperando la llegada de los otros. El campamento había permanecido tranquilo y silencioso mientras cada uno se dedicaba al estudio de las informaciones que el comando de reconocimiento lograba recolectar, y las guardias se sucedían sin que ningún acontecimiento de peso los alterara. Aislados como estaban y manteniendo bajo constante vigilancia a los stark no había peligro de que fueran descubiertos.Pero cuando Kathrina vio a Dominic caer al suelo con el rostro congestionado por el dolor, un ataque sorpresa por parte de sus enemigos fue lo único en lo que pudo pensar y
Max buscó ayuda a su alrededor con la mirada. No era natural en su especie el ser demasiado emotivo, pero eran pocos, tan pocos que aquel reducido círculo en que él y los otros se habían refugiado desde su nacimiento, que implicaba una dimensión diferente y superior a las relaciones familiares.Ninguno conocía más amigos o parientes que los miembros del destacamento. Ninguno había sido convertido por un sorian extraño. El Comandante, Rianna y Garth habían sido los padres y los hermanos de todos ellos. Los unos a los otros era todo lo que tenían en el mundo.Y la cabeza de aquella familia estaba agonizando sin que pudieran hacer nada.— No, no, no, no… ¡otra vez no! — Dominic intentaba retroceder en vano y de nuevo ocho sorian debieron utilizar toda su fuerza para mantenerlo inmóvil y clavado al montón de nieve, mientras su amigo se arqueaba e
Villa de las Mercedes— ¿Puedes decirme qué demonios fue eso, Helen? — escandalizó Evan señalando con ademán furioso el gráfico en el monitor, que por fin después de un infinito mi minuto comenzaba a zumbar con el sonido regular de un corazón reanimado. Lara respiraba otra vez con dificultad, mientras su pulso batallaba por estabilizarse.— Un pequeño inconveniente, sólo eso. — respondió la doctora, sobresaltada por la abrupta exaltación de Evan.— ¿Un inconveniente? ¿Le llamas a un paro cardíaco un pequeño inconveniente? ¡Cuando te la entregué me dijiste que no estabas segura sobre si podías cambiarle los ojos de color, no que no estabas segura de no poder matarla!Helen tragó en seco y respondió en voz baja. No olvidaba que a pesar de los años que lle
La tarde pasó con deliberada rapidez mientras Lara se debatía en una inconsciencia alterada, llena de gemidos y sollozos que aun en medio de su desfallecimiento no lograba controlar. Evan no conseguía entender si las soluciones que le habían inyectado todavía la estaban lastimando, o si ese mínimo cambio en la tonalidad de sus pupilas había sido capaz de comenzar con el proceso de transformación.Antes de que se diera cuenta, Helen llamó a la puerta y avanzó con paso rápido hacia la paciente, revisando los monitores a los que estaba conectada.Él apenas se movió. Su convencimiento de hacer lo que fuera necesario sin reparar en el costo no había quebrantado la resolución del Tercer Descendiente; pero el hombre dentro de él temblaba ante la imagen de la mujer a la que había conducido a los extremos más infelices de su conciencia.Afuera el
Norte de Canadá— ¿Cómo cree que debemos proceder entonces, Comandante? — preguntó Max cuando el círculo se hubo cerrado en torno a la pequeña hoguera.La voz de Dominic fue severa y áspera. Durante cinco días después del incidente de Lara no se había vuelto a escuchar más que su respiración en el campamento. Nadie se atrevía a molestarlo en su pena aunque era frecuente verlo vagando por la estepa con actitud sonámbula, como si le fuera imprescindible andar o de lo contrario se derrumbaría.Sólo Max hablaba con él de cuando en cuando, y ninguno de los dos había podido descifrar por qué todo su cuerpo parecía doler aún.— Debe ser lo que se siente cuando perdemos a alguien que hemos querido mucho. — se aventuró el muchacho un día.
Villa de las MercedesLara apoyó una de sus manos sobre la pared y abrió los ojos con lentitud. En los tres primeros días luego del procedimiento había ido recuperando la vista poco a poco, pero aún persistía en sus ojos un dolor vasto y punzante que la hacía querer cubrirse de la luz tanto como era posible.Durante todo el día siguiente a la operación había sido atendida por dos enfermeras, y cuando sus padres por fin habían llegado, fue Emma la única que la visitó en su cuarto. Evelett obviamente no estaba capacitada para verla y su padre era alérgico a todo lo que oliera a enfermedad.— ¡Mamá! — exclamó Lara con ansiedad descontrolada cuando Emma le dio las buenas noches y un beso en la mejilla. Quizás durante catorce años había recordado el abandono de aquella