Norte de Canadá.
— ¡Comandante!
El chillido de Kathrina hizo que media tropa de sorian saliera de las tiendas a una velocidad muy poco natural. Garth, Lía, Boogs, Maya, Lionel, Maxwell y ella habían llegado al punto de encuentro que Dominic les había orientado hacía cinco días y estaban esperando la llegada de los otros. El campamento había permanecido tranquilo y silencioso mientras cada uno se dedicaba al estudio de las informaciones que el comando de reconocimiento lograba recolectar, y las guardias se sucedían sin que ningún acontecimiento de peso los alterara. Aislados como estaban y manteniendo bajo constante vigilancia a los stark no había peligro de que fueran descubiertos.
Pero cuando Kathrina vio a Dominic caer al suelo con el rostro congestionado por el dolor, un ataque sorpresa por parte de sus enemigos fue lo único en lo que pudo pensar y
Max buscó ayuda a su alrededor con la mirada. No era natural en su especie el ser demasiado emotivo, pero eran pocos, tan pocos que aquel reducido círculo en que él y los otros se habían refugiado desde su nacimiento, que implicaba una dimensión diferente y superior a las relaciones familiares.Ninguno conocía más amigos o parientes que los miembros del destacamento. Ninguno había sido convertido por un sorian extraño. El Comandante, Rianna y Garth habían sido los padres y los hermanos de todos ellos. Los unos a los otros era todo lo que tenían en el mundo.Y la cabeza de aquella familia estaba agonizando sin que pudieran hacer nada.— No, no, no, no… ¡otra vez no! — Dominic intentaba retroceder en vano y de nuevo ocho sorian debieron utilizar toda su fuerza para mantenerlo inmóvil y clavado al montón de nieve, mientras su amigo se arqueaba e
Villa de las Mercedes— ¿Puedes decirme qué demonios fue eso, Helen? — escandalizó Evan señalando con ademán furioso el gráfico en el monitor, que por fin después de un infinito mi minuto comenzaba a zumbar con el sonido regular de un corazón reanimado. Lara respiraba otra vez con dificultad, mientras su pulso batallaba por estabilizarse.— Un pequeño inconveniente, sólo eso. — respondió la doctora, sobresaltada por la abrupta exaltación de Evan.— ¿Un inconveniente? ¿Le llamas a un paro cardíaco un pequeño inconveniente? ¡Cuando te la entregué me dijiste que no estabas segura sobre si podías cambiarle los ojos de color, no que no estabas segura de no poder matarla!Helen tragó en seco y respondió en voz baja. No olvidaba que a pesar de los años que lle
La tarde pasó con deliberada rapidez mientras Lara se debatía en una inconsciencia alterada, llena de gemidos y sollozos que aun en medio de su desfallecimiento no lograba controlar. Evan no conseguía entender si las soluciones que le habían inyectado todavía la estaban lastimando, o si ese mínimo cambio en la tonalidad de sus pupilas había sido capaz de comenzar con el proceso de transformación.Antes de que se diera cuenta, Helen llamó a la puerta y avanzó con paso rápido hacia la paciente, revisando los monitores a los que estaba conectada.Él apenas se movió. Su convencimiento de hacer lo que fuera necesario sin reparar en el costo no había quebrantado la resolución del Tercer Descendiente; pero el hombre dentro de él temblaba ante la imagen de la mujer a la que había conducido a los extremos más infelices de su conciencia.Afuera el
Norte de Canadá— ¿Cómo cree que debemos proceder entonces, Comandante? — preguntó Max cuando el círculo se hubo cerrado en torno a la pequeña hoguera.La voz de Dominic fue severa y áspera. Durante cinco días después del incidente de Lara no se había vuelto a escuchar más que su respiración en el campamento. Nadie se atrevía a molestarlo en su pena aunque era frecuente verlo vagando por la estepa con actitud sonámbula, como si le fuera imprescindible andar o de lo contrario se derrumbaría.Sólo Max hablaba con él de cuando en cuando, y ninguno de los dos había podido descifrar por qué todo su cuerpo parecía doler aún.— Debe ser lo que se siente cuando perdemos a alguien que hemos querido mucho. — se aventuró el muchacho un día.
Villa de las MercedesLara apoyó una de sus manos sobre la pared y abrió los ojos con lentitud. En los tres primeros días luego del procedimiento había ido recuperando la vista poco a poco, pero aún persistía en sus ojos un dolor vasto y punzante que la hacía querer cubrirse de la luz tanto como era posible.Durante todo el día siguiente a la operación había sido atendida por dos enfermeras, y cuando sus padres por fin habían llegado, fue Emma la única que la visitó en su cuarto. Evelett obviamente no estaba capacitada para verla y su padre era alérgico a todo lo que oliera a enfermedad.— ¡Mamá! — exclamó Lara con ansiedad descontrolada cuando Emma le dio las buenas noches y un beso en la mejilla. Quizás durante catorce años había recordado el abandono de aquella
TERCERA IRA.EL DESAMPARONorte de CanadáEl viento ululaba impetuoso sobre las copas de los árboles, provocando que apenas fueran posibles la visibilidad y la audición para un humano común, pero no así para un sorian. El campamento stark se había recluido en sus albergues y en la tarde solo se escuchaba el sonido de la borrasca.Cada activo se había equipado con las armas que mejor sabía manejar, y antes de salir a la misión Maxwell había entregado al Comandante una versión particular de lo que Lionel consideraba unas khopesh egipcias.Las hojas curvas en forma de hoz eran blanquísimas y singularmente pesadas y en las aristas convexas el filo cristalino anunciaba una segura promesa de muerte. Las empuñaduras eran de ónix negro y agudas navajas onduladas sobresalían por la parte posterior del p
Moira sonrió.— Si le permites cederte algo de su sabiduría a esta anciana, te aconsejo que veas la situación de la siguiente forma: — le sugirió— Tu mayor derrota será la muerte, porque entonces no podrás seguir luchando. Acepta esta manera de mantenerte vivo, tú y tus sorian, y gana tiempo suficiente hasta que halles una forma de matarme. ¿Te parece?Dominic se mantuvo en silencio durante unos minutos, mirándola a los ojos. La idea era tentadora y por otro lado, sabía que si se resistía los matarían a todos en menos de un segundo. Se recordó a sí mismo su advertencia: “No quiero héroes”, y eso lo decidió.— Me parece. — asintió mientras sus cejas se alzaban desafiantes — ¡Bajen las armas, chicos! Por primera vez en la historia vamos a dialogar con los stark.— Com
La agitación y la sorpresa recorrieron los rostros en la tienda como un polvorín. Nadie había podido olvidar los gritos de Dominic el día que habían matado a Lara, incluso los que no estaban presentes se habían conmocionado por los relatos del hecho, y por supuesto nadie podía comprender por qué la stark la traía de vuelta a sus memorias.El cuerpo de Dominic pareció batallar contra la inmovilidad, como si bajo la piel su espíritu se retorciera de dolor. Jamás le había pasado por la cabeza la idea de dejar de perseguir a Moyra, aunque les perdonara la vida esa noche; pero evocar el recuerdo de la muchacha, desatar a propósito dentro de él la culpa que representaba su muerte era algo que no le perdonaría mientras respirara.— ¿Cómo te atreves…? — le gritó mientras respiraba tan ferozmente que el hilo de cártaro gr