Lara entornó los ojos y negó con la cabeza sonriendo. Dominic la secundó, incapaz de resistirse a su primera muestra real de alegría esa la noche.
— Sí — aceptó Lara — Estuve… preguntando un poco por ti. Sentía un poquito de interés acerca de tu enfermedad mental.
El ceño de Dominic se arrugó, dándole una expresión tan graciosa que Lara habría pasado de la sonrisa a la carcajada si no le hubiera dolido tanto el cuerpo como para siquiera hacer el intento.
— ¿Enfermo mental? ¿Crees que estoy loco? ¿Luzco loco para ti? — abrió mucho los ojos y los giró a todos lados.
— A ver, no me malinterpretes — la chica intentó minimizar sus palabras sin conseguirlo mucho, el lenguaje extra verbal de aquel hombre seguía haciéndole gracia.
Dominic lo supo y fingió a
Sierra de AitanaEl amanecer asomó con desgana por sobre los árboles y Dominic abrió los ojos, por primera vez en muchas semanas, a su propia vida. Tenía a Lara más cerca de lo que nunca hubiera podido imaginar y ella estaba batallando en aquella semi inconciencia que no le permitía arrastrarlo a sus ojos.Se desperezó en silencio y se aproximó a la cama donde la muchacha dormía aún, no plácidamente, pero al menos el dolor no la había despertado en la madrugada de modo que era poco probable que se diera cuenta de su ausencia en los próximos sesenta minutos. Se dejó caer por la ventana intentando no mirar atrás, era posible que si lo hacía no le alcanzara la voluntad para alejarse ni siquiera por una hora.El bosquecillo lo recibió con sus acostumbrados ruidos y Dominic se dirigió con
Villa de las MercedesAbrió los ojos tan despacio como le fue posible y aun así la claridad de la mañana le hirió las pupilas.La luz entraba débil por la ventana y se sentía incluso más frágil que la noche anterior, como si el sueño hubiera estado preparando su cuerpo para un reposo definitivo. Un atisbo de memoria le devolvió un pedazo de conversación sobre toxinas y sedantes, pero no se inquietó demasiado por eso, era obvio que se sintiera enferma después de todo lo que había pasado.Se desperezó con cuidado, sin mover demasiado los brazos y miró alrededor: por la altura del sol no serían más de las nueve de la mañana y la casa estaba silenciosa.Repasó lo que recordaba de la noche anterior y se detuvo en las vendas, sus tigres no podían vendar, así que Dominic&nbs
Carretera hacia Altea— ¿Por qué nunca vas a bañarte a la playa?La pregunta del cazador la tomó por sorpresa y Lara no pudo evitar sentir una curiosidad casi enfermiza, le inquietaba el hecho de tener tan poca información sobre Dominic, al menos en relación al conocimiento casi inapropiado que él poseía sobre su persona.— ¿Has estado espiándome?— Soy bueno haciendo deducciones — “Y esquivando preguntas” — y tu piel está demasiado blanca para ser la de alguien que disfruta del sol y de la playa.Lara estaba segura de que eso era un pretexto pero se limitó a seguirle la corriente.— Tengo un respeto saludable por el mar, suele ser bastante peligroso. — no hacía falta que recordaran por qué, pero había algo más, algo que era muy suyo y que no le gust
Villa de las MercedesEn los días que siguieron Dominic se mantuvo tan cerca de ella como pudo. Pasaban la mayor parte de las tardes juntos y en las noches se iba a cazar: quería tentar a la suerte lo menos posible, porque en el momento en que se deslizaba desde el alfeizar de su ventana las emociones de Lara le despertaban aquel instinto por liberarse que solo podía saciar inmerso en el espíritu de la cacería.Cada mañana Lara bajaba y dejaba constancia de su paso por la cocina antes de salir hacia el colegio. Y cada mañana, mientras él la esperaba al borde de la carretera para llevarla al instituto sentía que el tiempo con ella se tornaba en extremo peligroso. Tenerla cerca era un golpe de adrenalina constante, es especial porque pasaba la mayor parte del tiempo evitando cualquier tipo de conversación que pudiera desembocar en nuevas y problemáticas inter
Villa de las MercedesOctubre avanzó frío y dorado, cristalizándose en un tiempo de lluvias intermitentes y agradables noches. El colegio entró en una fase natural de estancamiento habiendo pasado ya la emoción del inicio del curso, pero prometía avivarse mientras la navidad fuera acercándose.Desde el último choque de personalidades que había provocado aquel primer beso, Lara se había hecho el firme propósito de no ser indiscreta de nuevo. Necesitaba aprender a respetar el silencio de Dominic como una cualidad inherente a su persona, tal como él intentaba respetar la presencia constante de dos felinos a los que no les agradaba en absoluto. Sólo se había permitido hacer una pregunta, consolándose con la excusa de que se trataba de una cuestión objetiva: el “cómo encontrarlo”.— ¿Dónde vives?
Instituto Preuniversitario Bilingüe de AlteaEl cristal del coche bajó con brusquedad mientras Lara presionaba el botón eléctrico de la puerta con insistencia un poco torpe. Necesitaba que el aire le diera en la cara con suficiente fuerza como para mantenerla enfocada en el camino, o de lo contrario sus pensamientos se perderían entre los motivos de Dominic para sincerarse después de un mes de estar juntos y la posibilidad de que aquella información los separara.No necesitaba convencerse aún más de que él no era precisamente común; un hombre común la habría llevado a un hospital cuando se accidentó, no habría suturado nueve heridas de garras de tigre por sí mismo. Sabía que cualquier cosa que Dominic le confesara ella no la habría escuchado antes, y que tal vez le resultaría contradict
Sierra de AitanaEl auto se detuvo de súbito frente a Dominic mientras ella seguía mirando el camino con obstinación. Él se apoyó en su puerta con aire triste, esperando que la tormenta se desatara en el ánimo de Lara, pero la joven sólo dio un largo suspiro y volteó la cabeza para dirigirle una sonrisa cansada, conteniendo la tormenta como solía hacer siempre.— ¿Quieres conducir?— Si tú me dejas… — contestó él con delicadeza — hay un sitio que me gustaría enseñarte.— ¿Muy lejos? — el tono de sutil desconfianza fue imposible de ocultar a pesar de todo.— Un poco, pero te aseguro que podrás estar de vuelta para las dos de la tarde. ¿De acuerdo?— De acuerdo — asintió ella volviendo a fijar la vista en los kilómetros que
Dominic pasó saliva antes de contestar.— Trescientos dos años, si le sumo la edad a la que cambié, trescientos veintiocho. ¡Pero me siento como en mis quince! — bromeó, intentando darle a aquella catástrofe una arista divertida.Lara notó el esfuerzo heroico que hacía por suavizarle los golpes y lo agradeció siguiéndole el juego.— ¡Por Dios! — exclamó llevándose a la mejilla la mano que mantenía apoyada en el brazo del sillón — ¡Estoy saliendo con un anciano!Una risa compartida de agotamiento emocional se esparció por la habitación, y la muchacha abandonó su cómodo recogimiento en el sillón para sentarse en la alfombra junto a Dominic, que la acogió en sus brazos con alivio, como si recibiera un bálsamo para su pesar.— Recapitulemos. — pidió