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Cubriendo Turno, Parte Dos.

Cecilia

— ¿Ya viste la que nos espera? —cuestione con el ánimo por los suelos, mientras miraba a los jóvenes que seguían bajando su equipaje de las camionetas transportadoras.

—Si querida. Lograste comer algo o tengo que jalarte las orejas como siempre Cecilia.

—Quisiera darte una respuesta positiva, pero no me alcanzo el tiempo. Me entretuve con los cambios que tendremos a partir de la próxima semana. Con la llegada del hijo del señor Juan, siento que mi vida se está reduciendo a nada.

—Entonces ve al comedor y consíguete algo antes de que empecemos, no quiero que te me desmayes en medio de la jornada; porque soy capaz y te dejo ahí tirada hasta que terminemos.

— Gracias, no esperaba menos de ti. Como siempre tan atento y divino con todos.

—Te estoy aprendiendo bien jefecita.

No cabe duda que solo me llenaba de amigos locos, aquí tenía un claro ejemplo de ello. Estaba por tomarle la palabra para irme a comer algo ligero, pero mis planes se vieron arruinados por una hermosa clienta que estaba solicitando, que digo solicitando, estaba exigiendo casi casi ser tratada como una reina.

En serio no tolero a las personas que se comportan de esa manera, se creen dueñas del mundo tan solo porque pagan por un servicio sin ocuparse en pensar en el resto de las personas.

—Dejaremos la comida para después, llego el momento de desquitar lo que nos pagan.

—No queda de otra, veamos qué fue lo que paso antes de que acaben con Sonia. 

Sofía era una señora de 45 años que tenía tiempo laborando en el resort, le costaba un poco el manejo de la computadora pero nunca se quejaba y todos los días realizaba su mejor esfuerzo. Tenía 2 hijos que estudiaban por las mañanas y por las tardes apoyaban en lo que hiciera falta en el resort cuando sus tareas se lo permitían, y su esposo trabajaba en el área de mantenimiento.

— ¿Qué pasa Sofía?

—Buenas tardes señorita Cecilia, le estoy explicando a la joven que su reservación empieza a partir de mañana.

— ¡Vieja estúpida! ¿Acaso no sabes leer? Mi reservación empieza hoy. Yo no sé cómo pueden trabajar personas así en un lugar como este.

Señor dame paciencia que sabes de sobra que no tengo antes de que termine matándola por hocicona. Donde quedo el respeto a las personas mayores.

—Yo me encargo Sonia, puedes continuar con los demás huéspedes.

—Gracias señorita Cecilia.

Di unas pequeñas palmadas en su hombro para que continuara con sus actividades, mientras me hacía cargo de esa chica.

—Me van a dar una solución o piensan seguir hablando toda la tarde.

—Puede acompañarme por favor, mi nombre es Cecilia y con mucho gusto la voy ayudar con su caso; le aseguro que tendremos una solución muy pronto si colaboramos en conjunto.

—Es lo mínimo que me merezco por esta vergüenza que me están haciendo pasar.

—La entiendo señorita, pase por este lado.

Todos los días pido mucha, pero mucha paciencia cuando salgo de mi casa y fortaleza para aguantarme las ganas de golpear a una que otra persona en el trabajo.

Llegamos a la oficina de atención a clientes en donde nos encargamos de casos muy específicos como este, que nos pueda llevar a una mala reputación a través de un mal entendido.

—Me das tu nombre por favor para que busquemos en el sistema tu reservación.

— ¡Ten! No pienso estar repitiendo mi nombre a cada rato, ni las fechas en que tengo la reserva.

—Gracias señorita.

Me extendió una hoja donde estaba alguno de sus datos con los que hice la investigación en el sistema de reservas. Por lo menos no escucharía su odiosa voz en lo que me ponía manos en acción.

Solo a mí me tocan este tipo de casos, por donde le buscara la fecha de reserva de esta chica efectivamente empezaba mañana. Al parecer no era un error de Sonia si no de la chica al momento de enviar el correo con las fechas.

Al principio trate de explicarle con mi mejor cara posible, pero no dejaba que hablara; al parecer le dieron de comer gallo porque desde que llego no ha parado de insultar y de quejarse de todo lo que pasa a su alrededor. Pobre chica no debe de tener una buena vida si se comporta de esa forma.

Manuel se paseaba de un lado a otro por las afuera de la oficina preocupado por el comportamiento de esta chica, que gritaba como si la estuvieran golpeando atrayendo la mirada de todos.

Mi cabeza estaba a punto de estallar del dolor de cabeza que me estaba provocando esta situación. No acepta que fue su error al momento de colocar las fechas, que le vamos hacer; si ella quería hospedarse hoy en el resort entonces le cumpliría su más grande deseo.

«No empieces Cecilia, te pueden correr del trabajo»

«Déjame, es mi momento de triunfar y en grande. Esta perra pagara por mi dolor de cabeza, y por quitarme el tiempo para ir a comer»

«Luego no te quejes cuando te llamen la atención»

Mi subconsciente no estaba de acuerdo con lo que iba hacer, y mi yo normal tampoco pero les aseguro que esa chica se merecía un gran lección de mi parte para que a la próxima aprendiera a revisar bien un correo antes de enviarlo, y que aprenda a tratar mejor a las personas.

— ¡Suficiente señorita! Ya la escuche todo lo que quiso, ahora déjeme decirle lo que vamos hacer a partir de este momento.

—Usted no me hable así, yo soy un huésped de este resort y merezco una adecuada atención y…

—Y la estas teniendo, pero al parecer tú no estás brindando lo mismo así que no tienes derecho a exigir algo que no estas dando. Desde que llegaste a este lugar no has hecho otra cosa más que insultar y maldecir a todo lo que se te dice; ni siquiera me has escuchado con todas las propuestas que te he hecho. Así que tienes de dos sopas, elige porque no tengo más tiempo que perder contigo.

La cara de asombro me dejaba claro que ni siquiera me puso atención cuando le estaba explicando la situación. Pase mis manos por mi cara para respirar un poco antes de estrangularla.

—Según tú cuales son mis dos opciones.

Dale la mula al trigo, seguía con sus poses de diva, espero que las sigas manteniendo cuando te repita lo que acabo de decirte. Junte mis manos frente al escritorio y puse la cara más seria que tenía.

—Va de nuevo, opción uno: Te apegas a las reglas del resort en entrar el día y la hora que te corresponde de acuerdo a tu reservación, dado que el error de las fechas lo cometiste tú al momento de enviar el correo y nosotros solo nos apegamos a lo solicitado. Opción dos: Puedes quedarte a partir de hoy hospedada en el resort, siempre y cuando pagues la tarifa correspondiente, este es el precio para que eso pueda suceder o te quedaras a dormir en la calle hasta mañana que es tu entrada.

Puse una hoja sobre la mesa con las especificaciones de las habitaciones que teníamos disponibles y los precios de cada una de ellas, era algo así como un matate solo.  Desde a fuera podía ver a Manuel comerse las uñas, llevábamos más de una hora enfrascadas en esta oficina.

Lástima que no podía sacar el celular para tomarle una foto a la cara que puso en cuanto vio los precios de las habitaciones, admito que altere un poquito los precios «poquito» pero se lo había ganado a pulso.

Quedarse en la calle no era una buena opción para pasar la noche, no le quedo de otra que aceptar mi oferta «huy que oferton señorita» sobre pagar una noche adicional al paquete que ya tiene.

Les aseguro que si ella su hubiera comportado de otra manera, otro gallo le cantara en estos momentos.

Llame a Manuel para indicarle que la señorita había accedido a pagar una tarifa adicional por el día de hoy. Le pase la hoja donde resaltaba con marcador verde, la habitación que había elegido minutos antes.

Nadie mejor que él sabe las políticas del resort, mucho menos se atreve a contradecirme cuando tomo una decisión de ese tipo. Tomo la hoja y abrió los ojos enormemente cuando vio lo que estaba plasmado, intento articular unas palabras pero mi mirada de asesinato le dejaba claro que era mejor que guardara silencio o me desquitaría con él, sin importar que estuviera a cargo de la guardia.

Tome mi celular y salí de la oficina sin despedirme de la chica, ahora era su turno de encargarse de hacer lo propio para que se fuera de una vez del lobby y nos dejara trabajar tranquilos y sin malas vibras.

Retome mi lugar junto a Sonia quien al verme sonrió con pesar y tristeza pensando que había cometido algún error, ya me encargaría más tarde de explicarle que no tenía nada que ver y que siguiera haciendo su trabajo  tranquilamente.

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