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—¿Hace cuánto que usted se dio cuenta de la invasión de impuestos? —pregunta el oficial encargado que anota en su pequeño cuaderno frente a su escritorio.El sorbo que ha dado del whiskey sabe mucho más amargo al oír esa pregunta, y cansado ya de éste interrogatorio, Giancarlo vuelve a servirse un poco más.—Hace casi dos meses. —¿Cómo se dio cuenta?¿Por qué en cada pregunta ella tiene que estar? Indirectamente, la única que se había dado cuenta de eso fue ella.—Una trabajadora vio movimientos raros —no mira al oficial sino a la ventana—, ¿Qué más quiere saber? Necesito que las autoridades no clausuren mi empresa, ya el culpable está tras las rejas y tienen en sus manos mis cuentas.—Es el protocolo, señor Mancini. De todos modos la empresa está bajo revisión y si se paga al gobierno lo que se le debía y no hay otra sospecha de evasión, puede estar tranquilo que su empresa no irá a juicio.—Eso fue lo que escuché hace un par de días por su compañero y Fattoria Verde sigue igual. No
Su mundo se detiene por completo. En estos momentos lo que ahora siente es esa clase de conmoción que carcome las entrañas y todo rincón de su cuerpo.De su alma.De su mente. De su corazón.La turbación aturde sus oídos y ni siquiera sabe cómo reaccionar, qué decir, qué sentir. Sus manos tiemblan con el papel en la mano, y sus recuerdos se saturan hasta dejarlos polvos. Olvida quién es por un momento. Su boca entreabierta secan sus labios y ahora están tan blancos como el color de su blusa. Sus ojos, ya de rojos de tanto llorar pero sin moverse de su sitio, no dejan de ver el “POSITIVO” recalcado a lo grande del papel. Puede sentir las lágrimas bajando por sus mejillas, pero no puede sentirse a ella misma, nada de sus cinco sentidos corren como debe ser. —Angelina.Con su expresión pasmada tiene que ver a su madre. Genoveva la observa de una forma indescriptible. Pero cuando observa que su hija se pone de pie todavía en estado de shock, se acerca a ella para tomar su mano.—Angel
Mientras el aire se vuelve más tedioso e imposible de tomarlo en sus pulmones, sus dedos no aprietan el papel entre sus manos: lo rompen, lo rasgan. Clavados están los ojos de Giancarlo en ella, donde logra conseguir desgracia, perdición…¿Ilusión? No hace falta decir que su cuerpo flota en el limbo porque entre todas las cosas pasando en su vida tiene que ser ésta la peor de todas. ¿Cómo es que su corazón sigue latiendo? ¿Cómo no ha desaparecido todo su cuerpo al observar al único hombre que la ha hecho sentir viva?Al hombre que ama. A ese mismo que llegó bajo la tormenta de dos familias odiandose y bajo la sangre del poder que entre sus brazos ya había olvidado.Angelina duda. Duda de sí misma y de éste tiempo en la distancia de la soledad por no haber estado a su lado. Como si dudara, o como si quisiera desistir y pedirle una explicación por su falta de sensibilidad.Y todas las palabras que él le dijo regresan a su mente, golpeando e hiriendo por segunda vez. De tal manera es q
Casi no puede hablar. Su boca es reclamada por Giancarlo Mancini después…después de todo.¿Qué está ocurriendo? ¿Se trata de una pesadilla o un sueño? Y no pueden detenerse, realmente están lejos de lo que están destinados a hacer y no están dispuestos a detenerse. Con claridad comienza a sentir…que está cayendo al abismo. Lo único que la sostiene son los brazos de Giancarlo que, con fiereza, la rodean para no dejarla ahí. Primero se apodera de su cuello para intensificar el beso, y luego, con la mano en su muslo comienza a subir poco a poco hasta que Angelina tiene que soltarse de sus labios. —¿Por qué haces esto…? —Angelina intenta reunir fuerzas cuando cree que todo esto se desmoronará. ¿Es que ya no lo está? ¿Ya no está todo desmoronado desde el instante en que volvieron a verse?—Aquí soy yo el que pregunta —Giancarlo es quien la mueve para que se siente con las piernas de cada lado—, no vas a salir de ésta oficina sin que me digas todo lo que sabes de ese día.—Yo no tengo nad
Sus pasos no terminan pero para Angelina esto es una ruptura. Hasta aquí llegó ésta relación y no va a dar hincapié a cualquier palabra que Giancarlo le diga. Se siente usada, y como siempre, humillada. —Maldición —lo único que bota son lágrimas de rabia, mientras su mente, en la desesperación que acelera el pulso, sigue reproduciendo lo que acaba de vivir. —Detente. —Déjame en paz. Dejame en paz, por amor a Dios. Tan sólo vete —Angelina no quiere girarse a verlo, tampoco en desistir de lo que su corazón está llorando, sólo decepción. Más, mucho más que decepción—, yo no puedo seguir así. No quiero, no puedo. No quiero estar más contigo. —No digas eso —Giancarlo la llama desde su sitio pero entonces, le grite—, ¡Angelina! Baja la aceleración de su caminata para soltar una respiración por la boca y luego, para girarse a verlo. Giancarlo está herido, en el sentio que no le ha visto nunca esa mirada preocupada, resentida. Está ahí esperando otra respuesta. —¿Por qué te
Issie, asustada hasta la coronilla le pregunta ahora a dónde irán y en dónde se hospedarán.—Tú confía en mí, estaremos bien —es lo único que Angelina le responde a Issie. Cerca de las seis de la mañana, Angelina renta una casa cerca en una zona alejada, en Villa. Quiere lograr hacer tiempo hasta recibir una llamada, y dormir con tranquilidad en su nueva casa. La casa es perfecta para su gusto; usó efectivo en vez de tarjeta para que no se pueda rastrear ninguna de sus compras mientras esté aquí. Cuando está sentada en el porche, apenas ha dormido unas cuantas horas, y son las diez de la mañana. Issie se encargó de traer a algunas personas del servicio para que se encarguen de algunas tareas. Quiso prepararse el desayuno ella misma pero Issie se negó. Se ha terminado su té, apenas calmandose. Con su mano cerca de su frente observa el panorama de ésta visión que se convertirá en su mañana en estos meses, y ya no le salen las lágrimas. Sus ojos están hinchados por haber llorado en
—¿Está contigo…? —su voz en un hilo completo apenas es perceptible. Las manos que todavía están en su vientre se van hacia la puerta, y con horror observa a Eron de pie frente a ella—, ¿Giancarlo está contigo? ¿Está contigo…?—No, señora. El señor Mancini no está conmigo —Eron le responde con rapidez al ver su obvio terror desesperante. Es su turno de estar horrorizado al mirar—, señora.Angelina se traga la atadura que no le deja hablar y suelta el aire reprimido pero ya aliviado. Sin embargo, aún continúa paralizada en la puerta de su casa. —¿Eron qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? ¿Qué haces aquí? ¿Qué es lo que haces aquí y por qué estás en mi casa? ¡Dime!—Cálmate. Tienes que escucharme primero —Eron tiene la voz relajada y alza la mano para tranquilizarla—, pero necesitas entender que —y observa su vientre—, esto ha sido inesperado.Angelina no sabe qué decir. La palidez por imaginar a Giancarlo frente a ella y de ésta manera la carcomió. ¿Cómo sería ésta vez capaz de oculta
—Quiero estar a solas con mi esposa. Giancarlo apenas mueve el rostro. Eron todavía frente a Angelina mueve la cabeza para asentir y lo ve pasar por su lado.—Sabías que él estaba aquí —le escupe Angelina a Eron con ojos de decepción—, sabías y me engañaste.—Lo lamento, Angelina. Pero no fui yo quien te encontró, fue él —Eron se disculpa para dirigirse hacia la puerta que da la salida.Angelina acaricia su vientre, mirando a Genoveva que no parece afectada por lo que sucede. Y tampoco es tonta para no observar su reacción. A punto de hablarle, Genoveva la mira.—No —le responde Genoveva—, no sabía nada.Angelina baja los ojos hacia el suelo. Tomando aire y luego botando lo tanto que pueda.—Volveré en un momento.Angelina vuelve abrir los ojos, pero Genoveva ya no está, lo que significa que está completamente sola ahora con éste hombre…Lo único que la calma es respirar. ¿Pero cómo se supone que respirará si Giancarlo está aquí? ¿Frente a ella luego de miles de milenios lejos y a