—¡Cállate! Cállate, Gabriel. No hables más —y se zafa del agarre de Gabriel para tambalearse hacia la ventana—, ¿Por qué me dices esto? ¿¡Qué es todo?! ¿De qué estás hablando…?—Creeme, no soy quién a quién debes preguntarle. Sino a tu familia, pero para este momento todo el mundo debe estar sospechando de que tú eres…—Gabriel vuelve a acercarse hacia Angelina con tal de tomar sus brazos una vez más para acariciarlos—, el mayor fraude de la familia De Santis.—Por Dios…—Y que Genoveva sólo…utilizó el dolor de una madre que había pérdido a su hija para hacerla pasar por la suya. ¿No es eso cruel?—Basta —Angelina gime desconsolada—, nada de lo que dices es cierto, Genoveva es mi madre. ¡No tienes pruebas de nada! ¡No puedes probar nada! Yo soy una De Santis y lo que estás diciendo no son más que farsas. ¡Lárgate de una vez por todas!Gabriel se acaricia su labio con el pulgar y comienza a negar tal cual estuviera decepcionado.—¿Por qué crees que los rumores en la ciudad incrementaron
Angelina decidió quedarse en el hotel cerca de la plaza San Paolino mientras Marcelo trataba de mantenerla distraída con conversaciones que la hicieron sacar una que otra sonrisa. Luego se acercó a la recepción y reservó su cuarto. Le preguntó a Marcelo si quería tomarse algo pero éste dijo que no quería meterse en problemas. Angelina sólo respondio que todo estaba bien, y que no habría problema porque no está en una jaula ni mucho menos. Lo primero que hace ahora es quitarse sus tacones. —Deja de temer, vamos —Angelina pasa hacia la inmensa sala y se dirige hacia la pequeña nevera del lugar—, bingo, tienen un poco de vodka. —Señora, pero usted está embarazada, no puede beber —Marcelo advierte semipreocupado. Angelina se muerde la lengua rezongando dentro de ella y tiene que expresar. —Es para ti. Yo tomaré otra cosa —Angelina deja la botella en la mesa y se desploma en la silla con cansancio—, pero un sólo trago me vendría bien. —No lo creo —Marcelo niega de una buena vez y se
Desde el instante en que vio a Giancarlo por primera vez experimentó sensaciones nunca antes percibidas. Algo en él encendió en su cuerpo lo que no se le tenía permitido: deseo. Un hombre como él sólo estaba en su imaginación cumpliendo las más oscuras fantasías. Son fuego y agua. Son viento y marea. Ya no hay reglas que les digan a ambos que lo que hacen está mal. ¿Y por qué habría que estar mal? Él le había preguntado de quién era y ella contestó que suya. Ella le había preguntado de quién era él.Giancarlo contestó que era suyo.Lo sigue besando con ansias, con un deseo espectacular que aviva lo que apenas está conociendo con su esposo. La llamarada del deseo, del cuerpo volviéndose incapaz de pensar en algo concreto porque sólo existe la concupiscencia y esa llamada a la tentación, de donde casi nadie. Y tampoco quiere salir. Hunde sus uñas en el cabello de Giancarlo mientras su esposo baja los besos hacia su cuello acariciando ya la piel de sus nalgas, dándose la satisfacción
—¡Te he dicho que te vayas!—Y yo te he dicho que no me iré.Angelina se detiene al oírlo. Nada ha cambiado, todo sigue igual. Esa burbuja en donde sólo ellos dos imaginaba una vida sin resentimiento se esfumó.Ésta es la realidad. Y Angelina se está cansando de vivir en ésta realidad. Desesperada por la rabia se detiene frente a él y lo señala.—No voy a estar en el mismo techo que tú. En el techo de un mentiroso que sólo quiere darme órdenes como un perro.—¿Y qué es lo que quieres? —Giancarlo se enfrenta a ella con la misma rabia prepotente que no los deja a ambos en paz. Le agarra la muñeca para atraerla hacia él—, me dices mentiroso, a éste punto me odias y no estoy dispuesto a cambiar eso. Llevemos esto en paz, Angelina. No soportaré más tus berrinches.—¡¿Berrinches?! Deja de tratarme como si fuese alguien que sólo ha vivido en un techo con sirvientes, no sabes nada de mí. Te casaste conmigo por capricho pero nunca para ayudarme, y fui una tonta en creerte. Pero tampoco neces
Angelina tiene que volver a ocultarse en el arbusto tapándose la boca con sus dos manos con tal de no sollozar, pese a que la lluvia hace su trabajo de ocultar cualquier sonido. La camioneta se adelanta dejándola atrás y mientras sus lágrimas se confunden con las gotas de la lluvia Angelina está comenzando a llenarse de barro porque está en un terreno de tierra.No usará la carretera para escapar. Empieza a caminar dentro de la espesa vegetación para rodear la carretera y salir en las calles que la llevarán al centro. Es la única forma porque no se arriesgará a tomar el mismo camino.¿Su padre? Carlo Sorventi es quién estaba en esa camioneta…Angelina sigue corriendo lo más que puede porque el miedo de haber sido secuestrada aumenta la adrenalina y pasa por los árboles mirando hacia atrás logrando sostenerse de pie debido a las piedras. Se quita su gabardina porque debido a la lluvia pesa demasiado.¿Debe volver con Giancarlo? Ahora es la última persona en el mundo a quien le tiene
Cuando Giancarlo había encontrado a Gabriel en el carro, lo más probable es que Angelina haya pensado que le había hecho algo malo. Una vez Giancarlo mandó a callar de una buena vez a Gabriel, lo que hizo fue llevarlo en silencio hacia un lugar que Gabriel conocía muy bien. La antigua hacienda de los Mancini, en donde su hermano y padre de Gabriel vivió toda su vida. En el fondo Gabriel tenía un miedo que lo disimulaba con su frunce de ceño y con las manos apretadas y aún así Giancarlo no se dignaba a decirle una sola palabra. Giancarlo se bajó del auto, lo siguieron sus escoltas y por último Gabriel, en silencio y mirando a los escoltas de su tío con alerta.Lo mandó a que se sentara a su lado y en segundos quedaron solos los dos frente a un panorama de la ciudad excelsa y digna de un prestigioso reino como lo era la Fattoria Verde. Giancarlo bebió de su whiskey y Gabriel no se dignó en probar nada más, sólo observa con expresión dura a su tío y luego el paisaje.—¿Qué m****a quie
Hay un límite en temer de la muerte y sentir que ya se está muerto. Pero Angelina no puede descifrar qué es lo que realmente siente. Sólo divisa oscuridad, una horripilante oscuridad que la arrastra hacia el vacío.Un vacío donde está completamente sola. El bullicio golpea los sentidos haciéndola reanimar con fuerza, y comienza a sentir lo demás. Pese a no sentir la lluvia, el frío es mucho peor. Sus dientes tiritan debido a esto. ¿Dónde está? ¿Quién está hablando? ¿Por qué todo se siente…como si estuviera experimentando la muerte?Cuando finalmente abre los ojos el destello de la luz la ciega, y el olor peculiar le trae unos recuerdos espantosos.Un hospital. Sigue estando en los brazos de alguien desconocido pero se pregunta cómo llegó allí. —¡Necesito ayuda! —grita el hombre que la lleva. Angelina comienza a recuperar la consciencia pero no le salen las palabras para preguntarle. ¿Cómo la consiguió y qué sucedió con aquella anciana? Lo segundo que recuerda es su cuerpo en un
Carlo está lo bastante disgustado por la clase de órden que le está dejando bastante en claro Giancarlo Mancini, y aunque quiere responderle con el mismo tono que él consideró altanero, una segunda voz se oye entre ellos y Angelina, pese a estar demasiado dolorida, no puede evitar sentir un gran alivio.—¡Angelina!Es Genoveva quien aparece en el cuarto con desesperación. Al ver a su hija, se abalanza hacia ella sin importarle que haya pasado ciento de años desde que vio a Carlo. Su razón primordial es Angelina y su hija abre los brazos para recibirla.Siente la desesperación en el llamado de Genoveva y en su fuerte abrazo, demostrando que sigue siendo su madre a pesar de todo.En las facciones de Genoveva corre la preocupación y pregunta una y mil veces cómo está, qué es lo que siente tocando su rostro.—Estoy bien, mamá…—Por Dios —Genoveva vuelve a abrazarla—, vine corriendo desde el momento en que Giancarlo me avisó. Hija mía, oh, hija —Genoveva acurruca su rostro en sus dos manos