Al parecer la tensión nunca se acabará en ésta familia. Y ahora menos que ha tenido qué lidiar cara a cara con quien debió hacerlo en un principio, la madre de Giancarlo. No puede saber a ciencia cierta si es que todo lo que haga o piense tendrá una consecuencia pero cómo están las cosas lo más probable es que sea así. Éste matrimonio está lejos de ser lo que tiene qué ser pero Giancarlo cumplirá con su promesa y se marchará de éste lugar antes de que su propia familia se dé cuenta.Debería pedir un coche para ella sola pero ya observa a un escolta a las afueras del edificio listo para llevarla a su casa. ¿Cuál casa? No pertenece a ninguna de esas casas. No ha tenido un hogar, aunque su madre sigue siendo su madre, la quiere, la respeta. Pero no es amor de madre, es como si…tratara de evadirla. Angelina no quiere regresar a la mansión de los Mancini porque primero: hay un profundo odio en esas paredes que va quitarle el aliento si decide respirar su mismo aire y segundo: ahora que Ni
El estado de shock que la invade es severo. Todo está mal. ¿Qué acaba de decir? Angelina no dice nada a lo que escucha. Está demasiado aturdida para lo que está pasando ahora. ¿Cómo que…sabe de éste matrimonio falso? —Vicente. —Tan sólo di que no y yo desisto de una vez —Vicente se echa a reír por lo bajo y no tiene una expresión teñida de seriedad o de algo que pueda sospechar—, discúlpame, no quiero hacerte sentir incómoda, no es mi intención. Giancarlo confía en mí y es bastante obvio, lo conozco. Puedes confiar en que no le diré a nadie, y seré la tumba que ambos quieren que sea. Pero me parece que eso no impide que me aceptes un trago. Angelina cierra la boca de golpe y mira hacia otra parte. —No creo que sea prudente. Sigo siendo la esposa de Giancarlo para todo el mundo —Angelina se remueve bastante incómoda ahora de que éste hombre sepa la verdad. ¿Cómo puede confiar en alguien a quien apenas conoce? Si decide hacerlo estará arruinada, y todo su plan se irá directo a la bo
Inevitablemente el corazón de Angelina se detiene. Sería la primera vez que estaría desnuda frente a un hombre. Pero no tiene nada de malo que su propio esposo la vea desnuda. ¿Por qué tanto alboroto entonces? Por supuesto que estará disgustada de hacer eso. Y Giancarlo por muy esposo suyo que sea no la verá de esa forma. Angelina se cubre más su cuerpo y alza el mentón para desafiarlo. —Dijiste que no me obligarías a nada —se cruza de brazos—, no voy a desnudarme frente tuyo. Giancarlo se desata los botones de sus mangas y es su turno de alzar los ojos hacia ella. El hermoso zafiro que le devuelve la mirada con el toque celestial, como él lo llama, no lo dejan continuar por al menos unos tres segundos. Que para Angelina son tres milenios y ahora su saliva se seca cuando, mientras Giancarlo la mira fijamente, su esposo se quita su propia camisa y queda sin nada que cubra su pecho. —Es mi cuarto también. ¿En dónde se supone que voy a cambiarme? —Giancarlo mueve la silla hacia
Se supone que ni su mundo ni el mundo del hombre que la hace sentir de manera extraña jamás deberían coexistir, ni mucho menos acercarse de tal manera donde cada uno de los presentes observa con impresión, boquiabiertos y sin habla al detalle que todavía no se terminaban por creer, pero que con ésta demostración se ha vuelto verídico. De Santis y Mancini sólo han avivado el fuego.El beso es un caos ardiendo: colisiona su lengua con la suya y tiene que darle paso a las ansias de Giancarlo que desnuda por completo su pensamiento. El vaivén de sus lenguas es una batalla que no es justa porque él le quita el aliento hasta el punto de contener el jadeo porque si se atreve a soltarlo no verá la cara de Giancarlo sino con vergüenza por hacer algo así. Pero son ansias voraces lo que le dicen con exactitud que Giancarlo ha llegado a su vida para arruinarla y éste beso sólo es la espada que se incrusta en su pecho.Y sin embargo, lo disfruta. Quiere separarse de él y lo hace cuando ya no pue
Podría pensar en cualquier hombre como su padre menos Carlo Sorventi, pero una de las cosas que más odia su madre es que la contradigan, y no tiene tiempo para oír sus sermones. Pero no puede dejar pasar como sus manos se movían, en cómo sus ojos evitaban ver los suyos y en cómo cambió la conversación evadiendola por completo. Como si…evitara hablar de eso. ¿Y cómo Angelina no dudaría de su padre si ni siquiera se digna en aparecer? —Mucho pensamiento, ¿No crees? —Cecilia aparece detrás de ella y Angelina vuelve a tomar la copa, sonriéndole—, ¿Cómo te va la vida de casada? —Es mejor dejarlo en incógnita. Pero no te cases nunca —Angelina sonríe hacia las felicitaciones y un par de conocidos—, al menos no con un Mancini. —Creeme, lo considero —Cecilia observa sobre su hombro para mirar como Giancarlo se acerca y le es inevitable no sonreír—, formalmente no hemos hecho una cena familiar pero en nuestra casa. Te aseguro que mucho de los nuestros quieren conocer al hombre que le quitó
Posiblemente haya sido una catástrofe lo que sucedió anoche entre ellos dos, pero ésta mañana hay algo que la tensa. Todos los Mancini están desayunando en el salón. En la silla principal se encuentra Giancarlo que prueba su comida mirando hacia al frente y Angelina a su lado, pero no se han dirigido la palabra ni para los buenos días.Nina también. Y todos los demás. Incluso Vicente está aquí hoy. Si Angelina estaba sintiendo una tensión en ésta mañana se debe solamente por una cosa que no puede pasar desapercibida, la mirada de Magdalena.Su cuñada suelta el tenedor, pone los codos en la mesa y cruza los dedos en un típico gesto de superioridad.—¿Por qué Damiana De Santis no asistió ayer a la fiesta? —pregunta, y en un santiamén recibe la mirada de todos los presentes.Aurora se limpia las comisuras con el mantel. Úrsula la mira indiferente. Isabella sigue con la mirada en su plato. Vicente da un sorbo al zumo de naranja. Y los otros primos de Giancarlo también se dignan a verla c
Deseo, odio, conmoción. Una llamarada intensa de emociones que rasgan sus pulmones y hacen que su sorpresa se vuelva débil, lo único que ahora siente Angelina es aquella corriente que sube por su vientre y vuelve a crear el cosquilleo que delata a todo su cuerpo. Clava las uñas en los antebrazos de la silla y apenas han pasado segundos. Está en cautiverio y no saldrá de aquí tan fácilmente. —¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que un hijo? —Angelina sube la mano y la coloca en donde Giancarlo la tiene muy deliberadamente. En su pecho y puede sentir el roce tras la tela de su vestido—, ¿Cómo que un hijo…?Giancarlo sólo aumenta la presión en su pecho, encerrando su seno en la palma de su mano y Angelina necesita tomar aire para no trastabillar incluso estando en sus piernas.—Vas a bajar y le dirás a todos que esperas un hijo mío.—¡Estás loco! ¡Me dijiste que no íbamos a tener un hijo nunca! Que nunca ibas a tocarme —está quedándose sin aliento y es muy probable que Giancarlo saque provecho
Angelina mira hacia el techo con las manos en la cintura en un desesperado intento por controlar lo que siente: impotencia, rabia y decepción. Todo eso por sí misma, ni siquiera por Giancarlo. Sus palabras son claras. “No te tocaré si no me lo pides.” Y lo había demostrado con el simple hecho de besarla allá abajo pero sin tocar su piel, lo había demostrado tocándola y dándole placer pero sin hacerle llegar al clímax.Giancarlo es una bestia, un ser que ordena y mantiene todo bajo su control porque es un controlador de los mil demonios y eso la enfurece. ¿Quién se cree para hacerle todo eso y seguir como si nada? Pero esta guerra no se acabará hasta que ella lo decida, y se lo dejará muy en claro.Quien había tocado la puerta fue Benedetto y se marchó con su jefe. Hay otro segundo toque y Angelina baja la mirada.—Adelante, Issie —habla Angelina ya con una voz más calmada. Lo que sucedió aquí fue apenas la punta del iceberg, la primera mordida al pastel y el primer escalón para bajar