Se supone que ni su mundo ni el mundo del hombre que la hace sentir de manera extraña jamás deberían coexistir, ni mucho menos acercarse de tal manera donde cada uno de los presentes observa con impresión, boquiabiertos y sin habla al detalle que todavía no se terminaban por creer, pero que con ésta demostración se ha vuelto verídico. De Santis y Mancini sólo han avivado el fuego.El beso es un caos ardiendo: colisiona su lengua con la suya y tiene que darle paso a las ansias de Giancarlo que desnuda por completo su pensamiento. El vaivén de sus lenguas es una batalla que no es justa porque él le quita el aliento hasta el punto de contener el jadeo porque si se atreve a soltarlo no verá la cara de Giancarlo sino con vergüenza por hacer algo así. Pero son ansias voraces lo que le dicen con exactitud que Giancarlo ha llegado a su vida para arruinarla y éste beso sólo es la espada que se incrusta en su pecho.Y sin embargo, lo disfruta. Quiere separarse de él y lo hace cuando ya no pue
Podría pensar en cualquier hombre como su padre menos Carlo Sorventi, pero una de las cosas que más odia su madre es que la contradigan, y no tiene tiempo para oír sus sermones. Pero no puede dejar pasar como sus manos se movían, en cómo sus ojos evitaban ver los suyos y en cómo cambió la conversación evadiendola por completo. Como si…evitara hablar de eso. ¿Y cómo Angelina no dudaría de su padre si ni siquiera se digna en aparecer? —Mucho pensamiento, ¿No crees? —Cecilia aparece detrás de ella y Angelina vuelve a tomar la copa, sonriéndole—, ¿Cómo te va la vida de casada? —Es mejor dejarlo en incógnita. Pero no te cases nunca —Angelina sonríe hacia las felicitaciones y un par de conocidos—, al menos no con un Mancini. —Creeme, lo considero —Cecilia observa sobre su hombro para mirar como Giancarlo se acerca y le es inevitable no sonreír—, formalmente no hemos hecho una cena familiar pero en nuestra casa. Te aseguro que mucho de los nuestros quieren conocer al hombre que le quitó
Posiblemente haya sido una catástrofe lo que sucedió anoche entre ellos dos, pero ésta mañana hay algo que la tensa. Todos los Mancini están desayunando en el salón. En la silla principal se encuentra Giancarlo que prueba su comida mirando hacia al frente y Angelina a su lado, pero no se han dirigido la palabra ni para los buenos días.Nina también. Y todos los demás. Incluso Vicente está aquí hoy. Si Angelina estaba sintiendo una tensión en ésta mañana se debe solamente por una cosa que no puede pasar desapercibida, la mirada de Magdalena.Su cuñada suelta el tenedor, pone los codos en la mesa y cruza los dedos en un típico gesto de superioridad.—¿Por qué Damiana De Santis no asistió ayer a la fiesta? —pregunta, y en un santiamén recibe la mirada de todos los presentes.Aurora se limpia las comisuras con el mantel. Úrsula la mira indiferente. Isabella sigue con la mirada en su plato. Vicente da un sorbo al zumo de naranja. Y los otros primos de Giancarlo también se dignan a verla c
Deseo, odio, conmoción. Una llamarada intensa de emociones que rasgan sus pulmones y hacen que su sorpresa se vuelva débil, lo único que ahora siente Angelina es aquella corriente que sube por su vientre y vuelve a crear el cosquilleo que delata a todo su cuerpo. Clava las uñas en los antebrazos de la silla y apenas han pasado segundos. Está en cautiverio y no saldrá de aquí tan fácilmente. —¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que un hijo? —Angelina sube la mano y la coloca en donde Giancarlo la tiene muy deliberadamente. En su pecho y puede sentir el roce tras la tela de su vestido—, ¿Cómo que un hijo…?Giancarlo sólo aumenta la presión en su pecho, encerrando su seno en la palma de su mano y Angelina necesita tomar aire para no trastabillar incluso estando en sus piernas.—Vas a bajar y le dirás a todos que esperas un hijo mío.—¡Estás loco! ¡Me dijiste que no íbamos a tener un hijo nunca! Que nunca ibas a tocarme —está quedándose sin aliento y es muy probable que Giancarlo saque provecho
Angelina mira hacia el techo con las manos en la cintura en un desesperado intento por controlar lo que siente: impotencia, rabia y decepción. Todo eso por sí misma, ni siquiera por Giancarlo. Sus palabras son claras. “No te tocaré si no me lo pides.” Y lo había demostrado con el simple hecho de besarla allá abajo pero sin tocar su piel, lo había demostrado tocándola y dándole placer pero sin hacerle llegar al clímax.Giancarlo es una bestia, un ser que ordena y mantiene todo bajo su control porque es un controlador de los mil demonios y eso la enfurece. ¿Quién se cree para hacerle todo eso y seguir como si nada? Pero esta guerra no se acabará hasta que ella lo decida, y se lo dejará muy en claro.Quien había tocado la puerta fue Benedetto y se marchó con su jefe. Hay otro segundo toque y Angelina baja la mirada.—Adelante, Issie —habla Angelina ya con una voz más calmada. Lo que sucedió aquí fue apenas la punta del iceberg, la primera mordida al pastel y el primer escalón para bajar
Damiana demuestra su visible orgullo por oírla hablar de tal manera, y para Angelina ahora su intención es que Damiana crea lo que Angelina quiere que crea, por lo tanto sigue en pie su liberación incluso de Giancarlo Mancini por haberle mentido, y de Damiana. Nadie la ayudará y tiene que jugar sus propias cartas. —Eso es —Damiana le acaricia la mejilla—, me alegra mucho de que te hayas dado cuenta que nuestros deseos se ven interrumpidos mientras los Mancini sigan de pie. Hija mía, eres tal cual lo imaginé. Una mujer astuta.Angelina observa los ojos de su abuela con decepción. La misma Damiana es quien la ha empujado a hacer esto. —Sí…—murmura Angelina mientras que por dentro se muere del dolor—, es lo único que me has enseñado, abuela…—Cuando tengas a tu hijo harás lo inevitable para salvarlo porque la familia está primero. Me siento orgullosa de ti, Angelina. Incluso más que tu propia madre —Damiana quita la mano de la mejilla de su nieta cuando alguien las interrumpe.Angelina
Angelina entreabre los labios una vez escucha al bartender. Es la primera vez que oye algo así proveniente de su familia pero una cosa si es cierta, y es que Damiana hace todo lo que está al alcance de sus manos para ocultar cualquier chisme que tenga que ver con su familia, pero por más que intente no puede controlar a una ciudad entera. Se remueve en su asiento intentando calmar la sorpresa y baja los ojos hacia el trago tratando de formular una respuesta concreta a tan severo rumor.—Se ha venido diciendo desde hace antaño, señora, pero por un tiempo se detuvo —el bartender prosigue con su pequeño discurso sin darse cuenta de la reacción que por dentro está tratando de controlar—, perdoneme pero tampoco quiero ser imprudente.—Está bien —inevitablemente Angelina siente curiosidad ahora más que nunca—, ¿De dónde ha salido ese rumor?El bartender la observa un tanto sorprendido y a la vez cauteloso porque habla con la nieta de Damiana, pero se ha dicho que Angelina De Santis es una
Como no está Marcelo para llevarla a la casa de los De Santis, Angelina pide un taxi a las afueras del bar. Todavía no se le olvida lo que debe llevarle a su abuela y por muy contrariada que se encuentre, necesita hacerlo al menos en lo que le queda de tiempo.¿Realmente no la ayudará y tampoco la dejará irse de su lado? ¿Quién se cree que es para verle la cara de idiota? Observa la paca de papeles oculta en su cartera no más que con rabia y ante la rabia toma un suspiro, indicandole al taxi a donde ir. No ha pisado su antigua casa desde que se casó con Giancarlo y en estos momentos su hogar parece ahora el refugio que por años creyó que era una prisión. No obstante, Angelina se toma el tiempo en rememorar todo lo que ha pasado aquí y en este lugar, porque todavía recuerda cuando fue la primera vez que conoció a Gabriel.Y la primera vez que conoció a Giancarlo…“Angelina había cumplido los 24 días antes y la preparación de la boda duraría cinco meses. Gabriel también quedó impresio