18. Dañino y celestial
Inevitablemente el corazón de Angelina se detiene.

Sería la primera vez que estaría desnuda frente a un hombre. Pero no tiene nada de malo que su propio esposo la vea desnuda. ¿Por qué tanto alboroto entonces? Por supuesto que estará disgustada de hacer eso. Y Giancarlo por muy esposo suyo que sea no la verá de esa forma.

Angelina se cubre más su cuerpo y alza el mentón para desafiarlo.

—Dijiste que no me obligarías a nada —se cruza de brazos—, no voy a desnudarme frente tuyo.

Giancarlo se desata los botones de sus mangas y es su turno de alzar los ojos hacia ella. El hermoso zafiro que le devuelve la mirada con el toque celestial, como él lo llama, no lo dejan continuar por al menos unos tres segundos.

Que para Angelina son tres milenios y ahora su saliva se seca cuando, mientras Giancarlo la mira fijamente, su esposo se quita su propia camisa y queda sin nada que cubra su pecho.

—Es mi cuarto también. ¿En dónde se supone que voy a cambiarme? —Giancarlo mueve la silla hacia
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