Con una mano en la cintura, caminando de un lado a otro, escuchando lo que Cameron le decía entre lágrimas, no podía creer que el destino fuera tan injusto como para hacerle eso. No quería estar atrapado con una mujer como ella. Alguien que había pisado su orgullo, pero había algo en su corazón que no le permitía desecharla.Había noches en las que aún recordaba el primer y último beso, la noche en que fue a buscarla sólo para encontrarla con Ace. Aquella noche estaba tan borracha que todo lo que pasó entonces debió ser consecuencia de aquello. Aun así, Diego no tuvo el valor de aprovecharse de eso. A diferencia de Cameron, él sí sucumbió ante ella.Después de lo que Cameron le había declarado, inmediatamente le pidió que lo esperara en la sala de reuniones ya que su abuelo estaba allí y ella no quería que se enterara. Según ella, no quería provocarlo de mala manera.—Entonces, eso es todo, Diego. No puedo decirle a mi abuelo que me estoy muriendo porque quiero creer que tengo una opo
Con el paso del tiempo, Cameron empezó a superar sus problemas, a dejar atrás el pasado y a centrarse en su verdadero presente, donde Ace le ofrecía todo lo que necesitaba para confiar en que vendrían cosas mejores. Por supuesto, no le había resultado fácil criar a ese niño por el que rezaba cada noche. Cuanto más tiempo pasaba con él, más unida se sentía a él. Era un bebé tan amable. Estaba segura de que si hubiera podido tener bebés por su cuenta, habrían sido exactamente como la mujer que empezó a andar y a pronunciar ciertas palabras.Ace la había visto luchar cada noche. Había momentos en los que nada era fácil y perfecto a pesar del amor que sentía por él incluso cuando no era su hijo. El pequeño Gadriel había enfermado de gripe un par de veces y allí había descubierto que el pequeño Gadriel era un poco delicado cuando se trataba de estar enfermo.Poco a poco, Ace empezó a ver más profundo en ella. No era el bello rostro con el que se enfrentaba al mundo, no era la necesidad que
Tomando su mano entre las suyas, Diego escuchó lo que Camila quería decirle. Claro que él no sabía que era ella la que mentía. Sólo que prefería creerle a esa parte de Cameron antes de creerle a la que llegó a su casa, reclamando cinco minutos de su tiempo para abrirse a él.—No sabía que tenía una hermana. Juro que no lo sabía. Dio la casualidad de que la encontré un día en una de las cafeterías más famosas de la ciudad. Estaba con un hombre. Era tan diferente. Somos tan diferentes. La primera vez que la vi, fue difícil. No sabía cómo actuar. Pensé que todos me habían mentido. Incluso la culpé a ella porque fue entonces cuando lo entendí todo. Creía que me habías visto bailar cuando la verdad era que habías visto a mi hermana. Sentí que lo había perdido todo por su culpa. En ese momento, me había reencontrado con Bastián. Como él te dijo, nada fue igual después de nuestro matrimonio. Algo había cambiado en mi corazón. Diego, tú crees, ¿verdad? —Camilla miró a Diego a los ojos.Siendo
TRES AÑOS DESPUÉS Cogiendo la llamada en cuanto Diego entró en el baño, Camila dijo;—¡Bastián! ¿Por qué insistes en lo mismo? Ya te dije que no podía hablar contigo.—No has contestado mis llamadas, querida Cam. ¿Qué voy a hacer? La mercancía está lista para ser exportada. ¿Qué voy a hacer, ah?—¡Shhh!¡No necesito que me sigas recordando lo que tengo que hacer!—Se está haciendo tarde, Cam. Se está haciendo tarde. Y si no...—No vuelvas a atreverte a amenazarme como la última vez. Déjame recordarte que no serías tan poderoso como eres si no hubiera sido por mí.La risa de Bastián se oyó desde la otra línea. —¿Ah, sí? Ahora me dices que es a ti a quien debo respetar porque si no hubiera sido por ti no estaría en este lugar. Bueno, creo que te olvidas de la parte en la que te encontré a ti en vez de a Cameron y eso te permitió hacer exactamente lo que le estás haciendo a Diego Ferrer.—¡Que te jodan!—Oye, oye, la señora Cameron no diría cosas así.—Déjame en paz. Cuando esté lista te
CANADA Al llegar a uno de los centros comerciales más famosos de la ciudad, un coche se detiene ante la puerta corredera de cristal. Del coche se bajó una mujer de unos 30 años, y en su mano la manita de un niño de cinco años.El pelo castaño recogido, el traje negro con tacones negros. En su brazo derecho el bolso rojo a juego con las gafas de sol. Incluso su suave maquillaje le daba ese toque de misterio que necesitaba para enfrentarse a todas las personas que se habían aprovechado de ella. Pero claro, ese día no iba a ser en el que se presentara delante de su marido y de su querida hermana, la que también la tomó por tonta. Ahora, el tiempo la había cambiado. Ya no era la misma tonta. Ahora, habían pasado tres años y no se habían ido en vano.—Mamá, ¿por qué estamos aquí? —Preguntó Gadriel en cuanto sus ojitos verdes bailaron a su alrededor.Ni que decir tiene que a Gadriel le aburría la idea de pasear por aquel centro comercial. Seguramente, no iba a haber nada divertido por allí
Camilla sonrió. Por supuesto que estaba tan sorprendida como su hermana por haberse encontrado allí en tales circunstancias. Pero la diferencia era clara, la verdadera Cameron no tenía nada que ocultar, y sería un placer hablar con ella y con el mundo que había dejado allí hacía tres años, pero también sabía que no era el mejor momento.Poniéndose las gafas de sol para no revelar aún su identidad, sonrió y se levantó. Lentamente, se dio la vuelta. Era otra mujer. Era imposible que Diego la reconociera. —¡Papi! —Dijo la niña, corriendo hacia su padre.—¡Oh! ¡Mi amor! —Diego levantó a su hija.—Papi, estaba perdida. Este es mi nuevo amigo. Quería adoptarme. Su mamá iba a empezar a buscarte. Papi, ¿puedo invitar a mi nuevo amigo a nuestra casa? Puedo pedirle a Rose que nos prepare un postre delicioso.Por una extraña razón Diego sintió la necesidad de prestar atención a la mujer que tenía delante y, por primera vez, no centrarse en lo que más quería. A su hija. Por primera vez lo que e
Era la tercera vez que intentaba ponerse en contacto con él, pero el hombre nunca contestaba.—En cuanto oigas este mensaje, llámame. Tenemos un gran problema —dijo Camilla al teléfono, y luego envió el mensaje.Caminando de un lado a otro en su habitación, había muchos pensamientos dando vueltas en su cabeza. Cameron había vuelto. La verdadera Cameron estaba allí, en Canadá. Los secretos estaban a punto de salir a la luz. Ella no era Cameron. Pero había algo que no podía quitarse de la cabeza y era la sonrisa que Cameron le dedicó como si se estuviera burlando de ella, o le había dicho que venía a por ella.... Ella no lo sabía. Esa sonrisa, esa sonrisa tenebrosa era lo que no podía quitarse de la cabeza.Temblorosa, Camila buscó el frasquito de pastillas que siempre tomaba cuando se sentía nerviosa, ansiosa, feliz, insomne, relajada... Lo cierto era que ya era adicta a las pastillas.—¡No me vas a quitar nada, Cameron! Te lo juro por Dios. Cuando Diego y su hija llega
UN DÍA DESPUÉS La sala de reuniones ya estaba ocupada por las personas a las que se había pedido que asistieran en ese día tan importante. Algunos problemas habían surgido en los últimos 30 días y los accionistas estaban allí para escuchar las nuevas soluciones que Diego Ferrer tenía para ellos.Allí se escucharon murmullos y comentarios. Los accionistas comparaban su información puesta en los documentos y opiniones mientras el Sr. Ferrer no apareciera. Iba a ser grande el día porque si había algo seguro era el hecho de que los accionistas no iban a permitir que el Sr. Ferrer manejara la empresa a su antojo. Necesitaba escucharles. La empresa había pasado por mucho y había aguantado mucho más gracias a los mismos titulares.Mientras tanto, en el pasillo principal de la empresa y el que conducía a la sala de reuniones, apareció un hombre bien vestido con tres hombres más vestidos con trajes negros y auriculares walkie talkie escoltándole. Diego sabía que nada bueno iba a salir de aque