UN DÍA DESPUÉS La sala de reuniones ya estaba ocupada por las personas a las que se había pedido que asistieran en ese día tan importante. Algunos problemas habían surgido en los últimos 30 días y los accionistas estaban allí para escuchar las nuevas soluciones que Diego Ferrer tenía para ellos.Allí se escucharon murmullos y comentarios. Los accionistas comparaban su información puesta en los documentos y opiniones mientras el Sr. Ferrer no apareciera. Iba a ser grande el día porque si había algo seguro era el hecho de que los accionistas no iban a permitir que el Sr. Ferrer manejara la empresa a su antojo. Necesitaba escucharles. La empresa había pasado por mucho y había aguantado mucho más gracias a los mismos titulares.Mientras tanto, en el pasillo principal de la empresa y el que conducía a la sala de reuniones, apareció un hombre bien vestido con tres hombres más vestidos con trajes negros y auriculares walkie talkie escoltándole. Diego sabía que nada bueno iba a salir de aque
Apoyando la cabeza en su pecho, Camilla -la verdadera Camilla- jugaba con uno de sus rizos mientras escuchaba lo que Bastián tenía que decir. Sin duda para decir que eran el uno para el otro. Sólo la manta blanca—Ya te lo he dicho. Tienes que ser más... ya sabes, ¿verdad? Un poco más complaciente con él. Tienes que hacerle saber que también puedes ser tu hermana. Hay una parte importante de Cameron en ti.Camilla encendió su cigarrillo. —Sí, no voy a perder nada de lo que he conseguido en estos tres años. Necesito heredar todo lo que el abuelo tiene para mí.—Bueno, veo que estás perdiendo el tiempo.—¿Por qué?—Porque si tu hermana ya está aquí, deberíamos empezar a planear algo.—Necesito saber en qué obra va a estar. Necesito conocerla después de esos tres años. Entonces, podré hacer mis movimientos—. Camilla se encogió de hombros. —Eso es exactamente lo que más me gusta de ti—. Y entonces, el hombre se incorporó en Camilla, besándole el cuello y haciéndola soltar una risita.Ca
UNOS DÍAS DESPUÉS Habían pasado algunos días desde que Ace y Cameron como Camilla habían llegado a aquella empresa. Eran los accionistas mayoritarios, así que tenían que estar allí, e incluso el segundo accionista mayoritario -un anciano que veía potencial en Cameron para liderar la empresa con Ace y, por supuesto, Diego- les propuso a Ace y Cameron un lugar en la empresa donde trabajar codo con codo con Diego Ferrer y hacer que aquello funcionara. Cameron no rechazó la oferta. Necesitaba estar cerca de ese hombre para hacerle pagar por lo que había hecho. Necesitaba acercarse a su hermana gemela. A diferencia de la verdadera Camilla, no sabía cómo actuaría su hermana. Con una carpeta en las manos, se dirigió al despacho donde la esperaba el director general de la empresa. Mientras tanto, el mismo hombre que no podía quitarse de la cabeza la vívida imagen de Camilla como Cameron y la forma en que Cameron en su casa se había convertido en una mujer más dulce, que era un poco loco y
En la cocina, donde Ace y el pequeño se afanaban en preparar la pasta que el bebé había prometido a su madre que estaría en la mesa en cuanto ella regresara, Ace y Gadriel disfrutaban de su tiempo juntos. Entre risas y sonrisas, Ace se sintió realmente el padre de aquel niño. Eso era exactamente lo que quería para su mujer. Una familia encantadora. Una mujer que pudiera quererle a él y a su hijo. Parecía que Ace por fin podía perdonar a Diego por lo que había hecho en el pasado. Ahora, Diego podía continuar con su vida y Ace dedicar todo su tiempo a la pequeña familia que Cameron y él habían construido durante esos tres años.—¿Papi? —El pequeño llamó su atención. —¿Mmmm? —Respondió Ace mientras freía la carne que iba a acompañar la pasta.—¿Por qué no tenemos fotos tuyas y de mi mami vestida con un largo vestido blanco? Todas las casas a las que he ido tienen estas fotos. ¿Es normal que mamá y tú no se hayan vestido así? Ace se sintió un poco incómodo. Claro que quería dar el sigu
Subiendo las escaleras, Diego se masajeó la comisura derecha del labio, estaba sangrando, le sangraba la nariz, los labios y la mejilla derecha. Todavía le costaba pensar en lo que había descubierto. No había manera de que pudiera soportar eso. Arrepentimiento y remordimiento. Eso era todo lo que sentía su corazón. Cuando Diego estaba en el segundo piso de aquella gran casa, caminando por el pasillo, se topó con alguien. Entre todas las personas que podía haber visto aquel día, tenía que ser ella. Sus ojos se abrieron de par en par. Camila, embutida en una toalla blanca, jadeó al ver la cara de Diego sangrando. Diego no sentía nada bueno por ella. Verla así, con los ojos mostrando la preocupación que nunca sintió por él ni por la hija de ambos le daba ganas de coger a esa mujer allí mismo y ponerla de rodillas mientras le hacía confesar todas las cosas que había hecho para estar allí y quitarle lo que era la vida a Cameron. Simplemente la odiaba porque ella no era Cameron. Ella er
Cuando Diego salió de la casa donde había visto a Cameron por primera vez en casi cuatro años como la verdadera Cameron, no pudo evitar girarse y sonreír. —Juguemos a un jueguito, Cam. Todo llegará a su lugar—. Entonces, Diego subió a su coche. En la casa donde Diego había dejado a Cameron, ella no pudo evitar llorar. Habían pasado más de tres años y Diego nunca se había dado cuenta de que quien estaba a su lado no era Cameron. Era una maldita usurpadora que le había arrebatado toda su vida. Ahora, ella tenía una respuesta a esa pregunta que Ace le había hecho hace unos días. Seguía enamorada de Diego. Seguía enamorada del hombre que creía que la había visto diferente. De otra manera. Alguien que no quería aprovecharse de ella. Alguien que simplemente la amaba por lo que era, o al menos, eso era lo que ella pensaba. Tal vez, ese era su destino. Ser el tipo de mujer que siempre fue impotente, que aún ponía su corazón en juego, que aún era una ingenua en este mundo lleno de locura y e
—Gracias. Que tenga un buen día —dijo Cameron con una sonrisa en la cara, dándose la vuelta después de haber recibido su café. Leyó la hora en su reloj de pulsera. Luego, miró a su alrededor. No había ninguna señal del hombre que debía hacer aquel viaje con ella. Ella sólo esperaba que Diego llegara a tiempo. Negando con la cabeza y sorbiendo su café, continuó su camino hacia la mesa más alejada para disfrutar de su café y del libro que había llevado a ese viaje, cuando de repente, alguien pasó a su lado, golpeando su hombro y haciendo que parte del café se derramara sobre su vestido. —¡Dios mío!— expresó Cameron algo enfadada. —Lo siento mucho, señora. Sólo estaba... por favor, déjeme invitarle un café. —Por favor, tenga cuidado al caminar. —Lo sé, lo sé. Por favor, déjeme invitarle un café. No estaba prestando atención. Por favor, señora. Sígame a mi mesa y déjeme hacerlo. Sé que fue un error mío!— repetía el hombre de las gafas de sol y la bufanda marrón. Por alguna ra
Había pasado alrededor de una hora desde que la niña había ingresado en el hospital. El Sr. Ferrer y el Sr. Milán estaban fuera esperando respuestas cuando llegó la madre de Diego. Todavía era el momento en que Cameron no se había atrevido a atender las llamadas de su abuelo y su abuelo político. —¿Qué pasó con mi Tita? —preguntó la mamá de Diego. Ambos se pusieron de pie. —Es muy bueno tenerte aquí, Renata—. Dijo el señor Ferrer. —Por favor, no empieces otra vez. Señor Ferrer. ¿Qué pasó con mi bebita? ¿Dónde está? ¿Dónde está Cameron? ¡Sabía que no iba a ser una buena madre para mi niña! ¿Dónde está Cameron? Necesito hablar con ella—. Renata continuó. —Cameron no está aquí todavía. —¿Qué? ¿Qué ha dicho, señor Ferrer? ¡No! ¡Tiene que estar bromeando! ¡Sabía que iba a ser este tipo de mujer! ¡Le dije a mi hijo que no se casara con alguien como ella!—¡Ya basta, Sra. Ferrer!— la interrumpió el señor Milán. Renata sonrió sarcásticamente. —¿Qué? ¿No te sientes bien oyendo qué clase