VENENO

Christopher toma la decisión de abandonar el lugar, Eda no le había vuelto a dirigir ninguna mirada, unos minutos después la camioneta negra de Christopher Davenport rugía suavemente mientras recorría el camino hacia la mansión. Christopher tenía ambas manos firmemente en el volante, y las venas de sus brazos sobresalían ligeramente con cada movimiento. Eda, sentada en el asiento del copiloto, no podía apartar la vista de sus manos. Había algo hipnótico en la fuerza que irradiaban, en la tensión que parecía contener cada músculo, para ella fue imposible no recordar cómo aquellas mismas manos se entrelazaban con las suyas mientras Christopher le hacía suya una y otra vez en la noche.

Sin embargo, cuando sintió el calor subir a sus mejillas, rápidamente desvió la mirada hacia la ventana. ¿Qué me pasa? se preguntó en sus adentros, tratando de calmarse. Pero su corazón pareció detenerse cuando el sonido del teléfono de Christopher irrumpió en el silencio.

El hombre apartó una mano del vol
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