HAZLO CON ELLA TU TAMBIÉN

—Pequeña zorra —espetó con amargura cuando Verónica siguió en silencio—. Tienes el coño muy mojado. Mírate. Escúchate.

Observé cómo le daba una bofetada entre los muslos, justo encima de su centro. Escuché el sonido, escuché el sonido húmedo que hizo su coño cuando la golpeó allí.

El cuerpo de Verónica saltó y tembló ante el asalto.

Varousse se rió. —Esto te ha puesto aún más mojada—.

Ella se retorció, tratando de zafarse de su agarre y a la vez tratando de acercarse a él. Las drogas estaban afectando su sentido, su cuerpo no le pertenecía y, sin importar cuánto lo intentara, su mente no funcionaba a su favor.

Varousse gruñó y le metió dos dedos en el interior. —Ah, joder, Velbert. Si pudieras sentir lo bien y lo apretada que se estira alrededor de mis dedos.

Me quedé en silencio, tragándome mi ira... mi autodesprecio... mi necesidad de mutilar y matar.

Verónica empujó con más fuerza la mano de Varousse y casi pude oír sus gemidos desesperados. Vi que sus ojos se oscurecían... malvado
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