ESTOY BIEN AMOR

—Estoy bien —respondió ella rápidamente, frunciendo el ceño—. Estoy bien.

La miré a los ojos en busca de alguna mentira, pero no vi nada. —¿Lo eres?—

Me acarició la mejilla con el pulgar y tomó entre sus manos mi tensa mandíbula. —Velbert, por favor, créeme. Estoy bien.

A Verónica se le quebró la voz y dejó de hablar. Me acerqué a la mesita de noche, tomé el vaso y se lo entregué. Ella bebió el agua de un trago con un suspiro de alivio. —Gracias—, dijo sin pronunciar palabra.

Dejé el vaso vacío en la mesita de noche. —De nada.—

—Puede que no me creas, pero…—

Entrelacé nuestras manos cuando ella hizo una pausa. —¿Qué pasa?—

Verónica apartó la mirada de mi rostro y se fijó en la pared más alejada. —Varousse me ha profanado de muchas maneras y muchas veces. Esto no era nuevo para mí. Me duele decirlo, pero ya me he acostumbrado. Sé qué esperar y sé cómo fortalecerme. Sé cómo seguir adelante. Me obligo a olvidar y me gustaría centrarme en ti... en nosotros.

Sus palabras se estrellaron con
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