LOS DOS EN LA DUCHA

Verónica estaba de espaldas a mí cuando me uní a ella en la ducha y cerré las puertas de vidrio empañadas detrás de mí. Se acercó más y soltó una risita cuando le froté las caderas húmedas y los brazos enjabonados con las manos. Tenía la piel sensible y cosquilleante.

Olía a vainilla y manzanilla, su aroma favorito para usar como champú y crema de ducha. Era dulce y natural. Eso me encantaba de ella.

Cuando mis labios rozaron el punto sensible detrás de su oreja, sus muslos temblaron y dejó escapar un suspiro entrecortado. Extrañaba verla así. Abierta y despreocupada. Feliz y sonriente. Los últimos días habían sido una maldita pesadilla. El solo pensarlo me dejó con un dolor sordo en el pecho y tuve que sacudir la cabeza, obligándome a alejar todos los malos y feos recuerdos.

En cambio me concentré en ella.

—Si nos duchamos juntos todos los días, ahorraríamos agua —murmuré en el oído de Verónica.

Ella soltó una risa altiva. —No creo que funcione así. Tengo la sensación de que terminar
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