AHORA ERES MÍA

Varousse se rió a mi lado. Una risa oscura y mortal.

Pero yo solo sonreí como respuesta. Me incliné, tomé un pezón y lo pellizqué entre el pulgar y el índice. Ella no se inmutó, pero seguí mirándola a los ojos, esperando que viera mis mentiras y mi verdad.

—Varousse tenía razón. Eres un buen juguete sexual. Y ahora mírate, eres una puta sucia—.

Ella tragó saliva con fuerza y ​​yo recorrí con la mirada su piel, cubierta por espesos cordones de mi semen.

—Hermoso —murmuré.

Lo siento, perdóname.

Verónica no me quitó los ojos de encima en ningún momento. Y en su mirada vi todo lo que necesitaba ver.

Confío en ti, Velbert. Confío en ti.

—Nunca pensé que fueras un hombre posesivo—.

La voz me apartó y me enderecé. —No es posesivo. Para ti, este era un juego de poder. Querías ejercer el control. Mostrarme que eres el rey y yo tu desvalido.

Lo miré de arriba abajo. —Pero verás, yo acabo de dominar tu propio juego, Varousse Selensky. La próxima vez, elige una presa más débil porque yo no soy él
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