LA TRANSFORMACIÓN

Luna

Nunca había creído en los mitos, en las leyendas oscuras que los humanos temen contar al caer la noche. Siempre pensaba que la magia era solo un cuento para asustar a los niños. Pero ahora, mientras el calor me consume desde el interior, puedo sentir que todo lo que alguna vez creí en mi vida se desvanece, desmoronándose junto con mi humanidad.

El momento en que Vladislav decidió mi destino no fue una sorpresa para mí. En algún rincón de mi mente, siempre supe que algo así iba a suceder. Él no me vio como una simple ofrenda. Me vio como algo mucho más… algo más que una víctima. Y yo, por alguna razón, no pude ni siquiera rechazarlo. Ahora soy parte de algo más grande, algo que no sé si quiero.

El proceso comenzó sin piedad. El frío de la sala me envolvía mientras me encontraba en la camilla, inmóvil, rodeada por los ojos expectantes de su clan. Ellos, los vampiros, observaban en silencio, esperando el inicio de mi transformación. Me habían dicho que todo sería rápido, que el dolor sería momentáneo. Pero, por supuesto, no me habían preparado para lo que realmente sentiría. No había forma de hacerlo. No había forma de anticipar lo que sucede cuando se atraviesa esa frontera, cuando te transformas en algo que no eres.

Vladislav está frente a mí, observándome con esos ojos oscuros que parecen leer mi alma. Sus labios se curvan en una ligera sonrisa, pero hay algo en su mirada que me dice que no siente compasión. Solo interés. Me está viendo como lo haría un maestro con su más preciado experimento.

—Es lo que elegiste, Luna —dice en voz baja, casi como si hablara para sí mismo más que para mí. Su tono no tiene ninguna suavidad, solo una fría certeza. Me está marcando, y sé que no hay vuelta atrás.

El ardor comienza en mi pecho. Un fuego invisible se extiende por mis venas, quemándome por dentro. Mi cuerpo se tensa al instante, luchando contra una sensación que me arrastra hacia un abismo. Mis dientes rechinan, mis manos se cierran con fuerza, y todo en mí grita por detenerse. Pero no hay nada que pueda hacer. Todo lo que puedo hacer es sentirlo. Ese dolor de transformación, esa sensación de que te están arrancando lo que eres, lo que fuiste, para reemplazarlo con algo oscuro, desconocido.

Me inclino hacia adelante, el calor me consume. El sudor recorre mi frente mientras la angustia se apodera de mi pecho. Los músculos de mi cuerpo se tensan de manera imposible, y cada movimiento me parece un tormento. Mis huesos, mis entrañas, todo cambia, todo se retuerce en mí como si estuviera siendo desgarrada desde adentro. Y lo peor de todo es que no puedo dejar de gritar, aunque la voz se me apague en la garganta. El dolor es tan intenso, tan… profundo, que las lágrimas caen sin poder detenerlas.

Pero en medio de ese sufrimiento, una sensación extraña comienza a apoderarse de mí. Como si el dolor fuera solo el principio, un umbral que me llevará a algo mucho más grande. Y entonces, cuando el fuego llega a mi garganta, el hambre se despierta. Una necesidad primaria, salvaje. Una sed que no puedo controlar. El dolor se desvanece lentamente, pero esa hambre… esa hambre permanece.

Abro los ojos y todo a mi alrededor se ve diferente. Todo está nítido, claro. Los detalles, los colores, las sombras, todo parece estar en una intensidad que nunca había experimentado. Mi vista se ha vuelto más aguda, mucho más aguda. Los contornos de las figuras en la sala, las vibraciones en el aire, todo parece demasiado real, demasiado cercano.

—No resistas, Luna —dice Vladislav, su voz suave y profunda. Está más cerca ahora, y puedo escuchar la tranquilidad en su tono, como si estuviera disfrutando de mi tormento. Mis ojos lo buscan, y cuando lo encuentro, la extraña sensación de deseo crece dentro de mí, casi como si fuera una parte del proceso.

Me levanto con dificultad, tambaleándome al principio. Pero cuando mis pies tocan el suelo, algo se activa dentro de mí. Los músculos de mis piernas se estiran con fuerza, mi cuerpo ahora parece ser más liviano, más ágil. Como si hubiera recuperado una energía que no sabía que poseía. El mundo sigue girando, pero ahora yo también soy parte de él, no una simple espectadora.

—Lo estás logrando —dice Vladislav, su voz ahora llena de una satisfacción casi imperceptible. Yo lo miro con ojos que ya no son los mismos. Son ojos hambrientos, ojos que no entienden su propia sed, pero que la buscan sin descanso. Una sed que él me ha provocado, una sed que lo consume todo.

Un escalofrío recorre mi espalda al pensar en lo que acaba de suceder. Mi transformación no ha sido solo física, no ha sido solo el cambio de mis sentidos. Es algo mucho más profundo. Me siento atrapada en un cuerpo que ya no me pertenece del todo. Mi mente sigue luchando por entender lo que está sucediendo, por comprender que este cuerpo es ahora el mío, pero mi alma sigue aferrándose al recuerdo de lo que fui.

El hambre se intensifica. Mis ojos caen sobre uno de los vampiros cercanos, y en un instante, mi visión se enfoca en él como si fuera una presa fácil. Su sangre late bajo la piel, su aroma invade mi nariz, y todo mi ser tiembla de anticipación. Mis dientes se alargan, y antes de que pueda darme cuenta de lo que estoy haciendo, siento la necesidad de acercarme, de tomar lo que me pertenece.

—No. —La voz de Vladislav me detiene en seco. Me alejo, pero el vacío dentro de mí sigue ahí, un abismo sin fin que exige ser llenado. Él me observa con una intensidad feroz, casi como si estuviera evaluando mi control. Y entonces, en su mirada, leo algo que no esperaba: no está observando a un monstruo recién nacido. Está observando a su reina.

—Aún necesitas aprender a controlarte, Luna —susurra, y el sonido de su voz, tan profunda y cálida, me provoca un estremecimiento. Mi mente está hecha un torbellino, pero en lo más profundo de mi ser, algo comienza a asentarse. Esta nueva naturaleza que siento, este poder que ahora me pertenece, me está cambiando de una manera que no comprendo completamente. Pero, al mismo tiempo, algo dentro de mí también se resiste.

—Soy un monstruo. —La palabra sale de mis labios sin pensar. ¿Es esto lo que soy ahora? Un ser insaciable, atrapado entre la humanidad y la oscuridad? Me siento perdida en mi propio cuerpo, como si la Luna que solía ser no pudiera encontrar un lugar en este nuevo mundo al que acabo de ser arrastrada.

Vladislav no responde de inmediato, y sus ojos se clavan en mí con una intensidad perturbadora. Hay algo en ellos que parece decirme que, aunque soy un monstruo, soy su monstruo.

—No eres un monstruo, Luna —dice finalmente, y sus palabras, aunque suaves, me atraviesan como una espada afilada. Lo que más me desconcierta no es la respuesta en sí, sino la forma en que él la pronuncia. Con una certeza, con un toque de afecto que no entiendo, pero que se cuela en mi pecho como una verdad incómoda.

De repente, me doy cuenta de que lo que más me aterra no es la transformación en sí misma. Es lo que viene después. Y, sobre todo, la sensación de estar atrapada, atrapada en este nuevo cuerpo, en esta nueva vida que Vladislav ha decidido para mí. Y no sé si algún día podré escapar de él.

Pero una cosa es cierta: ahora soy una reina. Su reina. Y, aunque no lo acepte, algo dentro de mí también lo sabe.

La oscuridad me envolvía con un peso tan denso que no podía distinguir si los ojos se me cerraban o si simplemente mi mente se apagaba. Sentí cómo las sombras me arrastraban, y, a pesar de mis esfuerzos por resistir, me vi sumergida en un abismo desconocido.

“No te resistas, Luna,” susurró una voz, tan profunda y controlada, que sentí como si la misma vibración de su tono hiciera eco en mis huesos.

Era Vladislav. Estaba a mi lado, pero no podía verlo. Podía sentirlo, sí, como una presencia dominante que ya no pedía permiso para invadir cada rincón de mi cuerpo.

La transformación había comenzado.

El dolor fue lo primero que me golpeó. Un ardor profundo en mis venas, como si algo frío y cálido se estuviera fusionando en un caos dentro de mi cuerpo. Mi respiración se aceleró y mis manos, que antes eran mías, ahora parecían ajenas. Cada célula se retorcía, gritando por ser liberada de la agonía que la invadía.

No entendía qué estaba pasando. Todo mi ser gritaba que algo no estaba bien, que lo que Vladislav había decidido para mí no era un simple sacrificio. Él había elegido… ¿convertirme en algo más? En algo que no reconocía. En algo que no quería ser.

Mi boca se abrió en un intento por gritar, pero el sonido fue ahogado, como si el aire hubiera sido absorbido por un vacío que ahora dominaba todo lo que conocía. Me sentí atrapada en un cuerpo que ya no me pertenecía.

“Shh...” la voz de Vladislav me alcanzó nuevamente, suave, casi cariñosa. Pero sabía que había algo más detrás de ese tono. “Lo que estás viviendo es necesario, Luna. El precio de la eternidad nunca es bajo.”

El silencio, lleno de terror y confusión, se apoderó de mí mientras luchaba por encontrar alguna claridad. Era como si el tiempo se hubiera detenido, y las horas o minutos que pasaban se volvían más intensos, más interminables.

El ardor se intensificó y una nueva sensación, más aguda, comenzó a formarse en mi pecho, en mi cuello, en mi columna vertebral. Como si cada parte de mí estuviera siendo reconstruida. Mis ojos se abrieron, buscando algo que pudiera darme una pista de lo que estaba sucediendo. La habitación, las sombras, las figuras que se desvanecían en la penumbra... todo parecía girar a mi alrededor.

De repente, su presencia fue más intensa. Vladislav estaba allí, de pie frente a mí, observándome. La figura alta y sombría que representaba el poder en su máxima expresión. No vi su rostro, pero lo sentí a través de cada fibra de mi ser. Su poder se desbordaba, y yo… yo me sentía débil frente a él, sumida en una tormenta interna que no podía detener.

“Respira, Luna,” murmuró, acercándose lentamente, como si su mera cercanía estuviera diseñada para aumentar la presión que ya sentía. “Lo que eres ahora, lo que serás… será tu salvación.”

¿Mi salvación? ¿De qué? ¿De esta pesadilla? ¿De lo que él me estaba haciendo? Su elección de no matarme, de… transformarme, ¿era un gesto de bondad? No. Sabía que no lo era. Sabía que había algo mucho más oscuro en juego.

A medida que las horas pasaban, me descubrí más consciente de las sensaciones que invadían mi cuerpo. Era extraño, casi antinatural. Sentía un hambre… un hambre voraz que no podía controlar. Mis dientes se alargaban, mi lengua se deslizó por mis labios de forma involuntaria, y lo supe en ese instante: la sangre, la mía, la de cualquier ser vivo… se había convertido en un deseo que no podía ignorar.

Vladislav me observaba desde las sombras, como si esperara que yo reaccionara. Sus ojos brillaban con una intensidad inquietante.

“¿Lo sientes?” dijo él, con esa voz que parecía atravesar todo mi ser. “Ese es el primer paso, Luna. El hambre, el deseo... Es lo que te define ahora.”

No podía evitarlo. El impulso crecía dentro de mí, llenándome de algo que no era del todo humano. Un anhelo incontrolable que me hacía sentir como una criatura nueva, una versión de mí que no reconocía ni quería aceptar.

“Vladislav… ¿por qué?” las palabras salieron de mi boca, temblorosas, pero con una furia contenida. “¿Por qué me haces esto?”

Él se acercó aún más, y pude sentir la intensidad de su presencia al borde de mi piel. “Porque eres la única que puede estar a mi lado en este reinado. La única que ha mostrado la fuerza que deseo, Luna. La única que puede gobernar junto a mí.”

Mis ojos se abrieron, buscando respuestas en su rostro sombrío. Pero solo encontré la fría certeza de que ya no tenía opción. Lo que comenzaba en mí no era algo que pudiera detener. Era parte de algo más grande. Algo que no podía comprender.

Mi cuerpo comenzó a temblar de una manera que no pude controlar. “¿Qué soy ahora?” me susurré a mí misma, preguntándome si aún quedaba algo de la Luna que había sido antes.

Vladislav, de pie frente a mí, parecía leer mis pensamientos. “Eres más que humana ahora. Eres un vampiro. Mi reina.”

Mis palabras quedaron ahogadas. No podía creerlo. No quería creerlo. Pero lo sentía en cada fibra de mi ser. El poder que ya se alzaba dentro de mí, el control que comenzaba a tomar sobre mi cuerpo… no podía negarlo.

El hambre era constante, y mi mirada se desvió hacia su cuello, como si el mundo alrededor de él se desvaneciera y solo quedara él. Mi boca se secó, mis sentidos se agudizaron, y no pude evitarlo: el deseo de cazar, de alimentarme, de satisfacer esa necesidad básica me dominaba. Era tan fuerte que sentí que podría ceder en cualquier momento.

Vladislav sonrió, y esa sonrisa, tan fría, tan calculadora, me hizo temblar aún más. “Bienvenida a tu nueva vida, Luna. Pero aún queda mucho por aprender.”

Me sentí atrapada. ¿Era esto lo que significaba ser reina? Estar al servicio de sus deseos, de su voluntad, mientras luchaba con una naturaleza que no reconocía como propia.

En medio de mi confusión, el eco de sus palabras resonó en mi mente: Eres mía, Luna. Y juntos, gobernaremos este mundo.

Mi respiración se aceleró, pero, al mismo tiempo, un impulso más oscuro despertaba en mí. Un deseo de saber hasta dónde me llevaría esta transformación. ¿Y si no era solo su reina? ¿Y si, de alguna manera, esto me convertía en algo más que una simple herramienta en sus manos?

La lucha había comenzado, pero yo aún no sabía si quería ganar o perder.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP