085

Miró a lo lejos unas viejas rejas que daban acceso a los almacenes del puerto abandonado.

Pero como chica inteligente, se internó en el bosque circundante, porque se temía que la entrada estaría vigilada.

— Vamos, debe de haber una manera.

Caminaba a lo largo de la cerca perimetral, oxidada y vieja, algún agujero debería haber para ella colarse y si no, tendría que trepar.

— ¡Bingo!

Exclamó bajo cuando encontró que se levantaba de la tierra por un lado, y llenándose la mano de óxido, la subió para colarse en cuclillas e internarse luego dentro del laberinto de contenedores abandonados del sitio.

El olor a viejo, a salitre y a rancio reinaban por doquier, la tarde avanzaba y la noche casi estaba sobre ella.

De repente, escuchó unas voces más adelante.

Dando pasos suaves, callada para no ser descubierta, se agachó en la esquina de un enorme contenedor para mirar a varios hombres lejos, descargando unas pesadas cajas.

No había que ser muy inteligente para saber por sus pintas, que nada
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