Esa misteriosa mujer que todos decían era la amante del Duque, ¿era en realidad la Duquesa?— E…entiendo señor…— No es una información que puedas divulgar aún, pero es para que sepas, el nivel de importancia que tiene Carlotta. Tú trabajas para los Duques de Vallucci, los actuales, no lo olvides.Stefano la miró fijamente.— No lo olvidaré, señor, cuidaré bien de la Duquesa y cualquier cosa referente a ella, se lo comunicaré enseguida – la mujer prometió.— Bien, espero mucho de ti, si veo tu utilidad, te quedarás fija en el puesto del ama de llaves y siempre piensa, que lo que sea que te ofrezcan, si vienes a mí, yo te daré más.— Sí, sí, señor – la alegría de la mujer era evidente.Sabía muy bien qué bando elegir, esta oportunidad no la perdería.— Contrata a una asistente estilista y que llene el vestidor del cuarto contiguo, con todo lo necesario para Carlotta, de pies a cabeza – ordenó por último saliendo a trabajar.Se había dado cuenta de que esa testaruda mujer no había movid
Carlotta acomodaba las chaquetas, blazer, sobretodos, abrigos de pieles, plumas y cuanta extravagancia costosa trajeran los invitados.Trabajaba en conjunto con otra chica que atendía en el mostrador y recogía las prendas.Todo debía hacerse impecable, ninguna arruga en las ropas, nada roto, perdido, ni manchado.Le habían dado hasta un uniforme de saya de tubo negra y blusa elegante blanca.El Duque de Vallucci y su familia, llegaron a la antesala.Casualmente, Stefano había sido saludado por un socio de negocios y su querida hermanita, amablemente, fue la que le llevó el sobretodo a colgar.Valentina esperaba a que una señora recalcitrante delante de ella entregara su abrigo lleno de plumas y fanfarrias.— Verdad que hay cada gente con cada mal gusto – se burló susurrándole al oído a su madre.En eso, algo muy curioso sucedió.Mientras la señora daba instrucciones para acomodar su ropa, se metió la mano al bolsillo donde llevaba una reluciente y costosa pulsera.Al sacar la mano de
Por alguna razón, al verlas a ellas dos tan arregladas y delicadas, al elegante Duque y mirarse ella, con su uniformito, del cual estaba tan orgullosa minutos atrás, la hacía sentir como una ilusa y soñadora. No debía ilusionarse con Stefano Vallucci, no importaba lo que hubiese pasado entre ellos, ella no era más que la esposa secreta, la falsa Duquesa, el desahogado del hombre. Lo sabía desde el inicio, ellos hicieron solo un acuerdo. Bajó la mirada y se vio a las bailarinas negras. — ¡35 millones! – de repente, cuando casi se vende el collar a otro caballero, la voz fría del Duque se escuchó. Carlotta no quería ni mirarlos, ya se imaginaba la cara de alegría de la Valentina, seguro Stefano compraba para ella. 35 millones para una mujer y ella sintiéndose como una basura por pedirle 40.000. — Vendido por 35 millones al Duque de Vallucci. Después de hacer el conteo, nadie más se atrevió a subir esa derrochadora cifra. La gargantilla de oro blanco y diamantes perfectos de la
Stefano se había retrasado en el tema del pago y el traspaso de la gargantilla que había comprado en la subasta.Cuando salió al fin en la búsqueda de Carlotta, se encontró con que todos estaban en la antesala por un escándalo.El Duque de repente tuvo una mala premonición.Apartó sin mucha paciencia los invitados en su camino y al llegar al frente la vio.Carlotta siendo humillada delante de todos y llamada ladrona.Ni siquiera lo pensó un segundo para dar un paso al frente, sin embargo, alguien lo detuvo agarrándolo sutilmente del brazo.— Duque, piense en su imagen, nadie debe asociarnos con esa mujer, sería un escándalo.Beatrice le susurró por lo bajo, pensando siempre en la “casa ducal”.— No me quedaré sentado ante esta injusticia.A pesar de saber que no le convenía para nada inmiscuirse con una supuesta ladrona desconocida y defenderla a santo de qué, Stefano no voltearía el rostro y haría como si nada.Solo un segundo fue retenido, sin embargo, bastó para que otro hombre se
— Stefano, ya has dado bastante de que hablar hoy, no olvides tu posición y la imagen de la familia. Ya la gente está murmurando, esa mujer te está perjudicando. — Lo único que está perjudicándome, es que justo ahora, estés persiguiéndome siempre de manera tan pesada. Supongo que así te sentías antes, cuando estaba obsesivo sobre ti. Se giró dándole una mala contesta. — Lo… lo lamento, yo solo… no quería que hablaran de ti - Valentina bajó la mirada con los ojos rojos. A su alrededor no había casi peatones y la acera se iluminaba por la luz de los escaparates adornados de las tiendas. — Valentina, ¿tuviste algo que ver o madre, con lo que le sucedió hoy a Carlotta? - le preguntó de repente por lo claro. — ¿Qué? Stefano, ¿cómo se te ocurre que haría algo tan bajo? Tú me conoces, no importa la relación ahora entre nosotros, me conoces desde pequeña. — Me estás hiriendo Stefano, al creer que yo sería tan ruin, no te imaginas cuanto me estás lastimando por ella. Las lágrimas caía
Carlotta subía en el lujoso elevador privado hasta el penthouse del hotel Emperor.Sus manos comenzaban a sudar con nerviosismo, para qué negar, que no estaba tan segura como quería proyectar.El Duque la había citado a este sitio, uno de los hoteles más top de la capital, no podía hospedarse cualquiera, aun con dinero. ¿Por qué parecía que hoy estaba desierto? Solo un empleado que la recibió en la recepción.¿Un hotel tan grande sin un huésped?«Ding»Cuando sonó la campana y el elevador en tonos dorados se abrió al glamuroso Penthouse, Carlotta dio un paso atrás, medio asustada.— Ho… hola, creo que me confundí de piso Saludó tontamente fijándose en el panel electrónico.Realmente este elevador privado solo llevaba a este piso.— Señora Carlotta no se ha equivocado, bienvenida, somos su equipo de belleza, nos encargaremos de prepararla para su celebración nocturna.Carlotta al fin salió del elevador, todavía algo desconfiada.¡Había como 20 personas aquí, esperándola en una enorme
— Guarda… digo … Fabio… ¿En qué momento se había acercado tanto?— Feliz cumpleaños Duquesita hermosa – le dijo – este es uno de mis regalos.Extendió también una cajita, pero en terciopelo negro.Carlotta extendió la mano medio temblorosa, a la vez que sentía el aliento caliente de Stefano en su nuca y la frialdad de los diamantes, acariciando su cuello y pecho.Abrió la cajita de Fabio y sacó una corbata de seda en negro.Carlotta entendió muy bien su significado, al igual que estar ahora mismo casi en penumbras, entre estos dos enormes y sexys hombres.Todas sus suposiciones eran correctas.— ¿Me dejas ponértela? Fabio le preguntó, mirándola abrazador, queriéndole transmitir todos sus sentimientos sin palabras.«Di que sí, Carlotta, atrévete a nosotros»Stefano le dio un beso en el cuello y aspiró el delicioso aroma del perfume que tanto le gustaba e insistió en que usara.Era ahora o nunca, la decisión estaba en sus manos y ambos esperaban por ella.Solo dependían de una palabra
— Ven, quiero ver si esa boca tuya solo sirve para protestar. Como me llamaste lamebotas, creo que es justo que me pidas perdón de rodillas. Fabio, en el sillón frente a ella, puso su copa en la mesita de al lado y le ordenó dominante. Carlotta se quedó mirándolo lascivamente, con la camisa blanca abierta, mostrándole su trabajado cuerpo, lleno de duros y sexys músculos. Los tatuajes de letras, adornaban sus costillas y bajaban por el caminito del vientre hasta perderse en la ingle. La Duquesa se estremeció cuando lo vio abrirse los botones del abultado pantalón negro y sacar la enorme polla en firme, escurriendo jugos de la punta. — De rodillas delante de mí, Duquesa y la boca bien abierta. Chúpamela hasta saciarme y quizás te perdone tus insolencias. Le habló sucio, sobándose el miembro arriba y abajo, parándolo en toda su gloria. Aquí todos eran adultos y nadie se contendría. Le mostrarían al crudo y sin filtros todo lo que deseaban de ella. Carlotta comenzó a caminar por