¡BOOM! Una fuerte explosión se escuchó cuando el auto voló por los aires. Fabio cayó al duro suelo con la espalda ardiéndole y los oídos silbándoles como una locomotora de tren. Sin embargo, no tenía tiene que lamer sus heridas como un perro caído, debía escapar, había sido traicionado. Ese explosivo en su automóvil solo lo pudo poner alguno de los suyos. Escondido detrás del contenedor donde cayó, sintió pasos apresurados acercándose. Se dio dos bofetadas a sí mismo con rudeza para espabilar y sacó el arma que llevaba en el interior de su saco, intentando ponerse de pie. — ¡No debe de estar muy lejos! — ¡Busquen bien entre los contenedores! — ¡Jefe, aquí hay sangre! ¡Debe de estar cerca! “¡Maldici0n!” Fabio mascullaba en su mente con la Sig Sauer en alto y listo para meterle un balazo al primero que se le atravesara en el camino. Cojeando un poco se internó en el laberinto a ciegas que formaban los viejos y oxidados contenedores. Cuando escuchaba pasos, acercarse, se met
—… Sí que cutre pft ¿cómo dejaron pasar a alguien tan desarreglada?La Duquesa sabía muy bien que hablaban de ella.Eran unas elegantes secretarias, peinadas con pulcritud, faldas de tubos sin una arruga y creyéndose más dueñas que el propio Duque.Carlotta bajó con disimulo la mirada y vio que no estaba mal, incluso hoy llevaba un vestido blanco, sencillo pero fresco y unas sandalias planas.Se metió un mechón de pelo corto detrás de la oreja y decidió no amargarse el día.Cuando el elevador llegó, iba a entrar de primera, porque de hecho, fue la primera en estar esperando, pero una de las secretarias, intentó pasar al mismo tiempo que ella.— ¡Oh, por Dios, mi café! – dijo en un tono aparentemente molesto y asombrado, chocando con la peli castaña y echándole prácticamente encima el resto de su bebida.— ¿Acaso no mira por dónde va? – la Duquesa respondió.La miró con enojo, separando la tela blanca manchada de su pecho y abanicando para no quemarse la piel.— Disculpa, ¿me pareció q
Carlotta, que la mayoría de las veces hablaba más rápido de lo que pensaba, se preguntaba, ahora en qué se había metido.Iba en un auto normalito, incluso medio viejo, de esos que nunca se imaginó ver al Duque conducir.Bueno, no al Duque, sino al “señor” con bigote y peluca que iba a su lado.Ella también llevaba una peluca de rubia, ¿de dónde el Duque habría sacado estos accesorios tan rápido?— Ya deja de mirarme como si fuese un payaso – Stefano le dijo sin quitar su vista de la carretera.Podía sentir los ojos burlones de Carlotta sobre él.— Sabes que nadie me puede reconocer y menos tomar fotos. Más bien explícame ¿por qué sabes tanto del funcionamiento de un motel de ese tipo? Stefano alzó la ceja.— Trabajé en uno de limpieza, nunca hagas eso, aunque te estés muriendo de hambre.Carlotta bufó recordando con escalofríos— No te imaginas las cosas raras y asquerosas que te pueden dejar y créeme, no hablo de lo “normal” sino, por ejemplo, de lo que se debe dejar en la tasa del
— Entraron dos – Stefano le dijo. — El seguro de la puerta por dentro está estropeado. Fabio le respondió con el ceño fruncido. — Yo puerta, tu cama – simple y efectivo. Stefano agarró de la mano a Carlotta y caminaron deprisa hacia la cama, desatendiéndola y acostándose en ella. Luego el Duque los tapó a los dos casi de pie a cabeza. — Carlotta, esos hombres peligrosos están en el motel, tenemos que fingir que estamos teniendo sexo, ¿bien? Stefano le susurró bien cerca, acostándose de lado, uno frente al otro. El Duque la abrazó con fuerza para impedir que mirara mucho y se sacó del bolsillo trasero, una mini pistola, que a pesar de su tamaño portátil, era bien letal. Con una mano sostenía a Carlotta por la cintura y con la otra se aferraba al arma. La respiración de Stefano abanicaba sobre el rostro de la Duquesa, que más que preocupada, estaba entusiasmada por esta aventura de acción y misterio. La inocencia de no saber, en realidad, en lo que se había metido. Ella se e
— ¿Estaban ustedes tres en la habitación 208? Una chica pelirroja, con un piercing en la nariz y tatuajes subiendo por su cuello, miró a los tres personajes delante de ella. Dos hombres grandotes, uno con bigote y pelo marrón, el otro con rastas y lentes oscuros. En medio de ellos, una rubia bajita que ni les llegaba a los hombros. ¿Esta mujer se había comido ella sola, a esos dos fuertotes a su espalda? ¡Que envidia! — Sí, solo venimos a dejar la habitación libre, gracias, guapa. Carlotta le dijo queriéndose escapar, viendo todos los pensamientos de la chica en su rostro. “¡Solo me he comido a uno de ellos!” Salieron por la puerta y mientras la Duquesa buscaba la llave en su pequeña bolsa, los gemelos Vallucci vigilaban a todos lados, sin dejar de avanzar al estacionamiento. — Fabio, al carro, ¡pero ya! Stefano le dijo con prisas, cuando vio a dos tipos fuera de un Burger King, mirándolos raros y caminando hacia ellos. — Aquí está… — Gracias, Duquesa – Fabio le arrebató
Habían llegado a la ciudad, sin peligros y a salvo.Estacionaron al lado de un parque de niños vacío, donde se bajaron a ser reprendidos.Fabio y Stefano frente a la Duquesa, sin siquiera rechistar.— ¡¿Fabio que demonios pasa contigo?! ¿Estás mal de la cabeza? ¡Primero le robas a unos tipos peligrosos y luego casi nos matas frente al tren! — ¡Te juro que si moríamos, me iba a pasar la eternidad metiéndote un palo con alambre por un culo!— Auch – Stefano no pudo evitar hacer una mueca de dolor, pero eso solo atrajo la atención de Carlotta.— ¡Y tú, Duque de pacotilla! ¡Te la pasas el día ladrándome que eres el amo del mundo y cualquiera manda más que tú! — ¡Hasta tu guardaespaldas hace lo que le sale de los huevos…!Una mujer que podían desaparecer con chasquear los dedos, a la cual le sacaban el doble de ancho y casi de altura, los estaba insultando de todos los colores, señalándolos y con un cabreo monumental.Stefano, que en su vida de Duque mimado, nadie lo había ofendido así,
Cuando Carlotta abrió los ojos, lo primero que vio delante de su rostro, fue a la persona más inesperada e indeseada. — ¿Hasta cuando piensas seguir fingiendo que estás enferma? ¿Te sentiste bien al darle lástima a Stefano? La voz molesta de Valentina llegó a sus oídos. El cerebro de Carlotta aún estaba medio confuso, pero al ver esos ojos de lagartona, enseguida se espabiló mirando a su alrededor. Recordó que después de toda esa locura, parecía haberse desmayado. — ¿Qué haces aquí? – le preguntó con voz pastosa. — Solo vine a comprobar si de verdad estabas al borde de la muerte o… quizás yo misma te podía dar un empujoncito. Valentina odiaba a esta piojosa a morir. — Obvio Stefano me llamó para que lo viniese a recoger e irnos a casa, que ya lo has molestado demasiado con tu teatro de mujer débil. Carlotta frunció un poco el ceño. ¿De verdad lo estaba molestando? Que se fastidiara entonces, porque solo lo ayudó y casi pierde la vida en sus locuras. — Estoy vivita y coleand
— Si te pido que me bajes las bragas, ¿lo harías?Carlotta le preguntó en voz baja y aunque era solo para fastidiarlo, sonó a un coqueteo en toda regla.Se quedaron mirando por un segundo, en el cual el Duque solo la observaba con sus ojos azules, llenos de nubes tormentosas.— Jeje era broma, Duque, ya me puedes bajar…Stefano la puso con suavidad en el suelo, sobre una alfombra, pero de un segundo a otro, se medio agachó, y metió sus manos por dentro de la bata de Carlotta, enganchando un dedo en el elástico de sus bragas.— ¿Qué crees que haces?La Duquesa dio un paso atrás alarmada.— Ayudar a quitarte las bragas desechables, ¿quién crees que te las puso anoche?Stefano disfrutaba por dentro de su cara. Fue la enfermera quien la cambió, pero al fin le devolvía una a esta tigresa.— Tú, ¿fuiste quien me cambió de ropa?Carlotta cayó en el hecho de que efectivamente, su desastroso vestido blanco había sido removido.— ¿De lo contrario? ¿Preferirías a un desconocido? – Stefano levan