— Entraron dos – Stefano le dijo. — El seguro de la puerta por dentro está estropeado. Fabio le respondió con el ceño fruncido. — Yo puerta, tu cama – simple y efectivo. Stefano agarró de la mano a Carlotta y caminaron deprisa hacia la cama, desatendiéndola y acostándose en ella. Luego el Duque los tapó a los dos casi de pie a cabeza. — Carlotta, esos hombres peligrosos están en el motel, tenemos que fingir que estamos teniendo sexo, ¿bien? Stefano le susurró bien cerca, acostándose de lado, uno frente al otro. El Duque la abrazó con fuerza para impedir que mirara mucho y se sacó del bolsillo trasero, una mini pistola, que a pesar de su tamaño portátil, era bien letal. Con una mano sostenía a Carlotta por la cintura y con la otra se aferraba al arma. La respiración de Stefano abanicaba sobre el rostro de la Duquesa, que más que preocupada, estaba entusiasmada por esta aventura de acción y misterio. La inocencia de no saber, en realidad, en lo que se había metido. Ella se e
— ¿Estaban ustedes tres en la habitación 208? Una chica pelirroja, con un piercing en la nariz y tatuajes subiendo por su cuello, miró a los tres personajes delante de ella. Dos hombres grandotes, uno con bigote y pelo marrón, el otro con rastas y lentes oscuros. En medio de ellos, una rubia bajita que ni les llegaba a los hombros. ¿Esta mujer se había comido ella sola, a esos dos fuertotes a su espalda? ¡Que envidia! — Sí, solo venimos a dejar la habitación libre, gracias, guapa. Carlotta le dijo queriéndose escapar, viendo todos los pensamientos de la chica en su rostro. “¡Solo me he comido a uno de ellos!” Salieron por la puerta y mientras la Duquesa buscaba la llave en su pequeña bolsa, los gemelos Vallucci vigilaban a todos lados, sin dejar de avanzar al estacionamiento. — Fabio, al carro, ¡pero ya! Stefano le dijo con prisas, cuando vio a dos tipos fuera de un Burger King, mirándolos raros y caminando hacia ellos. — Aquí está… — Gracias, Duquesa – Fabio le arrebató
Habían llegado a la ciudad, sin peligros y a salvo.Estacionaron al lado de un parque de niños vacío, donde se bajaron a ser reprendidos.Fabio y Stefano frente a la Duquesa, sin siquiera rechistar.— ¡¿Fabio que demonios pasa contigo?! ¿Estás mal de la cabeza? ¡Primero le robas a unos tipos peligrosos y luego casi nos matas frente al tren! — ¡Te juro que si moríamos, me iba a pasar la eternidad metiéndote un palo con alambre por un culo!— Auch – Stefano no pudo evitar hacer una mueca de dolor, pero eso solo atrajo la atención de Carlotta.— ¡Y tú, Duque de pacotilla! ¡Te la pasas el día ladrándome que eres el amo del mundo y cualquiera manda más que tú! — ¡Hasta tu guardaespaldas hace lo que le sale de los huevos…!Una mujer que podían desaparecer con chasquear los dedos, a la cual le sacaban el doble de ancho y casi de altura, los estaba insultando de todos los colores, señalándolos y con un cabreo monumental.Stefano, que en su vida de Duque mimado, nadie lo había ofendido así,
Cuando Carlotta abrió los ojos, lo primero que vio delante de su rostro, fue a la persona más inesperada e indeseada. — ¿Hasta cuando piensas seguir fingiendo que estás enferma? ¿Te sentiste bien al darle lástima a Stefano? La voz molesta de Valentina llegó a sus oídos. El cerebro de Carlotta aún estaba medio confuso, pero al ver esos ojos de lagartona, enseguida se espabiló mirando a su alrededor. Recordó que después de toda esa locura, parecía haberse desmayado. — ¿Qué haces aquí? – le preguntó con voz pastosa. — Solo vine a comprobar si de verdad estabas al borde de la muerte o… quizás yo misma te podía dar un empujoncito. Valentina odiaba a esta piojosa a morir. — Obvio Stefano me llamó para que lo viniese a recoger e irnos a casa, que ya lo has molestado demasiado con tu teatro de mujer débil. Carlotta frunció un poco el ceño. ¿De verdad lo estaba molestando? Que se fastidiara entonces, porque solo lo ayudó y casi pierde la vida en sus locuras. — Estoy vivita y coleand
— Si te pido que me bajes las bragas, ¿lo harías?Carlotta le preguntó en voz baja y aunque era solo para fastidiarlo, sonó a un coqueteo en toda regla.Se quedaron mirando por un segundo, en el cual el Duque solo la observaba con sus ojos azules, llenos de nubes tormentosas.— Jeje era broma, Duque, ya me puedes bajar…Stefano la puso con suavidad en el suelo, sobre una alfombra, pero de un segundo a otro, se medio agachó, y metió sus manos por dentro de la bata de Carlotta, enganchando un dedo en el elástico de sus bragas.— ¿Qué crees que haces?La Duquesa dio un paso atrás alarmada.— Ayudar a quitarte las bragas desechables, ¿quién crees que te las puso anoche?Stefano disfrutaba por dentro de su cara. Fue la enfermera quien la cambió, pero al fin le devolvía una a esta tigresa.— Tú, ¿fuiste quien me cambió de ropa?Carlotta cayó en el hecho de que efectivamente, su desastroso vestido blanco había sido removido.— ¿De lo contrario? ¿Preferirías a un desconocido? – Stefano levan
Carlotta estaba queriéndose enterrar en el suelo, en un puro temblor de la vergüenza.— Oiga…Llamó a la espalda de la mujer que la había empujado con grosería.Por alguna razón le resultaba conocida.Cuando se giró, Carlotta lo entendió todo.— Disculpa, ¿me llamaba para algo?Se giró una pelicastaña de ojos azules astutos y de aspecto refinado, una niña rica en toda regla.Solo que la Duquesa sabía muy bien, que todo eso era fachada.Posiblemente, todo llevara la etiqueta por dentro, a su familia no le quedaba para esos gastos.— Giorgia, no te hagas la lista conmigo, lo hiciste a propósito, ¿cierto?Carlotta le habló entre dientes y bajo, con muchas miradas ya sobre ellas.— Disculpe, pero ¿cómo que se piensa ir sin pagar este perfume que rompió?, ¿de verdad me está acusando por su torpeza? Creo que eso es ilegal…Observó a todos lados, escandalizada, hablando alto y atrayendo la atención de la seguridad en la puerta y el personal de la tienda.— Dis… disculpe Srta. pero acaba de t
— Adelante – Stefano la mandó a pasar revisando algunos pendientes de la empresa. — ¿Carlotta? ¿Qué haces despierta a esta hora? ¿Te sientes mal? – dejó todo para levantarse preocupado. — ¿Me veo enferma para ti? – le preguntó y la verdad, es que Stefano la miró con mayor detenimiento. “Mierd4, si eso era estar enferma, no quería verla sana” Carlotta andaba con una bata de dormir oscura, discreta y cerrada, pero el cabello con suaves ondas, medio humedecido por la ducha, un color sonrojado en toda la piel y había un aroma desconocido en el aire. Stefano lo sintió en cuanto se acercó a la Duquesa, era un olor exótico y embriagador que lo estaba hechizando. — No, te ves muy bien – le respondió algo ronco. ¿Qué estaba sucediendo aquí? Sentía que el ambiente había cambiado. — Traje un té de medianoche, siéntate en el sofá, descansa un poco de trabajar. Pensé que un Duque siempre andaba siempre echándose fresco en… bueno… sabes, sin mucho trabajo. Carlotta hablaba algo nerviosa, mi
El morbo del momento se fue a volar por la ventana. Carlotta reaccionó primero, tapándose los senos con las manos y levantándose con torpeza para recoger la bata sobre la alfombra y ponérsela. A Stefano, en vez de nerviosismo, lo que le daría, sería un dolor terrible en las pelotas. Miró a su entrepierna, bien abultada, la polla casi afuera y con restos húmedos del coño de la Duquesa. Debería tener ahora mismo cargo de conciencia por haber estado a punto de romper su promesa con Valentina, sin embargo, la verdad, lo único que sentía era una gran frustración. Toc, toc — Stefano, ¿de verdad vas a crear esta barrera entre nosotros? Solo por esa muj… — Valentina, dame un momento. Stefano le habló, medio molesto y exasperado, acomodándose el saco, cerrándolo adelante a ver si tapaba algo el pico del Monte Everest en su entrepierna. Un descuido y Valentina, sin saberlo, hablaría con Carlotta presente, del asunto privado entre ellos. — Carlotta, yo… — Está bien, creo que no era un