El sudor corría por su piel, el olor a vino, sexo y lujuria se respiraba en el aire y los embistes sensuales se convirtieron en duros y vigorosos, mientras la Duquesa recibía el placer en su interior con las piernas abiertas. Sus uñas se clavaban en la musculosa espalda del “Duque” ida en su placer. Fabio resoplaba sobre ella, sus gemidos contenidos se escuchaban en el cuarto. La agarró de las caderas y mientras devoraba sus senos, martillaba con fuerza y profundo dentro de Carlotta. La cama traqueaba y la culminación se acercaba, no solo de ellos, sino del espectador que los espiaba por una rendija de la puerta. Stefano ya no quería ni pensar en lo mal que estaba haciendo, su mente solo llena de las ganas de correrse. Su mano bombeaba excitada sobre el venoso pene por fuera del bóxer y los botones abiertos del pantalón. — Nmmm Sshhh— se mordió el labio, entrecerrando su mirada lujuriosa al sentir sus testículos tensándose. Tan cerca, tan cerca del placer… — Mmmm Duque me cor
Carlotta se quitó la venda de los ojos ya estando en el baño. Sus piernas como gelatinas y su interior aún palpitaba con las placenteras sensaciones del sexo. Prendió la luz y caminó hacia la ducha, metiéndose debajo del chorro caliente de agua. Los recuerdos vívidos aun rondando su mente y su cuerpo sensible por todos lados. Observó el detalle de que todo estaba nuevo en el baño, la esponja, incluso el gel de sandías que ella utilizaba, su champú y suavizador. Comenzó a limpiarse y al llegar entre sus piernas lavó los restos de la pasión del “Duque” “Bueno, el Duquesito no tenía un manisito, eso es seguro” suspiró lavándose la cabeza. “No va a ser ningún sacrificio acostarse con un hombre así, solo que no te acostumbres porque ese chorizo no es tuyo, solo te lo vas a comer durante un tiempo” Carlotta como siempre y sus pensamientos discordantes. “Luca, de verdad espero que pronto puedas salir y que toda esta locura valga la pena” – miró hacia el suelo de la ducha mientras el
— Dime Carlotta, ¿querías hablarme de algo? – Stefano se sentó delante de su “esposa” y la observó en el otro sofá.— Quería agradecerle por lo de mi amigo, ¡ya se pagó la fianza! ¡El nuevo abogado me dio muchas esperanzas! – Carlotta le hablaba con una sonrisa en los labios y brillo en los ojos— Pero, ¿por qué cambió el abogado? El otro que contraté, ¿era malo?— No, solo era un estafador que te estaba pidiendo mucho más dinero del que necesitaba. El Sr. Mancini es mi abogado de confianza, sacará al tal Luca, quédate tranquila – le respondió revolviendo su bebida y dando un sorbo.Carlotta parloteaba animada, pero los ojos azules solo se fijaban en los movimientos de sus sensuales labios, recordando los gemidos que salían de ellos.¿Por qué le había causado tanta impresión esa escena?Parecía un virgencito que nunca había visto a una mujer siendo follada, cuando era el dueño, junto con su hermano, de la mitad de los clubes nocturnos de la ciudad y más de una aventura loca habían exp
¡BOOM! Una fuerte explosión se escuchó cuando el auto voló por los aires. Fabio cayó al duro suelo con la espalda ardiéndole y los oídos silbándoles como una locomotora de tren. Sin embargo, no tenía tiene que lamer sus heridas como un perro caído, debía escapar, había sido traicionado. Ese explosivo en su automóvil solo lo pudo poner alguno de los suyos. Escondido detrás del contenedor donde cayó, sintió pasos apresurados acercándose. Se dio dos bofetadas a sí mismo con rudeza para espabilar y sacó el arma que llevaba en el interior de su saco, intentando ponerse de pie. — ¡No debe de estar muy lejos! — ¡Busquen bien entre los contenedores! — ¡Jefe, aquí hay sangre! ¡Debe de estar cerca! “¡Maldici0n!” Fabio mascullaba en su mente con la Sig Sauer en alto y listo para meterle un balazo al primero que se le atravesara en el camino. Cojeando un poco se internó en el laberinto a ciegas que formaban los viejos y oxidados contenedores. Cuando escuchaba pasos, acercarse, se met
—… Sí que cutre pft ¿cómo dejaron pasar a alguien tan desarreglada?La Duquesa sabía muy bien que hablaban de ella.Eran unas elegantes secretarias, peinadas con pulcritud, faldas de tubos sin una arruga y creyéndose más dueñas que el propio Duque.Carlotta bajó con disimulo la mirada y vio que no estaba mal, incluso hoy llevaba un vestido blanco, sencillo pero fresco y unas sandalias planas.Se metió un mechón de pelo corto detrás de la oreja y decidió no amargarse el día.Cuando el elevador llegó, iba a entrar de primera, porque de hecho, fue la primera en estar esperando, pero una de las secretarias, intentó pasar al mismo tiempo que ella.— ¡Oh, por Dios, mi café! – dijo en un tono aparentemente molesto y asombrado, chocando con la peli castaña y echándole prácticamente encima el resto de su bebida.— ¿Acaso no mira por dónde va? – la Duquesa respondió.La miró con enojo, separando la tela blanca manchada de su pecho y abanicando para no quemarse la piel.— Disculpa, ¿me pareció q
Carlotta, que la mayoría de las veces hablaba más rápido de lo que pensaba, se preguntaba, ahora en qué se había metido.Iba en un auto normalito, incluso medio viejo, de esos que nunca se imaginó ver al Duque conducir.Bueno, no al Duque, sino al “señor” con bigote y peluca que iba a su lado.Ella también llevaba una peluca de rubia, ¿de dónde el Duque habría sacado estos accesorios tan rápido?— Ya deja de mirarme como si fuese un payaso – Stefano le dijo sin quitar su vista de la carretera.Podía sentir los ojos burlones de Carlotta sobre él.— Sabes que nadie me puede reconocer y menos tomar fotos. Más bien explícame ¿por qué sabes tanto del funcionamiento de un motel de ese tipo? Stefano alzó la ceja.— Trabajé en uno de limpieza, nunca hagas eso, aunque te estés muriendo de hambre.Carlotta bufó recordando con escalofríos— No te imaginas las cosas raras y asquerosas que te pueden dejar y créeme, no hablo de lo “normal” sino, por ejemplo, de lo que se debe dejar en la tasa del
— Entraron dos – Stefano le dijo. — El seguro de la puerta por dentro está estropeado. Fabio le respondió con el ceño fruncido. — Yo puerta, tu cama – simple y efectivo. Stefano agarró de la mano a Carlotta y caminaron deprisa hacia la cama, desatendiéndola y acostándose en ella. Luego el Duque los tapó a los dos casi de pie a cabeza. — Carlotta, esos hombres peligrosos están en el motel, tenemos que fingir que estamos teniendo sexo, ¿bien? Stefano le susurró bien cerca, acostándose de lado, uno frente al otro. El Duque la abrazó con fuerza para impedir que mirara mucho y se sacó del bolsillo trasero, una mini pistola, que a pesar de su tamaño portátil, era bien letal. Con una mano sostenía a Carlotta por la cintura y con la otra se aferraba al arma. La respiración de Stefano abanicaba sobre el rostro de la Duquesa, que más que preocupada, estaba entusiasmada por esta aventura de acción y misterio. La inocencia de no saber, en realidad, en lo que se había metido. Ella se e
— ¿Estaban ustedes tres en la habitación 208? Una chica pelirroja, con un piercing en la nariz y tatuajes subiendo por su cuello, miró a los tres personajes delante de ella. Dos hombres grandotes, uno con bigote y pelo marrón, el otro con rastas y lentes oscuros. En medio de ellos, una rubia bajita que ni les llegaba a los hombros. ¿Esta mujer se había comido ella sola, a esos dos fuertotes a su espalda? ¡Que envidia! — Sí, solo venimos a dejar la habitación libre, gracias, guapa. Carlotta le dijo queriéndose escapar, viendo todos los pensamientos de la chica en su rostro. “¡Solo me he comido a uno de ellos!” Salieron por la puerta y mientras la Duquesa buscaba la llave en su pequeña bolsa, los gemelos Vallucci vigilaban a todos lados, sin dejar de avanzar al estacionamiento. — Fabio, al carro, ¡pero ya! Stefano le dijo con prisas, cuando vio a dos tipos fuera de un Burger King, mirándolos raros y caminando hacia ellos. — Aquí está… — Gracias, Duquesa – Fabio le arrebató