Relatos basados en el folklor latinoamericano y europeo con giros novedosos y reinvenciones creativas que harán volar la imaginación del lector haciéndole pedir más.
Leer más—¡Venga por acá, Majestad! —me dijo mi lacayo, un sujeto de baja estatura y largos cabellos, tosco, fornido y de muy poca inteligencia. Caminábamos dentro de un viejo castillo abandonado, donde aún habían remanentes de osamentas humanas desperdigadas por todo el lúgubre lugar. Gigantescas telarañas habían sido tejidas por entre los bastos y lóbregos corredores, y una humedad pestilente se respiraba en el ambiente. Todo lo de valor en el castillo había sido robado hace mucho...En el interior de una habitación aparentemente especial, se encontraban los huesos del rey y la reina que alguna vez gobernaron el feudo, y sobre una especie de enorme cripta mortuoria, reposaba durmiendo un cuerpo humano cubierto por sábanas blancas.—¿Quién es? —pregunté aún sin quitar las sábanas, aunque se destacaban eróticos co
Francine y Gustav se encontraban sumidos en un acto de pasión sexual, dentro del vehículo sedan azul del segundo, amparados por la soledad inhóspita de páramos boscosos de lóbrega soledad. Situados en lo profundo de un viejo sendero pedregoso que finalizaba en un claro bordeado por un escarpado precipicio, y cubiertos por las sombras de una noche estrellada de luna llena, Francine se movía eróticamente sobre las caderas de Gustav, ambos absolutamente desnudos con cuerpos sudorosos sumidos en el candor del encuentro.Después de todo, había sido un primoroso Día de San Valentín para Gustav que celebraba sus dos años de noviazgo con la comercial festividad que en Alemania, como en muchos otros países se conmemoraba con un despliegue de materialismo manufacturado engarzado en sentimentalismo culposo. Gustav se tomó todas las consideraciones que su estrato de clase
Todas las culturas del mundo tienen relatos similares sobre licántropos y hombres bestias. Seres humanos o que alguna vez lo fueron, transformados en monstruosas criaturas que se alimentan de la carne humana.No soy muy amiga de escribir historias, especialmente mis casos policiales. Pero Samael me ha recomendado que haga un informe detallado de los acontecimientos, de manera más personal que los impersonales reportes policiacos.Mi nombre es Katrina Drej, agente especial de la SEP, nacida en Bosnia y especializada en la investigación de tipo paranormal. Me encontraba en Guatemala, investigando los brutales asesinatos de mujeres jóvenes en la frontera entre México y Guatemala al lado de Samael Valenzuela, también agente de la SEP, costarricense y de mucha experiencia a sus casi 50 años. Algunos de los altos jerarcas sospechaban de autoría sobrenatural en los homicidios, así que Samael y yo fuimo
Desde muy joven, Lady Casilda se había dedicado a la magia negra y a la hechicería diabólica. Siempre fue una niña hermosa proveniente de una familia de aristócratas quién, desde muy adolescente, fue introducida por su madre en todos los artes oscuros como la nigromancia, el vudú y la invocación demoníaca. A la edad de 30 años, cuando su hermosura natural había llegado a un esplendor maravilloso, Lady Casilda hizo un pacto con el Diablo para preservarse joven y bella por siempre. El pacto incluía presentar el sacrificio de tres doncellas, cuya cabeza debía ser cercenada ante el altar satánico.Lady Casilda (cuya verdadera edad nadie conocía, pues siempre lucía de 30 años), sedujo al Rey Heriberto III, y se casó con él. No fue difícil para ella seducirlo, por la gran belleza que poseía y por sus artes mágicos. Si
Dorothy estaba perdida.Estaba bastante molesta por el hecho —después de todo, era joven y hermosa— pero estaba irremediablemente perdida.Mientras caminaba por uno de los largos campos de maizales interminables, llegó hasta una aldea tallada en la piedra por manos torpes y primitivas, de cuyo interior —muy para su desgracia— emergió un grupo de enanos deformes, similares a trasgos, de aspecto desagradable. Se trataba de hombres y mujeres horripilantes, de rostros surcados por arrugas y ojos grotescamente grandes y desorbitados, que la contemplaban curiosos.—¿Quién eres...? —preguntaron con sus voces chillonas— ¿Quién eres...? ¡Intrusa! ¡Intrusa!—Me llamo Dorothy —anunció— y me encuentro perdida. ¡Atrás! —gritó en cuanto los esperpentos se abalanzaron contra ella con rostros ham
A diferencia de mis predecesoras, mi problema nunca fue la falta de atención paterna. De hecho, mi padre siempre me suministró mucha atención. La problemática central era esa, precisamente, la atención que él me proporcionaba.—¿Te sientes bien? —me preguntaba acariciándome el cabello con ternura enfermiza. —No dirás nada, ¿verdad, mi amor?—No, papá.—¡Esa es mi niña! Eres una buena niña —dijo sonriente recostándose en la cama, como descansando. Estaba desnudo bajo las cobijas de mi cama. Tan desnudo como yo. Era un hombre de ojos verdes intensos como los míos, nariz aquilina y una gran boca de dientes perfectos. —¡Es hora de que me vaya! Debo dormir bien porque mañana tengo que trabajar y tú debes ir a clases —dijo estirándose. Se levantó, se puso
Mi nombre es Bella, y siempre fui considerada el ejemplo de la hermosura y la estética femenina. Desde niña fue así, si bien la adolescencia incrementó notoriamente mi esplendoroso atractivo.Recuerdo que caminaba por los oscuros linderos del Bosque Encantado, a pesar de las frecuentes advertencias de que el lugar era un endemoniado habitáculo maligno, plétora de maldiciones y monstruos y espíritus infernales. Caminaba y caminaba por empedrados senderos totalmente perdida en las inmediaciones, justo cuando comenzaba a anochecer y una frívola ventisca acechaba amenazadora.Temerosa de toparme con los espantajos nocturnos y la inclemencia del clima, corrí hasta la lejana mansión que divisé enclavada en lo profundo del boscoso infierno. Allí, toqué los enormes portones negros con ansioso frenesí solícita de auxilio, hasta que éstos se abrieron
—¿Aceptarás casarte conmigo, algún día? —le preguntó el joven y apuesto cazador, pero su pretendida nuevamente declinó con la cabeza, con aquella cabeza repleta de rizos rubios— ¿Por qué no, Ricitos?—Aún estoy muy joven y no quiero comprometerme —dijo caminando por entre las callejuelas de la pedregosa ciudad— si sigues molestándome me internaré en el Bosque Encantado.Una anciana que pasó cerca y escuchó la amenaza de la muchacha se santiguó de inmediato. El Bosque Encantado era el habitáculo del Diablo, una espantosa plétora de monstruos y pesadillas infernales.—No te atreverás, Ricitos de Oro —le retó el joven pretendiente e intentó a atrapar a la muchacha de la que estaba profundamente enamorado, esa joven, adolescente aún, de cabello rubio rizado,
—¡Es perfecto! —se dijo a sí mismo Gepeto cuando hubo terminado su marioneta, si bien su senilidad lo engañaba pues su creación distaba mucho de la perfección. Era una pobre parodia grotesca de ser humano tallado en madera astillosa y curtida sin lijar ni barnizar. Su rostro estaba pintado con dos círculos rojos en las mejillas, la boca y los ojos, y sólo la tosca nariz consistente en un afilado espolón clavado en el centro del rostro, resaltaba en relieve. Los brazos y las piernas eran simples maderos con clavos en las articulaciones, y los dedos de las manos eran rechonchos cilindros pintados de blanco. Debido a la avanzada edad de Gepeto, y sus problemas de visión, no notó el pésimo trabajo realizado en el muñeco, que lucía como un ser retorcido y mal formado. Cuando le colocó el pantalón verde de tirantes y el sombrero de tela, acrecentó el aspecto rid