No recuerdo bien lo que pasa cuando estoy transformado en la bestia. Todos mis recuerdos son brumosos, confusos, perturbados, imposibles de dilucidar. Son emociones puras, difíciles de describir con palabras. Sentimientos de hambre, sed de sangre, pasión. Correr por los potreros ramonenses de noche, iluminado por la luz de mi eterna compañera, la luna. No puedo describirlo como no puedo describir el ver a un ciego de nacimiento. No siempre fue así. Todo comenzó aquella noche de 1925, en San Ramón. Mi nombre es Rómulo Lemos del Valle, nací en una familia de clase media alta, en 1896, hijo de una pareja de exiliados liberales que se vieron forzados a dejar la capital por presiones políticas. Aunque su acomodada situación económica les permitió comprar unas fincas ganaderas y dar educación profesional a sus hijos. Estudié medicina en Chile, y regresé
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