Capítulo 18.

Rebecca.

—Te dije que no te salvarías de la follada que te voy a dar mi fierecilla. No tientes al tigre sino sabes cómo contenerlo— dijo arrancándome la braga y se hundió en mí de una sola estocada.

—¡Ahh! amor...— gemí por sus fuertes embestidas. —Tu artuconda me partirá en dos, ¡Ahh! —

—¡Por Dios nena! Tu boquita. Esa boquita sucia que me voy a follar a mi antojo, además tú te lo buscastedijo Arturo introduciendo con fuerza su duro y grueso miembro, hice una mueca de dolor al sentir la rudeza de la intromisión.

Estaba tan deseosa, tan caliente y excitada que la humedad facilitaba la entrada de su verga y el malestar era reemplazado por las oleadas de placer que me hacía sentir.

Tomó una de mis piernas y la llevó a su hombro haciendo la penetración más profunda

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