Kereem.Recosté mi cabeza en el asiento y tiré los papeles que tenía en la mano. Entonces desajusté mi corbata y solté el aire.Cada día que pasaba, era como una pérdida para mí. Cada día era una tortura, y estaba llegando al punto en que no podía soportarme a mí mismo. Cerré los ojos y recordé la conversación de días anteriores con Sanem, y luego negué.—¿De qué estás hablando?—Es nuestra última oportunidad…Recordé cómo tiré la silla, cuando la sangre se me calentó y aceleró al mismo tiempo. La rabia removió mis bases. Recordé cómo fui hacia Sanem y casi pegué mi rostro con el de ella.—Por no querer aceptar este trato, es la consecuencia de que estamos aquí. Como un par de desconocidos.Sanem dejó caer las lágrimas y atrapó mi rostro.—Por favor, Kereem, tratemos de recoger los escombros. De construir nuestra vida, podemos hacerlo.¿Podía hacerlo? Claro que no. Estaba muerto en vida, y solo vivía para vengarme de toda la traición que nos habían hecho. Para vengar a mi madre, para
Kereem.Miré el suelo mientras el agua se deslizaba a mis pies. Había tenido que venir a la regadera, o sencillamente iba a explotar de todas las formas.Pegué mi frente a la loza y cerré los ojos cuando todos los conflictos se arremolinaron en mi cabeza, generando el caos que sabía es lo que tenía en la vida.Y la vi a ella, la vi mirándome con esos ojos devastadores, con esa boca sugerente, y sus movimientos sobre mí.«Kereem…»Podía recordar. Esta incontinencia me tenía enfermo, sediento, como un maldit* que se desesperaba por volver a tocarla, a apretar su boca y hacerle saber que independientemente de lo que pasara, ella era mía.Bajé mi mano a mi anatomía, palpitaba solo de pensar que podía llegar a verla después de tantos meses, y no evitar pensar que mi tacto era el de ella. Y necesitaba hacerlo, por muy enfermo que pareciera, necesitaba sacar al menos parte de mi frustración.Moví mi mano sobre mi anatomía y solo cerré los ojos, Zahar era la culpable de llevarme a este límite
Zahar.EL PRIMER DÍAMe desperté varias en la noche con la ansiedad a mil, y con miles de cosas que imaginaba y rondaban en mi cabeza. Había una mezcla de nerviosismo y expectación, sabiendo que este era un paso crucial en mi nueva vida.Una de las instrucciones claras, era la vestimenta, y tenía dos tipos de uniformes: Uno, un vestido negro que iba un poco más debajo de las rodillas sandalias negras. Y dos, un conjunto de pantalones finos negros y una blusa del mismo color, acompañados de unos tacones que resonaban con cada paso que daba.Así que esta vez, elegí la opción número dos.Al llegar al edificio, me sorprendió la imponente estructura, era una mezcla de acero y vidrio que albergaba una de las muchas empresas de Víctor Branson. El interior era igual de impresionante: minimalista, moderno y absolutamente intimidante. Cada detalle, desde los muebles hasta la iluminación, exudaba elegancia y poder.Me dirigí a la recepción, donde una mujer de rostro impasible me indicó que tomar
Zahar.TRANSICIÓN.Después de que Víctor me dejó en mi nueva oficina, me senté en la silla de cuero negro, permitiéndome unos momentos para asimilarlo todo. La vista desde la ventana, con el horizonte de la ciudad desplegándose ante mí, era impresionante, pero no pude evitar sentir un peso en mi pecho. La emoción de comenzar algo nuevo estaba teñida con la ansiedad de lo desconocido.La carpeta con mi nombre en letras doradas sobre el escritorio me llamaba, así que la abrí con manos temblorosas. En su interior, encontré documentos de la empresa, procedimientos internos, y una carta de bienvenida personalizada de Víctor. Había también un calendario detallado de las próximas semanas, lleno de reuniones, sesiones de capacitación y eventos importantes. Estaba claro que no había espacio para el error.Mi laptop, nueva y brillante, estaba lista para ser utilizada. Encendí la pantalla y comencé a familiarizarme con los sistemas y plataformas que usaría en mi trabajo. Mientras me sumergía en
Zahar.Víctor…El jueves por la mañana, llegué más temprano de lo acostumbrado a la empresa, porque Alessia debía atender otros asuntos de Víctor, así que a las ocho de la mañana estaba colocando su café en la mesa, y estaba buscando las bolsitas de azúcar cuando él entró a la oficina.—Buenos días, qué grata sorpresa, tú por la mañana —le sonreí.Ya me estaba acostumbrando a su compañía, sobre todo a sus constantes palabras de halago.—Buenos días, señor.—Víctor. Víctor cuando estemos solos.Asentí colocándome firme y lo dije:—Víctor… —él se quedó mirando y se metió las manos en los bolsillos.—Se escucha muy bien —tomé el aire suficiente cuando lo vi, tomar el café de la mesa y sentarse en la silla—. Vamos, acompáñame.Negué un poco.—No me gusta mucho el café.—Bien, ¿ya comiste?—Sí.Víctor sonrió y luego bebió de su taza.—Los ingleses solemos tomar mucho té, pero por la mañana me acostumbré al café.Le sonreí de nuevo y él se detuvo como si algo no le gustara.—Vamos, Ana, no
Zahar.Las palabras de Víctor resonaron en mi mente como un eco que me distorsionó los sentidos. Definitivamente, no había estado preparada para esto.Recordé los días en los que el amor no era más que un juego peligroso, donde confiar en alguien significaba exponerse a la traición. Había aprendido a construir murallas alrededor desde niña, a mantener a raya cualquier atisbo de vulnerabilidad.No era solo Víctor, había sido diseñada para rechazar este tipo de cosas, y a veces me preguntaba si lo que sentía por Kereem era eso, el resultado de mi diseño, porque mi mente de cierta forma fue preparada para eso.Abrí mi boca cuando él esperó una respuesta, pero me sentía un poco perdida, entonces negué:—No sé si puedo darte lo que quieres —admití finalmente, con apenas un susurro.Ni siquiera supe por qué abrí una brecha, porque de cierta forma, se la estaba dando.—No quiero que me des nada, Ana. Solo quiero que me dejes intentar. Si en algún momento sientes que no es lo que deseas, me l
Zahar.El amanecer en casa de Lidia fue tranquilo, de hecho, me senté en la cama un poco impresionada al ver la hora. El sol se filtraba a través de las cortinas, y alguien en la calle se escuchaba a una familia apurar a sus niños para ir a la escuela. No había este apuro de saltar de la cama a ir a una caminadora o trotar hasta el cansancio.Me puse la ropa de ayer, y sentí una calma extraña, como si las emociones de la noche anterior hubieran sido un sueño lejano. Pero el peso en mi pecho me recordaba que nada de lo que había pasado era un sueño.Me apresuré a bajar las escaleras y noté que Lidia estaba colocando su bolso en el hombro y me sonrió.—Buenos días.—Siento dormir tanto —Me disculpé—. No sé por qué no puse el despertador, la verdad suelo levantarme antes.Ella arrugó el ceño y negó.—Es tu día libre, ¿nunca duermes hasta tarde? Además, ¿quién se disculpa por dormir rico?Sonreí con ella y luego me apuntó la mesa.—Te hice desayuno, pero no puedo acompañarte porque debo
Zahar.El salón estaba lleno de gente, pero para mí, el mundo se redujo a un solo hombre. Kereem Abdalá avanzaba hacia nosotros con esa seguridad inquebrantable que siempre había tenido, y sentí cómo el aire se volvía denso, sofocante. Cada paso que daba hacia mí era un golpe directo al corazón, un recordatorio de todo lo que una vez compartimos y todo lo que se rompió entre nosotros.Sentí mi cuerpo temblar, mi corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de mi pecho. Quise apartar la mirada, evitar ese encuentro inevitable, pero era como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar. Kereem tenía ese poder sobre mí, un poder que no había perdido, a pesar del dolor y del tiempo que intenté convencerme de que estaba mejor sin él.Todo lo que creía haber superado se desmoronó. Las paredes que había construido para protegerme comenzaron a resquebrajarse bajo el peso de su mirada, esa misma mirada que una vez me había hecho sentir amada y segura, y sobre todo que me