Zahar.TRANSICIÓN.Después de que Víctor me dejó en mi nueva oficina, me senté en la silla de cuero negro, permitiéndome unos momentos para asimilarlo todo. La vista desde la ventana, con el horizonte de la ciudad desplegándose ante mí, era impresionante, pero no pude evitar sentir un peso en mi pecho. La emoción de comenzar algo nuevo estaba teñida con la ansiedad de lo desconocido.La carpeta con mi nombre en letras doradas sobre el escritorio me llamaba, así que la abrí con manos temblorosas. En su interior, encontré documentos de la empresa, procedimientos internos, y una carta de bienvenida personalizada de Víctor. Había también un calendario detallado de las próximas semanas, lleno de reuniones, sesiones de capacitación y eventos importantes. Estaba claro que no había espacio para el error.Mi laptop, nueva y brillante, estaba lista para ser utilizada. Encendí la pantalla y comencé a familiarizarme con los sistemas y plataformas que usaría en mi trabajo. Mientras me sumergía en
Zahar.Víctor…El jueves por la mañana, llegué más temprano de lo acostumbrado a la empresa, porque Alessia debía atender otros asuntos de Víctor, así que a las ocho de la mañana estaba colocando su café en la mesa, y estaba buscando las bolsitas de azúcar cuando él entró a la oficina.—Buenos días, qué grata sorpresa, tú por la mañana —le sonreí.Ya me estaba acostumbrando a su compañía, sobre todo a sus constantes palabras de halago.—Buenos días, señor.—Víctor. Víctor cuando estemos solos.Asentí colocándome firme y lo dije:—Víctor… —él se quedó mirando y se metió las manos en los bolsillos.—Se escucha muy bien —tomé el aire suficiente cuando lo vi, tomar el café de la mesa y sentarse en la silla—. Vamos, acompáñame.Negué un poco.—No me gusta mucho el café.—Bien, ¿ya comiste?—Sí.Víctor sonrió y luego bebió de su taza.—Los ingleses solemos tomar mucho té, pero por la mañana me acostumbré al café.Le sonreí de nuevo y él se detuvo como si algo no le gustara.—Vamos, Ana, no
Zahar.Las palabras de Víctor resonaron en mi mente como un eco que me distorsionó los sentidos. Definitivamente, no había estado preparada para esto.Recordé los días en los que el amor no era más que un juego peligroso, donde confiar en alguien significaba exponerse a la traición. Había aprendido a construir murallas alrededor desde niña, a mantener a raya cualquier atisbo de vulnerabilidad.No era solo Víctor, había sido diseñada para rechazar este tipo de cosas, y a veces me preguntaba si lo que sentía por Kereem era eso, el resultado de mi diseño, porque mi mente de cierta forma fue preparada para eso.Abrí mi boca cuando él esperó una respuesta, pero me sentía un poco perdida, entonces negué:—No sé si puedo darte lo que quieres —admití finalmente, con apenas un susurro.Ni siquiera supe por qué abrí una brecha, porque de cierta forma, se la estaba dando.—No quiero que me des nada, Ana. Solo quiero que me dejes intentar. Si en algún momento sientes que no es lo que deseas, me l
Zahar.El amanecer en casa de Lidia fue tranquilo, de hecho, me senté en la cama un poco impresionada al ver la hora. El sol se filtraba a través de las cortinas, y alguien en la calle se escuchaba a una familia apurar a sus niños para ir a la escuela. No había este apuro de saltar de la cama a ir a una caminadora o trotar hasta el cansancio.Me puse la ropa de ayer, y sentí una calma extraña, como si las emociones de la noche anterior hubieran sido un sueño lejano. Pero el peso en mi pecho me recordaba que nada de lo que había pasado era un sueño.Me apresuré a bajar las escaleras y noté que Lidia estaba colocando su bolso en el hombro y me sonrió.—Buenos días.—Siento dormir tanto —Me disculpé—. No sé por qué no puse el despertador, la verdad suelo levantarme antes.Ella arrugó el ceño y negó.—Es tu día libre, ¿nunca duermes hasta tarde? Además, ¿quién se disculpa por dormir rico?Sonreí con ella y luego me apuntó la mesa.—Te hice desayuno, pero no puedo acompañarte porque debo
Zahar.El salón estaba lleno de gente, pero para mí, el mundo se redujo a un solo hombre. Kereem Abdalá avanzaba hacia nosotros con esa seguridad inquebrantable que siempre había tenido, y sentí cómo el aire se volvía denso, sofocante. Cada paso que daba hacia mí era un golpe directo al corazón, un recordatorio de todo lo que una vez compartimos y todo lo que se rompió entre nosotros.Sentí mi cuerpo temblar, mi corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de mi pecho. Quise apartar la mirada, evitar ese encuentro inevitable, pero era como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar. Kereem tenía ese poder sobre mí, un poder que no había perdido, a pesar del dolor y del tiempo que intenté convencerme de que estaba mejor sin él.Todo lo que creía haber superado se desmoronó. Las paredes que había construido para protegerme comenzaron a resquebrajarse bajo el peso de su mirada, esa misma mirada que una vez me había hecho sentir amada y segura, y sobre todo que me
Kereem.Todo comenzó con una palabra. Una sola palabra pronunciada por el monarca, que resonó en mi cabeza como una detonación. “Novia”.Eso fue más de lo que había imaginado. Fue como si el suelo se abriera bajo mis pies, pero a la vez, sentí una oleada de ira tan intensa que apenas podía controlarla.Ya estaba al borde de mi autocontrol desde el momento en que puse un pie en ese salón. El viaje había sido un infierno, no por la distancia, sino porque cada minuto que pasaba me acercaba a un evento donde sabía que ella estaría.Su nombre era un fuego que ardía en mi mente día y noche, decir que había padecido esta distancia como una maldición era quedarse corto, sobre todo porque desde el mismo día en que la solté, agonicé como un maldit* en llamas.Había recibido la invitación del monarca en medio del caos en Riad, y mi primera reacción fue rechazarla. Pero al enterarme del informe de Asad y todo lo que estaba ocurriendo, mi resistencia se desvaneció. Necesitaba verla. Necesitaba rec
Zahar.Intenté mantener la compostura, intenté fingir que no me afectaba, que había seguido adelante con mi vida, pero en el fondo sabía que estaba mintiendo. No solo a él, sino también a mí misma. Porque la verdad era que Kereem nunca había dejado de estar presente en mi mente, en mis sueños, en mi cuerpo…Había intentado ser fuerte, había intentado construir algo nuevo, pero en el fondo, él seguía siendo mi debilidad.El peso de la mirada de Kereem siempre había sido una carga que llevaba sobre mis hombros, incluso cuando él no estaba presente. Su ausencia había sido un alivio y un tormento al mismo tiempo. Pero ahora, con él tan cerca, ese peso se transformó en una presión que me asfixiaba.Desde el momento en que entró al salón, supe que nada de lo que había construido en su ausencia sería suficiente para mantenerlo alejado. Intenté mantener la calma, intenté ignorar la tormenta de emociones que su presencia provocaba en mí, pero con su toque encima de mi cuerpo, sabía que él podí
Zahar.El eco de las palabras de Alessia resonó en mi mente como una sentencia ineludible: “todos los tratos se cerrarán con una sola persona, y ese es el Emir, Kereem Abdalá…”.Tragué en seco, sintiendo una mezcla de frustración y desesperación. Víctor, con su mirada de preocupación, intentaba leer mi expresión, pero sabía que debía mantener la calma. No podía mostrarle lo que realmente sentía, no ahora, cuando todo pendía de un hilo tan delgado.—No entiendo —Víctor le dijo a Alessia y ella pareció más confundida que él.—Ni yo, realmente había tomado unos contactos importantes, y se supone que esta reunión era para ello a pesar del cumpleaños del monarca.Los fuegos artificiales hicieron que todos nos giráramos, afuera era un festín de ellos, y yo vi cómo un pastel gigante entraba en un carrito dorado junto con velas de chispas.El monarca caminó, y le puso una mano a Kereem que lo acompañó hasta el centro.Parecían muy íntimos, y tuve que apartar la mirada de Kereem que parecía qu