Zahar.Las palabras de Víctor resonaron en mi mente como un eco que me distorsionó los sentidos. Definitivamente, no había estado preparada para esto.Recordé los días en los que el amor no era más que un juego peligroso, donde confiar en alguien significaba exponerse a la traición. Había aprendido a construir murallas alrededor desde niña, a mantener a raya cualquier atisbo de vulnerabilidad.No era solo Víctor, había sido diseñada para rechazar este tipo de cosas, y a veces me preguntaba si lo que sentía por Kereem era eso, el resultado de mi diseño, porque mi mente de cierta forma fue preparada para eso.Abrí mi boca cuando él esperó una respuesta, pero me sentía un poco perdida, entonces negué:—No sé si puedo darte lo que quieres —admití finalmente, con apenas un susurro.Ni siquiera supe por qué abrí una brecha, porque de cierta forma, se la estaba dando.—No quiero que me des nada, Ana. Solo quiero que me dejes intentar. Si en algún momento sientes que no es lo que deseas, me l
Zahar.El amanecer en casa de Lidia fue tranquilo, de hecho, me senté en la cama un poco impresionada al ver la hora. El sol se filtraba a través de las cortinas, y alguien en la calle se escuchaba a una familia apurar a sus niños para ir a la escuela. No había este apuro de saltar de la cama a ir a una caminadora o trotar hasta el cansancio.Me puse la ropa de ayer, y sentí una calma extraña, como si las emociones de la noche anterior hubieran sido un sueño lejano. Pero el peso en mi pecho me recordaba que nada de lo que había pasado era un sueño.Me apresuré a bajar las escaleras y noté que Lidia estaba colocando su bolso en el hombro y me sonrió.—Buenos días.—Siento dormir tanto —Me disculpé—. No sé por qué no puse el despertador, la verdad suelo levantarme antes.Ella arrugó el ceño y negó.—Es tu día libre, ¿nunca duermes hasta tarde? Además, ¿quién se disculpa por dormir rico?Sonreí con ella y luego me apuntó la mesa.—Te hice desayuno, pero no puedo acompañarte porque debo
Zahar.El salón estaba lleno de gente, pero para mí, el mundo se redujo a un solo hombre. Kereem Abdalá avanzaba hacia nosotros con esa seguridad inquebrantable que siempre había tenido, y sentí cómo el aire se volvía denso, sofocante. Cada paso que daba hacia mí era un golpe directo al corazón, un recordatorio de todo lo que una vez compartimos y todo lo que se rompió entre nosotros.Sentí mi cuerpo temblar, mi corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de mi pecho. Quise apartar la mirada, evitar ese encuentro inevitable, pero era como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar. Kereem tenía ese poder sobre mí, un poder que no había perdido, a pesar del dolor y del tiempo que intenté convencerme de que estaba mejor sin él.Todo lo que creía haber superado se desmoronó. Las paredes que había construido para protegerme comenzaron a resquebrajarse bajo el peso de su mirada, esa misma mirada que una vez me había hecho sentir amada y segura, y sobre todo que me
Kereem.Todo comenzó con una palabra. Una sola palabra pronunciada por el monarca, que resonó en mi cabeza como una detonación. “Novia”.Eso fue más de lo que había imaginado. Fue como si el suelo se abriera bajo mis pies, pero a la vez, sentí una oleada de ira tan intensa que apenas podía controlarla.Ya estaba al borde de mi autocontrol desde el momento en que puse un pie en ese salón. El viaje había sido un infierno, no por la distancia, sino porque cada minuto que pasaba me acercaba a un evento donde sabía que ella estaría.Su nombre era un fuego que ardía en mi mente día y noche, decir que había padecido esta distancia como una maldición era quedarse corto, sobre todo porque desde el mismo día en que la solté, agonicé como un maldit* en llamas.Había recibido la invitación del monarca en medio del caos en Riad, y mi primera reacción fue rechazarla. Pero al enterarme del informe de Asad y todo lo que estaba ocurriendo, mi resistencia se desvaneció. Necesitaba verla. Necesitaba rec
Zahar.Intenté mantener la compostura, intenté fingir que no me afectaba, que había seguido adelante con mi vida, pero en el fondo sabía que estaba mintiendo. No solo a él, sino también a mí misma. Porque la verdad era que Kereem nunca había dejado de estar presente en mi mente, en mis sueños, en mi cuerpo…Había intentado ser fuerte, había intentado construir algo nuevo, pero en el fondo, él seguía siendo mi debilidad.El peso de la mirada de Kereem siempre había sido una carga que llevaba sobre mis hombros, incluso cuando él no estaba presente. Su ausencia había sido un alivio y un tormento al mismo tiempo. Pero ahora, con él tan cerca, ese peso se transformó en una presión que me asfixiaba.Desde el momento en que entró al salón, supe que nada de lo que había construido en su ausencia sería suficiente para mantenerlo alejado. Intenté mantener la calma, intenté ignorar la tormenta de emociones que su presencia provocaba en mí, pero con su toque encima de mi cuerpo, sabía que él podí
Zahar.El eco de las palabras de Alessia resonó en mi mente como una sentencia ineludible: “todos los tratos se cerrarán con una sola persona, y ese es el Emir, Kereem Abdalá…”.Tragué en seco, sintiendo una mezcla de frustración y desesperación. Víctor, con su mirada de preocupación, intentaba leer mi expresión, pero sabía que debía mantener la calma. No podía mostrarle lo que realmente sentía, no ahora, cuando todo pendía de un hilo tan delgado.—No entiendo —Víctor le dijo a Alessia y ella pareció más confundida que él.—Ni yo, realmente había tomado unos contactos importantes, y se supone que esta reunión era para ello a pesar del cumpleaños del monarca.Los fuegos artificiales hicieron que todos nos giráramos, afuera era un festín de ellos, y yo vi cómo un pastel gigante entraba en un carrito dorado junto con velas de chispas.El monarca caminó, y le puso una mano a Kereem que lo acompañó hasta el centro.Parecían muy íntimos, y tuve que apartar la mirada de Kereem que parecía qu
Zahar… No tomé su mano cuando me la ofreció para subirme a la camioneta y traté de alejarme de su distancia cuando le ordenó a Asad ponernos en marcha. Mi cuerpo estaba lo suficientemente débil como para hacer un mal movimiento, además, en el encierro, el olor de Kereem me envolvió de forma tóxica y al mismo tiempo, me llenó de una familiaridad que desde hace meses no sentía. La camioneta comenzó a moverse, dirigiéndose hacia donde Kereem se estaba alojando. Eso creía yo. No hablamos durante el trayecto, porque él estaba pendiente de unas indicaciones de Asad, y luego se recostó para mirarme mientras durante el silencio la tensión crecía entre nosotros. Finalmente, la camioneta se detuvo frente a un lujoso edificio. Mi corazón latía con fuerza cuando Kereem abrió la puerta y salió, extendiendo una mano hacia mí. Dudé por un segundo, pero luego acepté su ayuda y descendí del vehículo. Entramos en el vestíbulo, y todo parecía un susurro distante mientras nos dirigíamos hacia la
Kereem.El calor del encuentro con Zahar todavía ardía en mi piel mientras salía de la suite, pero la urgencia en los ojos de Asad no dejaba espacio para la distracción. Caminamos en silencio por el pasillo, hasta que me condujo a una habitación más pequeña, y se metió conmigo.Pude notar que había varios hombres trabajando allí, en algunas computadoras, y Asad me ofreció un trago, pero negué.—¿Qué pasa? —le pregunté con voz baja, sintiendo el peso de la tensión en el aire.Asad no respondió de inmediato. En lugar de eso, sacó su tableta y comenzó a mostrarme una serie de imágenes. Cada una mostraba un lugar diferente, pero el común denominador era Zahar. Había fotografías de ella entrando y saliendo de edificios, capturas de cámaras de seguridad que seguían sus movimientos. El ángulo y la precisión de las tomas me pusieron en alerta.—Hemos estado vigilando a la señorita Zahar de cerca, como lo ordenó —comenzó Asad—, pero hemos descubierto que no somos los únicos.Alcé los ojos de g