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La expresión de Nathaniel era paciente, y una sonrisa leve se formó en su rostro ante el evidente malentendido.—Madre, ella es Rose, la hermana menor de Elara. No es mi hija, pero es parte de nuestra familia ahora.Regina, aliviada, pero aún visiblemente conmocionada por la suposición inicial, se llevó una mano al pecho.—Oh, ya veo. Es solo que… con todo lo que está sucediendo…Nathaniel colocó a Rose con extremo cuidado sobre el sofá, mientras Elara observaba la escena, su paciencia puesta a prueba por los prejuicios de su suegra. Sin embargo, no se quedó callada ante el comentario despectivo de Regina.—Suegra, en todo caso, ser madre soltera no es un crimen. Algunas mujeres luchan por sus hijos y se convierten en madres solteras porque les tocan hombres irresponsables que no son bien criados por sus madres. No debería juzgarlas tan duramente.Regina resopló, claramente molesta por la réplica de Elara.—Eso no es excusa, niña. Una debe saber dónde poner el ojo antes de tener un hi
CENA DE ALTA SOCIEDAD.― ¡Oh, Dios! ―Elara gimió mientras movía sus caderas. ―Nat… estoy cerca, muy cerca.Nathaniel dejo salir un gemido profundo y agarro el cabello de Elara en un puño, en un agarre fuerte, para luego besarla con ternura. Es casi como si estuviera alargando el momento. La mano de Elara se deslizó por su pecho desnudo y bajo lentamente hacia sus abdominales.―Nena… ―él gruño con tono de castigo.Elara estampo un beso en sus labios mientras masajeaba su miembro de arriba abajo, al mismo tiempo que Nathaniel movía los dedos dentro y fuera de su coño. El orgasmo de Elara estaba cerca, pero ella no quería venirse en su mano, quería hacerlo en su polla. En un movimiento rápido lo empujo sobre su espalda y se subió sobre él.― Quieres tener el control, ¿eh? ―pregunto con una sonrisa lobuna.Elara no quería responder, solo quería hacerlo sentir bien, se sentó sobre sus rodillas y se inclinó con su mano envuelta alrededor de su polla. Él gimió profundo cuando su lengua rodeo
UN PLAN DE ATAQUE.Nathaniel se apoyó contra la fría superficie del escritorio, sus ojos fijos en Jonathan, quien parecía inusualmente pensativo.―Y bien, ¿qué tienes para este caso? La herencia de mi esposa aún sigue en manos de esa sanguijuela.―Nathaniel, la situación es delicada. La tía de Elara ha cruzado una línea peligrosa al intentar coaccionar a los testigos, pero… necesitamos pruebas suficientes para enviarla a la cárcel.― ¿Qué podemos hacer? Esa casa es lo último que le queda de su padre.―Vamos a plantear una demanda por manipulación de testamento y coacción de testigos. Con pruebas de que los testigos fueron presionados para cambiar sus declaraciones.― ¿Es suficiente para ganar el caso?―Es un buen comienzo. ―Jonathan suspiro ― Además, voy a solicitar la intervención de un experto en grafología para verificar la autenticidad de las firmas en el testamento.― ¿Y qué pasa si no conseguimos suficiente evidencia?―Entonces, presentaremos un caso basado en la consistencia de
NOTICIAS SORPRENDENTES.Regina regresaba al jardín, las limonadas tintineando en la bandeja con cada paso. Su mirada se posó en la figura diminuta de Rose tendida en el suelo, y la bandeja cayó al suelo.― ¡Rose! ―gritó, corriendo hacia la niña.Victoria permaneció inmóvil, sus ojos fijos en el cuerpo inerte de la pequeña, una mezcla de shock y una oscura realización pintando su rostro.― ¡Victoria! ¿Qué estás haciendo ahí parada? ¡Llama a una ambulancia ahora mismo! ―ordenó Regina, su voz elevándose en pánico.Sandra, el ama de llaves, apareció y sus ojos se agrandaron por la sorpresa y el temor.― ¿Qué ha pasado, señora?― ¡Llama a una ambulancia, Sandra! ¡Rápido! ―Regina le gritó sin apartar la vista de Rose, cuyas mejillas acariciaba con manos temblorosas. ―Rose, cariño, por favor, despierta. ―susurraba desesperadamente, pero la niña no respondía.En un movimiento rápido, Regina giró hacia Victoria, su mirada afilada como cuchillos.― ¿Qué le hiciste?Victoria se deshizo en una ac
UNA REALIDAD. El mundo se detuvo para Elara, la noticia cayó como un rayo sobre ella, apenas y escuchó las felicitaciones de la enfermera. ―Elara, ¿estás bien? ―No… ―susurró, ―no estoy bien, Sara. Elara miró a su amiga con ojos vidriosos. ― ¿Cómo… Como… es que yo…? ―A veces estas cosas fallan, ¿segura que no perdiste una? ―preguntó Sara, intentando buscar alguna explicación lógica. ―No, las estoy tomando bien. Dios… El corazón de Elara latía a toda velocidad y la incredulidad la embargaba; había una pequeña vida creciendo dentro de ella. ― ¿Qué vas a hacer? ―Sara preguntó cautelosamente, reviviendo sus propios demonios. ―No lo sé. ― ¿Vas a decírselo? ―insistió Sara. Elara estaba en una encrucijada. A pesar de su relación actual con Nathaniel estaba bien, aún seguía con sus planes de divorcio para empezar de nuevo con Rose, pero esto lo cambiaba todo. Ahora iban a tener un hijo. ―Elara… ―Sara la sacó de sus pensamientos. ―Sé que yo he sido la primera en hablar mal del bas
ERES UN MONSTRUO. La tensión en el estudio era es palpable y las emociones estaban a flor de piel. Elara, con su pecho subiendo y bajando por la respiración agitada, encaro a Nathaniel, mientras sus ojos brillan con lágrimas de furia y desilusión. ― ¿Cómo pudiste? ―pregunto con voz temblorosa ― ¿Cómo te atreviste a jugar así con mi cuerpo, con mi vida, Nathaniel? ―Era necesario. ―dijo con una calma que irrito a Elara a sobremanera ― Tú… nosotros teníamos un pacto. Te comprometiste a ser la madre de mi hijo. ― ¡Un pacto que yo no quería! ¡Me empujaste a eso! ¡Manipular mi anticonceptivo…! ¿Crees que eso es amor? Es un control enfermizo, ¡es obsesión! Nathaniel frunce el ceño y su voz se endureció al escuchar a Elara dudar de sus sentimientos. ―Hice lo que debía hacer. Lo que era correcto para nosotros, para nuestro futuro. ― ¡No hay ‘nosotros’ cuando una parte no tiene voz! ¡Controlar no es amar, Nathaniel! ¡Decidir por mí no es protegerme! Él dio un paso adelante y la miro desa
HUMILLANTE DERROTA. El vestido que Elara había elegido era negro, con un escote pronunciado, sexy y ajustado. El vestido era ajustado en la parte superior, el corpiño llegaba a la cintura y la falda era amplia y vaporosa. Un estilista le había arreglado el pelo para que estuviera sedoso y ondulado, cayendo en cascada sobre un hombro. En las orejas brillaban diamantes y el maquillaje era sobrio. El efecto general era de ensueño, una princesa de cuento muy sexy. ―El Sr. Cross podría tener un ataque al corazón. ―el estilista bromeó. ―No puede morir sin pagar sus pecados. ―Elara respondió tratando de controlar los nervios. El hecho era que su molestia había mermado un poco y pensaba hablar con Nathaniel después de la fiesta, pero primero necesitaba que todo saliera bien. Esta era su prueba de fuego. El estilista miró el reloj. ― ¡Será mejor que nos vayamos! Al Sr. Cross no le gusta… ―Esperar. ―Elara sonrió―. Lo sé, lo sé. ―Entonces vamos a bajar. ―el hombre movió las cejas―. No que
HUMILLANTE DERROTA (II) Nathaniel no pudo evitar soltar una risita al ver la destreza con la que Elara había manejado la situación, disfrutando visiblemente del momento incómodo de Victoria. En ese instante, la tensión fue interrumpida por la llegada de un invitado distinguido, el senador Piters, un amigo cercano de la familia. Regina se adelantó a saludar al recién llegado. ―Senador Piters, qué placer verlo. Permítame presentarle a la esposa de mi hijo, Elara Cross. El senador sonrió y tomó la mano de Elara con respeto. ―Es usted muy hermosa, señora Cross. Nathaniel, eres un hombre afortunado. Nathaniel respondió con una sonrisa de orgullo y un asentimiento silencioso. ― ¿Ha terminado su campaña, senador? Tengo entendido que planea promover nuevas leyes contra el abuso infantil. ―Sí, de hecho. Mi esposa quiere organizar una cena benéfica para recaudar fondos para albergues. Sería un honor contar con su participación, señora Cross. Justo en ese momento, Victoria, sintiéndose de