XOXO.
ADVERTENCIA CLARAVictoria estaba a punto de marcar un número en su teléfono cuando sintió un tirón agudo en su cabello.― ¡Ah! ―exclamó, sorprendida y con dolor.Elara, con una mirada feroz, no dijo una palabra. Solo la agarró firmemente del brazo y la arrastró hacia un rincón apartado, lejos de los ojos curiosos de la alta sociedad que se entretenían en el salón principal.Finalmente, cuando estuvieron solas y frente a frente, presionó su brazo contra el cuello de Victoria, cortando su respiración.―Escúchame bien, y hazlo atentamente, ―gruñó Elara, sus ojos ardían con una ira incontrolable. ―A mí puedes hacerme lo que te dé la gana, porque sé defenderme. Pero a mi hermana no, ¿entiendes? ¡No vuelvas a acercarte a Rose!Victoria, con los ojos desorbitados por el pánico, clavó sus uñas en el brazo de Elara intentando liberarse. Pero Elara no flaqueó; su determinación era tan sólida como el acero.―No…no… no sé de qué hablas, ―balbuceó Victoria, luchando por cada bocanada de aire.―No
PRIMERA ECOGRAFÍA.Elara estaba sentada en la sala de espera del hospital, su mirada se deslizaba una y otra vez sobre las curvas suaves de las barrigas de las futuras madres que la rodeaban. Un torbellino de emociones giraba en su interior, y una pregunta se abría paso entre ellas: ¿Cómo era posible amar tan profundamente a alguien a quien aún no conocías?Porque desde que supo que una pequeña vida se formaba dentro de ella, una conexión profunda e indescriptible había nacido.Sara finalmente apareció, apresurándose a través de las puertas automáticas con una expresión de disculpa.― ¡Menos mal que llegas, ya casi es mi turno! ―exclamó Elara.―Lo siento, lo siento. ―se apresuró a decir Sara ―ya sabes cómo es el tráfico.Fue entonces cuando una enfermera asomó por la puerta del consultorio y llamó.― ¿Elara Cross?―Sí, soy yo. ―respondió, Elara levantándose con una mezcla de nerviosismo y expectación. ―Pase, por favor.Las dos amigas entraron al consultorio, sus corazones latiendo al
UN FISCAL FUERA DE LA LEY.Elara entró al piso ejecutivo con paso decidido, pero su semblante cambió al ser recibida por la sonrisa cálida de Margarita.―¡Señora, no esperaba verla por aquí! ―exclamó la secretaria.Elara le devolvió el gesto con un abrazo y se rio―No tienes que llamarme, señora, soy Elara.―No, no debo, usted… ―comenzó a objetar Margarita, pero Elara la interrumpió con gentileza.―Sigo siendo Elara, Margarita, no seas tan formal conmigo.La mujer tomó sus manos y su mirada reflejaba genuina alegría.―Estoy muy feliz de que Nathaniel y tú estén casados, y más que él te dé el lugar que corresponde. Juntos son la pareja perfecta.―¿Lo crees? ―preguntó Elara, una mezcla de duda y esperanza en su voz.―Estoy segura, mi niña. ―afirmó Margarita con convicción. ―Él jamás se había visto tan feliz, bueno, hoy estuvo un poco molesto. Si estás esperando verlo, te informo que no está. ―continuó Margarita con un cambio en el tono de su voz. ―Surgió un problema en las plantas.Esto
EL PRINCIPIO DE LA CAÍDA. Cuando Nathaniel llegó a la empresa, encontró a Elara conversando alegremente con Margarita. Su expresión cambió al instante al verla. ―¿Por qué no me llamaste? ―preguntó, inclinándose para darle un beso. ―No quería molestarte, escuché que las cosas no están bien por aquí. ―respondió Elara suavemente. Él suspiró y le acarició la mejilla con ternura. ―No te preocupes, voy a resolverlo. Margarita, que los había estado observando con una sonrisa, se apresuró a retirarse con una excusa. ―Yo tengo que buscar unas copias. Elara, me encantó verte. ―dijo antes de salir. Una vez solos, Nathaniel y Elara entraron a la oficina y, tan pronto como la puerta se cerró, el CEO ya tenía sus manos sobre su esposa. Elara soltó una risita y rodeó su cuello con sus brazos. ―¿Aún estás molesta conmigo? ―preguntó, acariciándole el vientre. Elara lo miró fijamente a los ojos y le resultó imposible mantenerse enojada. ―No, ya no estoy enojada. Pero sigo pensando que no debi
LA REBELDE MARIAM. Zayd se encontraba en la penumbra de su despacho, estaba listo para el merecido descanso en la tranquilidad de su departamento, cuando su teléfono móvil irrumpió en vibraciones insistentes sobre el escritorio de caoba. Con un suspiro resignado, Zayd contestó la llamada sin apartar la vista de la pantalla del ordenador. —¿Qué pasa, Fahid? —preguntó con un tono que no disimulaba su deseo de brevedad. —Esto no le va a gustar, señor —la voz de Fahid, su mano derecha en asuntos delicados sonaba entrecortada y tensa. La ceja de Zayd se alzó, un gesto que presagiaba la tormenta que se avecinaba. Su voz se endureció mientras ordenaba. —Di lo que tengas que decir. No des tantos rodeos. Hubo una pausa, y Zayd pudo imaginar a Fahid al otro lado de la línea, tragando saliva, buscando la forma de transmitir la noticia. —Es... es la señorita Mariam, ella... ―¿Mariam? ¿Dijiste Mariam? ¿Qué demonios está haciendo ella en este país? —la voz de Zayd subió de tono, una mezcla
SENTIMIENTOS ESCONDIDOS. En el club, Zayd se iba ya por la segunda botella, su mente atormentada por el eco de las palabras de Mariam. «¡No voy a casarme contigo!», resonaba una y otra vez, cada repetición clavándose en su pecho como un puñal que se retorcía con la imagen de ella y el americano sonriendo, disfrutando. La duda sobre si Fahid habría cumplido su encargo y dejado a Mariam en el hotel lo carcomía. Sacó su teléfono y marcó el número de su subordinado, pero colgó antes de que la llamada conectara. «¿Por qué me importa? ¿No es lo que quería? ¿Desligarme de ella?», se preguntó. Se obligó a pensar en Jade, la verdadera mujer que amaba y a la que había tenido que renunciar por los caprichos de Mariam, pero su mente traicionera seguía arrastrándolo hacia ella, hacía pensamientos que no quería tener con ella. —¡Maldita sea! —exclamó golpeando la mesa, mientras se servía otro trago. Fue entonces cuando una mujer se acercó a su mesa. ―¿Un mal día, guapo? ―Su cabello castaño l
ESTRATEGIA OCULTA. El sol se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación con una luz cálida que acariciaba el rostro de Zayd. Con un parpadeo lento, sus ojos intentaron enfocar el entorno desconocido mientras una punzada de dolor le golpeaba la cabeza. Se irguió con un movimiento brusco, y la sábana se deslizó por su torso desnudo, revelando las marcas de una noche salvaje. Los recuerdos de la noche anterior eran borrosos y escasos; tan solo fragmentos de una discusión intensa con Mariam y la decisión impulsiva de ahogar sus penas en alcohol en algún club de la ciudad. ―Joder, mi cabeza. ―murmuró, llevándose una mano a la frente en un gesto de malestar. A tientas, buscó su celular y comprobó la hora: casi media tarde. La habitación estaba silenciosa, y aunque estaba solo, había señales claras de que no había llegado así. La presencia de alguien más era casi palpable en el aire, aún cargado con el eco de risas y susurros nocturnos. Sin detenerse a reflexionar sobre las
RECUERDOS NUBLADOS.―¿Quiere decir que no sabes quién fue conmigo al hotel?La voz de Zayd era baja, pero cargada de una intensidad que llenaba la oficina.―No señor. ―respondió el hombre, su cabeza inclinada en un gesto de sumisión. ―Usted me pidió que llevara a la señorita Mariam a su casa y me asegurara de que ella no se fuera con el americano, y eso hice.Zayd apretó el bolígrafo en su mano hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Desde que había salido del hotel no había hecho más que pensar en quién era la mujer que había llevado consigo. Había cometido un gran error, y ahora se sentía como la mierda. Un hombre de su posición no podía arriesgarse a involucrarse con cualquiera. Afortunadamente, recordó con un suspiro de alivio, habían usado protección. Pero eso no eliminaba el riesgo por completo ni la curiosidad que lo carcomía.―Quiero que investigues. ―le ordenó Zayd a su subordinado, con una voz que no admitía réplica. ―Mira los videos de las cámaras y recopila toda la