LA SEÑORA CROSS.Victoria abrió los ojos, sorprendida y humillada, pero su sorpresa rápidamente se transformó en furia.― ¡¿Así que vas a defender a tu amante delante de todos?! ―gritó, su voz temblaba con la intensidad de su ira.Nathaniel, con la mandíbula apretada, luchaba por mantener la compostura.―Victoria, te lo estoy diciendo por última vez, aléjate de Elara y no vuelvas a tocarla. ―advirtió con severidad.― ¡No puedes tratarme así! ¡No puedes defender a una extraña antes que a mí! ―exclamó, con las manos temblando de rabia.Regina, que había observado la escena con un creciente sentido de horror y vergüenza, intervino. Su mirada era gélida cuando se dirigió a Elara.― ¡Lárgate! ―ordenó. ― ¡Sal de mi vista ahora!Elara, cuya única intención era desaparecer de la vista de todos, asintió en silencio y se dio la vuelta para marcharse. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso, Nathaniel la detuvo, aferrándose a su muñeca.―No te vas a ningún lado. ―dijo firmemente.Victoria
TE COMPORTARÁS COMO MI MUJER. Elara forcejeaba, sus uñas clavándose en el brazo de Nathaniel con la desesperación de quien lucha por su libertad. ― ¡Suéltame! ―gritó, pero sus palabras parecían desvanecerse ante la indiferencia de él. Nathaniel, imperturbable, la arrastraba con una determinación helada. ― ¿A dónde me llevas?! ¿Qué vas a hacer?! ¡Nathaniel, contéstame! La voz de Elara era una mezcla de miedo y súplica. De pronto, él se detuvo y se giró hacia ella. Sus ojos eran dos pozos de hielo. ―Vamos a hablar. ―dijo, cada palabra goteando sarcasmo. ―¿No era eso lo que querías? Mi amor. La última palabra fue un latigazo de ironía que la hizo estremecer. Elara se sacudió, tratando de liberarse. ― ¡No voy a ir a ningún lado contigo! ¿Qué es todo esto? ¿Cómo que tú y yo…? Pero sus palabras fueron cortadas abruptamente cuando Nathaniel la levantó por las caderas y la cargó sobre su hombro como si no pesara más que una pluma. ― ¡Ah! ¿Qué haces? ¡Bájame! ¡Maldita sea, estás loco
PRIMER DÍA COMO SU ESPOSA.Esa mañana Elara se despertó en una habitación extraña, en una casa extraña y ahora extrañamente casada. Cualquier otra mujer se sentiría en la gloria, tenía un marido rico y que además estaba para comérselo, pero ella no se sentía de esa manera, lo que de verdad sentía era ganas de despertarse de la pesadilla que estaba viviendo.Pero no había tiempo para eso, aún tenía que preocuparse por Rose y tratar de salir del embrollo que era su vida en ese momento, la noche anterior Nathaniel se había ido, ella tampoco le preguntó a dónde, después de llorar hasta que las lágrimas se acabaron se quedó dormida. Así que todavía estaba vestida con su costoso vestido de 3000 dólares y decidida a enfrentar la situación con valentía, nunca se había rendido y no iba a hacerlo ahora.Salió de la habitación y por instinto consiguió las escaleras, debía reconocer que la casa era una belleza, digna de la familia Cross, familia de la que ella no estaba interesada en ser parte, n
SIN DIVORCIO. Elara salió del segundo bufete totalmente frustrada. En el primero le habían dado la absurda excusa de que estaban colapsados de casos de divorcio, y ahora acababan de decirle que se habían quedado sin abogados. Comenzaba a creer que el destino realmente estaba jugando en su contra, pero su perspectiva cambió cuando notó que un auto último modelo la seguía. No era estúpida; lo había visto desde que salió del departamento de Sara, lo vio después en el primer bufete, y aquí estaba otra vez. La sospecha en su interior tomó forma y decidió que, si fallaba una tercera vez en encontrar un abogado, entonces todo tendría sentido. Entró al distinguido bufete y esperó a ser atendida. ―Señorita Vance, ―llamó la secretaría ―Sígame, por favor. Elara entró a la lujosa oficina y tomó asiento frente al abogado que le calculó no menos de cincuenta años. ―Buenas, señorita Vance. Soy Ralf Michelle. Dígame, ¿en qué puedo ayudarla? Elara estrechó la mano del hombre y fue directo al grano
VIEJOS AMIGOS.En el despacho, las sombras de la tarde se dibujaban sobre los muebles de caoba, los ojos de Arnold se estrecharon al ver la fotografía de Elara que el hombre había puesto sobre su escritorio.―Así que ella es la perra que está metiéndose entre mis planes…―Sí, señor. Efectivamente, la señorita Vance y el señor Cross tienen una relación desde hace aproximadamente un año.― ¿Un año?―Encontré registros de visitas asiduas a un hotel en particular.Arnold apretó los labios y su voz fue baja pero firme.― ¿Qué más tienes?El investigador colocó otros documentos sobre el escritorio, su expresión era la de alguien que sabía que estaba a punto de entregar noticias impactantes.―La señorita Vance es hija de Esteban Vance, su madre…― ¿Espera, dijiste Esteban? ―lo interrumpió.―Sí, señor.Las pupilas de Arnold se dilataron y su respiración se hizo más pesada, como si cada sílaba del nombre de Esteban le golpeara el pecho con la fuerza de un puñetazo.― ¿Qué más?―Ehh… Tiene una
RECUPERARLO POR ELLA. La oficina del presidente Nathaniel contemplaba los contratos sobre su escritorio, de repente su teléfono comenzó a vibrar. Al ver el nombre en la pantalla, una sonrisa torcida se dibujó en su rostro. ―Daniel… ― ¡Felicidades por tu boda! ―exclamo el hombre del otro lado ―Ahora entiendo muchas cosas, pero al menos pudiste decírmelo, ¿no crees? Nathaniel suspiró, sabiendo que la conversación iba a tardar. ―Iba a decírtelo, solo que… ―Pero no te preocupes, finalmente tomaste las riendas de tu vida. Ya iba a darte cristiana sepultura cuando te casarás con Victoria. Nathaniel se apretó el puente de la nariz y se llenó de paciencia. ―Daniel, ¿llamaste solo para eso? ―No, pero no me pidas que no me sienta dolido. Joder, somos como hermanos, y me lo ocultaste. Pero te perdono cuando me pongas de padrino. El otro hizo una mueca y esperó a que su amigo terminara. ― ¿Ya podemos ir al grano? Daniel dejó de reír y su tono se volvió serio. ―Sí, te tengo buenas noti
SOY SU ESPOSO. ― ¿Estás lista para comenzar una nueva aventura, Rose? ― ¡Siiii! El médico sonrió ante la emoción de Rose y asintió con aprobación. Elara observó la escena, una mezcla de emociones cruzaron su rostro. Aunque no estaba completamente de acuerdo con la situación, Nathaniel había asegurado que Rose tendría los mejores cuidados las 24 horas del día en su mansión, y eso era lo más importante para ella. ―Elara, ¿cuándo podré jugar? ―pregunto con impaciencia ― Dijiste que la casa tenía un jardín. Elara acarició con ternura la mejilla de su hermanita. ―Eso tiene que autorizarlo el médico, mi amor. Aún no puedes hacer mucho esfuerzo. La niña hizo un puchero, claramente desilusionada. ―Pero hay algo que sí puedes hacer, y es leer todos los cuentos que quieras y además pintar. También tomarás clases personalizadas. Fue entonces cuando Nathaniel apareció en la puerta con una cesta de frutas y un ramo de girasoles en la mano. ― ¡Nathaniel! ―exclamo la pequeña con una sonrisa
La expresión de Nathaniel era paciente, y una sonrisa leve se formó en su rostro ante el evidente malentendido.—Madre, ella es Rose, la hermana menor de Elara. No es mi hija, pero es parte de nuestra familia ahora.Regina, aliviada, pero aún visiblemente conmocionada por la suposición inicial, se llevó una mano al pecho.—Oh, ya veo. Es solo que… con todo lo que está sucediendo…Nathaniel colocó a Rose con extremo cuidado sobre el sofá, mientras Elara observaba la escena, su paciencia puesta a prueba por los prejuicios de su suegra. Sin embargo, no se quedó callada ante el comentario despectivo de Regina.—Suegra, en todo caso, ser madre soltera no es un crimen. Algunas mujeres luchan por sus hijos y se convierten en madres solteras porque les tocan hombres irresponsables que no son bien criados por sus madres. No debería juzgarlas tan duramente.Regina resopló, claramente molesta por la réplica de Elara.—Eso no es excusa, niña. Una debe saber dónde poner el ojo antes de tener un hi