UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 18. El hombre en la celdaEl avión aterrizó con un golpe seco en la vieja pista de la pequeña ciudad. Irina se ajustó el abrigo y bajó las escalerillas con paso decidido, aunque juraba que sus manos estaban temblando de pura tensión. A su lado, Mikhail miraba a su alrededor con una mezcla de alerta y desagrado. El lugar era gris, desolado, y parecía más un escenario de guerra que una ciudad.—Bienvenida a... —Mikhail hizo un ademán con las manos hacia los alrededores— este basurero.—No es momento para sarcasmos, Mikha. —Irina apretó los labios y miró a su alrededor con un gesto rígido mientras la anticipación formaba un nudo en su estómago. Pero no podía permitirse dudar.Fueron directo al hotel más decente que pudieron encontrar, aunque decente era un término generoso. Las paredes estaban manchadas, y el mobiliario parecía salido de un catálogo de los años setenta, pero no era momento para ponerse quisquillosos.—¿Qué sigue? —preguntó Irina mientras
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 19. Las malas decisiones de una mujer enamoradaEl silencio en la celda se rompió con un estruendo metálico cuando Konstantine jaló sus cadenas al máximo, luchando inútilmente contra los grilletes que lo mantenían sujeto a la pared. Sus ojos se abrieron por completo, inyectados de furia y desesperación, al ver a Irina allí de pie, porque por desgracias había pasado un mes aprendiendo que el hombre que estaba junto a ella era un enfermo de la peor clase.—¡Irina…! Irina ¿qué haces…? ¡No deberías estar aquí! —gritó con la voz rasposa, demasiado débil después de días de golpes y hambre—. ¡Vete! ¡No puedo permitir que estés aquí!Alguien abrió la reja de su celda y Konstantine vio a Irina avanzar hasta él, arrodillándose a su lado y mirándolo directamente a los ojos, con una calma que no podía entender.—Te ves terrible, amor —murmuró conteniendo el aliento y las ganas de llorar—. Tranquilo, voy a sacarte de aquí. Todo va a estar bien.Pero en aquel moment
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 20. Una mujer tratando de darse valorLa camioneta desapareció levantando una nube de polvo que pareció asentarse directamente sobre los hombros de Irina. Sentía el peso de lo que acababa de hacer y de lo que estaba por enfrentar, pero no podía permitirse flaquear porque su vida, la de Mikhail y la de Konstantine dependían de eso. Dragan, parado a su lado, la miraba con una mezcla de burla y curiosidad.—Bienvenida a tu nueva casa, princesa —dijo señalando un edificio medio derruido, con ventanas rotas y graffiti en las paredes—. No es un palacio, pero espero que encuentres el lugar cómodo y la compañía… placentera.Irina no respondió, su mirada solo se fijó en el edificio mientras ajustaba la correa de su bolso. Una de las paredes parecía a punto de venirse abajo, y la entrada tenía un olor rancio que hizo que sus fosas nasales se crisparan.Dragan hizo un gesto hacia uno de sus hombres, que abrió la puerta de golpe.—Llévala adentro. Ponte cómoda, pr
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 21. Decidida a sobrevivirDragan miraba a Irina con los ojos entrecerrados, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Su respiración era pesada y sus manos temblaban mientras apuntaba un dedo acusador hacia aquella pequeña caja de plástico y cristal.—No… No es cierto. Tú también estabas bebiendo, ¡no puede ser que yo sea el único envenenado! —gruñó con un tono cargado de furia y desconcierto, pero Irina mantuvo la calma, cruzando las piernas mientras sostenía la caja entre sus manos con una seguridad calculada.—Eso es porque no puse el veneno en la botella, lo puse en tu vaso, cariño —murmuró entre dientes—. ¿De verdad creíste que la zorrita de lujo no vendría lista para ti? ¿Cómo has sobrevivido hasta ahora subestimando tanto a tus enemigos?Dragan se lanzó hacia ella con intención de arrebatarle la caja, pero Irina reaccionó con rapidez, levantándola frente a él como si fuera una reliquia sagrada.—¡Cuidado! —le advirtió con firmeza—. Antes
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 22. Un antídotoKonstantine daba vueltas en el interior del avión como un león enjaulado. Sus manos se cerraban en puños una y otra vez, y su mandíbula estaba tan tensa que parecía que podría romperse.—Dame un arma —le exigió a Mikhail, que estaba sentado en uno de los asientos con los brazos cruzados.Mikhail levantó una ceja, pero no discutió. Se inclinó hacia un compartimento bajo el asiento y sacó una pistola, extendiéndosela sin decir nada. Konstantine la tomó de inmediato, comprobando el cargador.—¿No tienes nada más grande que esto? —gruñó y Mikhail le mostró la caja de un rifle de asalto—. Gracias. Ahora prepárate para despegar en cuanto vuelva con Irina.Mikhail soltó un suspiro pesado, apoyando los codos sobre las rodillas, y negó con la cabeza.—No vas a ninguna parte, Konstantine.Pero este giró sobre sus talones sin hacerle caso.—No voy a quedarme aquí mientras ella está allá afuera, en manos de ese infeliz.—¡Dije que tú no vas a ningu
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 23. Nunca másEl rugido de los motores del avión marcaba el inicio de su regreso a casa, y apenas aquella escalerilla se plegó, Konstantine tiró de Irina hacia su cuerpo y la envolvió en un abrazo desesperado, besando su boca y su frente como si todo el temor de perderla que había pasado en las últimas horas saliera de golpe.—Gracias… gracias por venir por mí pero… Irina no vuelvas a hacer algo como esto nunca más —le suplicó Konstantine—. No importa dónde yo esté, no vuelvas a ponerte en riesgo por mí.Los ojos de Irina se abrieron por un instante, como si acabara de tener una maldita epifanía, pero el gesto solo duró una fracción antes de que sus labios se apretaran y respirara pesadamente.Asintió en silencio y luego se sentaron juntos, con los dedos entrelazados, y no se hizo tan evidente la tensión entre ellos porque en realidad todos estaban tensos en aquel avión. Él la abrazaba con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier m
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 24. Medias mentiras disfrazadasTres semanas habían pasado desde que habían regresado a Bulgaria, y Konstantine no dejaba de esforzarse por mantener a Irina tranquila. Cada día era una lucha silenciosa.Por las noches, él se aseguraba de que ella durmiera en sus brazos, aunque sobraba decir que no había ni un solo gesto de Irina que pareciera querer ir más allá de eso. Por las mañanas, le preparaba café y se lo llevaba a la cama. Si ella trabajaba demasiado, él aparecía en su oficina con su comida favorita o la obligaba a salir a caminar un rato. Pero no importaba lo que hiciera, Irina seguía siendo una sombra de lo que había sido antes de que Dragan apareciera en sus vidas.Konstantine lo notaba. Las sonrisas de su esposa eran forzadas y sus respuestas cortas. Era como si un muro invisible se hubiera levantado entre ellos. Él sabía que no podía derribarlo a la fuerza, pero tampoco sabía cómo dejar de intentarlo.Una tarde, mientras repasaba unos docum
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 25. La villana de la historiaEl frío del aire acondicionado del hospital era tan intenso que Irina pensó que podría congelar hasta sus pensamientos. Estaba sentada en una cama, con la espalda apoyada contra la cabecera y una bata que apenas la cubría.Había abierto los ojos hacía diez minutos para encontrarse con la cara asustada de su hermano frente a ella.—Te desmayaste en la empresa —murmuró él con lentitud—. Por poco me da un infarto cuando te vi caer. —Mikhail se pasó las manos por la cabeza—. Intenté llamar a Konstantine que hoy no fue a trabajar así que ya me imagino dónde estará.Irina lo miró por un momento con expresión a la vez curiosa y cansada.—¿Nunca te molestó antes saber que de alguna manera seguía en servicio? —preguntó y lo vio negar.—No, antes no me molestaba prescindir de él por algunos días, pero antes el imbécil no estaba casado con mi hermanita —gruñó Mikhail y ella respiró hondo al ver a un médico que empujaba la puerta.Lo