UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 23. Nunca másEl rugido de los motores del avión marcaba el inicio de su regreso a casa, y apenas aquella escalerilla se plegó, Konstantine tiró de Irina hacia su cuerpo y la envolvió en un abrazo desesperado, besando su boca y su frente como si todo el temor de perderla que había pasado en las últimas horas saliera de golpe.—Gracias… gracias por venir por mí pero… Irina no vuelvas a hacer algo como esto nunca más —le suplicó Konstantine—. No importa dónde yo esté, no vuelvas a ponerte en riesgo por mí.Los ojos de Irina se abrieron por un instante, como si acabara de tener una maldita epifanía, pero el gesto solo duró una fracción antes de que sus labios se apretaran y respirara pesadamente.Asintió en silencio y luego se sentaron juntos, con los dedos entrelazados, y no se hizo tan evidente la tensión entre ellos porque en realidad todos estaban tensos en aquel avión. Él la abrazaba con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier m
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 24. Medias mentiras disfrazadasTres semanas habían pasado desde que habían regresado a Bulgaria, y Konstantine no dejaba de esforzarse por mantener a Irina tranquila. Cada día era una lucha silenciosa.Por las noches, él se aseguraba de que ella durmiera en sus brazos, aunque sobraba decir que no había ni un solo gesto de Irina que pareciera querer ir más allá de eso. Por las mañanas, le preparaba café y se lo llevaba a la cama. Si ella trabajaba demasiado, él aparecía en su oficina con su comida favorita o la obligaba a salir a caminar un rato. Pero no importaba lo que hiciera, Irina seguía siendo una sombra de lo que había sido antes de que Dragan apareciera en sus vidas.Konstantine lo notaba. Las sonrisas de su esposa eran forzadas y sus respuestas cortas. Era como si un muro invisible se hubiera levantado entre ellos. Él sabía que no podía derribarlo a la fuerza, pero tampoco sabía cómo dejar de intentarlo.Una tarde, mientras repasaba unos docum
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 25. La villana de la historiaEl frío del aire acondicionado del hospital era tan intenso que Irina pensó que podría congelar hasta sus pensamientos. Estaba sentada en una cama, con la espalda apoyada contra la cabecera y una bata que apenas la cubría.Había abierto los ojos hacía diez minutos para encontrarse con la cara asustada de su hermano frente a ella.—Te desmayaste en la empresa —murmuró él con lentitud—. Por poco me da un infarto cuando te vi caer. —Mikhail se pasó las manos por la cabeza—. Intenté llamar a Konstantine que hoy no fue a trabajar así que ya me imagino dónde estará.Irina lo miró por un momento con expresión a la vez curiosa y cansada.—¿Nunca te molestó antes saber que de alguna manera seguía en servicio? —preguntó y lo vio negar.—No, antes no me molestaba prescindir de él por algunos días, pero antes el imbécil no estaba casado con mi hermanita —gruñó Mikhail y ella respiró hondo al ver a un médico que empujaba la puerta.Lo
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 26. Una decisión difícilMikhail estaba esperando a Irina frente al hospital con los brazos cruzados y una expresión de disgusto que habría intimidado a cualquiera. Cuando la vio salir, su mirada se suavizó apenas un poco, pero el ceño permaneció fruncido, en especial cuando vio aquella cara determinada que no necesitaba hablar porque se le salía hasta por los poros el “tengo algo que hacer”.—Espero que estés lista para descansar, porque no pienso dejarte volver a trabajar en semanas.Irina le lanzó una mirada que era mitad agradecimiento y mitad desafío.—Estoy de acuerdo, pero primero necesito que me lleves a la oficina.—¿Perdón? —Mikhail apretó los labios, frustrado—. ¿Estás bromeando, verdad?—No, no estoy bromeando. No voy a trabajar, solo tengo que encargar unos documentos. Media hora, máximo.—Irina…—Por favor, Mikhail. Tengo que hacer esto. Si quieres que descanse entonces… tienes que dejarme hacerlo.El tono de su voz, una mezcla de súplica
CAPÍTULO 1. La amante perfectaLa mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una m
CAPÍTULO 2. Un hombre sin corazón.Uno noventa de estatura, ciento cuatro kilos, con el cuerpo trabajado como un maldito gladiador y enfundado en un traje sastre hecho a medida de diez mil dólares.Las mujeres se derretían por verlo sin ropa, pero la verdad era que quien quisiera salir beneficiada rara vez tendría el gusto, porque Grayson Blackwell no le ofrecía el frente a las mujeres que se follaba. Veinte minutos siendo destrozadas con la cara pegada al escritorio era lo más que podían obtener, eso y algún papel en cualquiera de las producciones que en ese momento estuvieran activas, pero nada más.No le importaba su placer y ellas le importaban menos. No las buscaba, pero muy estúpido tenía que ser el depredador que rechazara la comida que se le ofrecía voluntariamente.Así que esta vez fue Beatrice Harrison la que se levantó del escritorio con la mejilla enrojecida mientras Grayson se guardaba a su segundo mejor amigo y se cerraba el cinturón con un gesto de fastidio.—Listo, ser
CAPÍTULO 3. Un infierno Grayson Blackwell no tenía idea de que el corazón de Serena Radcliffe estaba destrozado en serio, pero que se aliviaba solo un poquito cuando en las tardes pasaba por aquella guardería. Una hermosa niña de tres años salió corriendo a recibirla y se colgó de su cuello, y Serena la estrechó con fuerza, como si el amor de la pequeña pudiera cicatrizarle cada herida.—¡Mami! —exclamó la nena y Serena la levantó contra su pecho.—¡Mi amor! ¿¡Pero cómo sales así?! ¿¡Y tu abrigo?! —le preguntó y detrás de ella vio a la maestra con una expresión de disculpa.—Lo siento, otro niño manchó su abrigo de jugo.Serena lo alcanzó y apretó los labios.—Esto no está manchado, está empapado —murmuró a la maestra, pero no tuvo más remedio que respirar profundo—. Por favor, asegúrese de que no vuelva a suceder. Es el tercer abrigo que le ensucian esta semana y está haciendo mucho frío —pidió con suavidad, quitándose su propio suéter para ponérselo a la niña y luego la cargó para
CAPÍTULO 4. Una humillación másLa sopa fue de letras ese día, y por suerte a Melisa le gustaba el huevo cocido porque esta vez a Serena no le había alcanzado ni para un pedazo pequeño de pollo.Estaba en el borde mismo de la desesperación cuando Karina entró, poniendo en las manos de la pequeña un pequeño bote con tiramisú, y su consabido beso, mandándola al saloncito antes de girarse hacia su amiga.—¿Tan mal están las cosas? —le preguntó y Serena se cubrió la boca con una mano para no llorar—. Escucha, vengo a contarte algo, pero tienes que prometerme que vas a poner tus huevos bien puestos en esta canasta —le dijo sacando un pequeño volante de su bolsillo y extendiéndolo hacia ella—. Esta compañía productora viene de Inglaterra, van a filmar una serie ambientada en Estados Unidos así que quieren que los actores sean americanos. A mí me contrataron esta mañana como parte del equipo de maquillaje, y mañana van a hacer el casting para el papel protagónico.Serena apretó los dientes,