UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 25. La villana de la historiaEl frío del aire acondicionado del hospital era tan intenso que Irina pensó que podría congelar hasta sus pensamientos. Estaba sentada en una cama, con la espalda apoyada contra la cabecera y una bata que apenas la cubría.Había abierto los ojos hacía diez minutos para encontrarse con la cara asustada de su hermano frente a ella.—Te desmayaste en la empresa —murmuró él con lentitud—. Por poco me da un infarto cuando te vi caer. —Mikhail se pasó las manos por la cabeza—. Intenté llamar a Konstantine que hoy no fue a trabajar así que ya me imagino dónde estará.Irina lo miró por un momento con expresión a la vez curiosa y cansada.—¿Nunca te molestó antes saber que de alguna manera seguía en servicio? —preguntó y lo vio negar.—No, antes no me molestaba prescindir de él por algunos días, pero antes el imbécil no estaba casado con mi hermanita —gruñó Mikhail y ella respiró hondo al ver a un médico que empujaba la puerta.Lo
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 26. Una decisión difícilMikhail estaba esperando a Irina frente al hospital con los brazos cruzados y una expresión de disgusto que habría intimidado a cualquiera. Cuando la vio salir, su mirada se suavizó apenas un poco, pero el ceño permaneció fruncido, en especial cuando vio aquella cara determinada que no necesitaba hablar porque se le salía hasta por los poros el “tengo algo que hacer”.—Espero que estés lista para descansar, porque no pienso dejarte volver a trabajar en semanas.Irina le lanzó una mirada que era mitad agradecimiento y mitad desafío.—Estoy de acuerdo, pero primero necesito que me lleves a la oficina.—¿Perdón? —Mikhail apretó los labios, frustrado—. ¿Estás bromeando, verdad?—No, no estoy bromeando. No voy a trabajar, solo tengo que encargar unos documentos. Media hora, máximo.—Irina…—Por favor, Mikhail. Tengo que hacer esto. Si quieres que descanse entonces… tienes que dejarme hacerlo.El tono de su voz, una mezcla de súplica
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 27. Mírame a los ojosKonstantine miró los papeles de divorcio sobre la mesa una vez más, como si al hacerlo fueran a desvanecerse o a transformarse en otra cosa. Una mezcla de incredulidad, rabia y desesperación lo consumieron en un segundo y se levantó de un salto, arrojando una silla hacia atrás con un ruido seco que resonó en el vacío de la cocina.—¿Divorcio…? ¿Cómo divorcio…? —balbuceó ahogándose con sus propias palabras mientras miraba aquella puerta por la que adivinaba, Irina ya no iba a regresar.Con el corazón latiéndole como un maldito caballo de carreras, agarró las llaves del auto y salió disparado hacia la casa de los padres de Irina. Al llegar, tocó el timbre con insistencia hasta que la madre de Irina abrió la puerta, claramente confundida, pero él no le dio ni tiempo de preguntarle.—Señora Angelov. ¿Está Irina aquí? —la interrogó casi sin aliento, pero la mujer frente a él negó con la cabeza, desconcertada.—No, Konstantine. No la he
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 28. QueríaEl silencio en la oficina era abrumador, casi irreal. Konstantine se quedó inmóvil frente a Irina, intentando con todas sus fuerzas no temblar después de lo que acababa de escuchar. Su rostro, normalmente impenetrable, mostraba un atisbo de vulnerabilidad y mucho de culpa. Ella lo sabía todo. Lo había descubierto todo, y las palabras de Irina, crudas y certeras, eran como cuchillos clavándose en su pecho.—¿Cómo…? ¿Cómo lo supiste? —preguntó finalmente con voz tan baja que era casi un susurro, pero Irina no retrocedió. Mantuvo la cabeza en alto, sus ojos ardían de una mezcla de rabia y determinación.—¿Que cómo lo supe? ¿Es una broma? —respondió, cruzándose de brazos—. ¿Qué creías, Konstantine? ¿Que nunca iba a descubrirlo? ¿Qué jamás en mi vida volvería a cruzarme con Mark, o con Pilar?—Las cosas no son tan simples —dijo Konstantine dando un paso hacia ella, intentando suavizar el tono, pero su expresión lo traicionaba—. No lo entiendes..
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 29. Lo que realmente quieroKonstantine apretó la mandíbula al escuchar aquellas palabras. No podía aceptar lo que ella le estaba pidiendo, no podía firmar esos papeles. Era como arrancarse el corazón y entregárselo sin esperanzas de que lo devolviera.—No voy a firmar nada —dijo con una voz ronca y determinada que ella hubiera preferido en cualquier otro momento, en el momento en que lo había necesitado.Irina lo observó por un momento, su mirada estaba llena de cansancio y decepción. Luego, sin perder el temple, presionó un botón en el telefonillo de su escritorio.—Seguridad —dijo con calma—, por favor, suban al despacho. Necesito que saquen a alguien de aquí.Konstantine la miró con incredulidad y luego soltó una risa cansada, dando un paso hacia ella.—¿De verdad crees que tu personal de seguridad podría conmigo? —preguntó con un tono cargado de desafío; pero Irina lo miró sin parpadear, sin inmutarse ante la amenaza implícita en sus palabras.—No
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 30. Un año para decir “adiós”Irina se dejó caer en el sofá con el corazón estrujado. Aquella firma en el papel estaba destrozándola, pero sabía que era su único chance de no salir más lastimada. Konstantine iba a dolerle de cualquier manera, así que era mejor que le doliera ahora, antes y no después, cuando realmente ya no supiera cómo vivir sin él.Así que se hizo un ovillo sobre aquel sofá y lloró. Lloró con desesperación y ahí mismo se quedó dormida, y solo dos días después encontró la fuerza para salir de aquel departamento y volver a su oficina.Y era evidente que su desaparición había puesto nervioso a más de uno, porque ni siquiera había acabado de cruzar al puerta cuando su asistente llegó a decirle que su hermano la había llamado como cien veces.Irina le pidió que la comunicara y luego se sentó en su silla, reclinándose mientras se conectaba la llamada.—¿Qué pasa, Mikha? —dijo con voz calmada—. ¿Todo bien en casa?—Nosotros sí. Pero ¿Tú est
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 31. Un hombre diferenteUn año. Un año entero había pasado desde que Irina había visto a Konstantine por última vez. Un año entero desde aquella última conversación en la que él había firmado los papeles del divorcio y había salido de su departamento y de su vida. Durante ese tiempo había intentado seguir adelante. Se había centrado en su trabajo, en su familia y en sí misma. Pero en los momentos de silencio, cuando el mundo se detenía, lo seguía extrañando.Por eso aquel trayecto por carretera que le habían preparado como regalo de cumpleaños era la única forma de desprenderse definitivamente de lo que estaba sintiendo. Parte de ella lo veía como un cierre, una manera de dejar ir los últimos vestigios de lo que había sido su vida con Konstantine.La última parada de su viaje, por supuesto, fue esa villa en Grecia donde habían pasado unos días después de su boda. Era un lugar lleno de recuerdos: el sonido de las olas rompiendo en el puerto, el aroma de
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 32. ¿Por qué?El corazón de Irina latía tan rápido que ella sentía que se le saldría del pecho de un momento a otro, pero cuando Konstantine pronunció aquellas palabras quiso que la tierra se abriera bajo sus pies.—En una cárcel militar —confesó porque se dio cuenta de que ya no podía seguir mintiéndole ni ocultándole nada—. Estuve un año en una cárcel militar. Ese es el precio que tienes que pagar cuando decides abandonar una unidad como la Brigada 68.Irina se quedó muda, como si aquellas palabras hubieran logrado sacar lo peor de sus miedos y se los hubiera puesto frente a los ojos. Finalmente logró articular una pregunta:—¿Por qué… por qué lo hiciste?Konstantine se recostó en su silla, suspirando profundamente.—Porque no podía seguir con esa vida. No después de lo que pasó contigo. Necesitaba salir, necesitaba ser libre... y necesitaba poder mirarte a los ojos algún día sin sentir que te estaba mintiendo.Irina apretó los puños y todo lo que vi