UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 17. Una mujer preparadaEl aire de la noche estaba cargado de tensión, pero en el pequeño departamento de Konstantine, Irina estaba más decidida que nunca. Repasaba sus documentos de viaje, mirando el sello especial que habían puesto en su pasaporte, cuando la puerta sonó de repente con un golpe firme y seco que resonó en el pequeño espacio.—No estoy esperando a nadie… —murmuró para sí misma, pero cuando observó por la mirilla vio a un hombre que le pareció extrañamente familiar, no porque lo hubiera visto antes, sino porque su expresión era muy parecida a la de Konstantine en todos los sentidos y la hacía sentir que también era un soldado.Irina abrió la puerta y del otro lado la saludó un hombre alto, robusto, con una barba desprolija y una mirada oscura. Vestía de manera sencilla, pero había algo en su postura que lo hacía parecer más peligroso de lo que dejaba entrever.—¿Irina? —preguntó con voz grave.—¿Quién es usted? —respondió ella, entrecerr
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 18. El hombre en la celdaEl avión aterrizó con un golpe seco en la vieja pista de la pequeña ciudad. Irina se ajustó el abrigo y bajó las escalerillas con paso decidido, aunque juraba que sus manos estaban temblando de pura tensión. A su lado, Mikhail miraba a su alrededor con una mezcla de alerta y desagrado. El lugar era gris, desolado, y parecía más un escenario de guerra que una ciudad.—Bienvenida a... —Mikhail hizo un ademán con las manos hacia los alrededores— este basurero.—No es momento para sarcasmos, Mikha. —Irina apretó los labios y miró a su alrededor con un gesto rígido mientras la anticipación formaba un nudo en su estómago. Pero no podía permitirse dudar.Fueron directo al hotel más decente que pudieron encontrar, aunque decente era un término generoso. Las paredes estaban manchadas, y el mobiliario parecía salido de un catálogo de los años setenta, pero no era momento para ponerse quisquillosos.—¿Qué sigue? —preguntó Irina mientras
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 19. Las malas decisiones de una mujer enamoradaEl silencio en la celda se rompió con un estruendo metálico cuando Konstantine jaló sus cadenas al máximo, luchando inútilmente contra los grilletes que lo mantenían sujeto a la pared. Sus ojos se abrieron por completo, inyectados de furia y desesperación, al ver a Irina allí de pie, porque por desgracias había pasado un mes aprendiendo que el hombre que estaba junto a ella era un enfermo de la peor clase.—¡Irina…! Irina ¿qué haces…? ¡No deberías estar aquí! —gritó con la voz rasposa, demasiado débil después de días de golpes y hambre—. ¡Vete! ¡No puedo permitir que estés aquí!Alguien abrió la reja de su celda y Konstantine vio a Irina avanzar hasta él, arrodillándose a su lado y mirándolo directamente a los ojos, con una calma que no podía entender.—Te ves terrible, amor —murmuró conteniendo el aliento y las ganas de llorar—. Tranquilo, voy a sacarte de aquí. Todo va a estar bien.Pero en aquel moment
CAPÍTULO 1. La amante perfectaLa mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una m
CAPÍTULO 2. Un hombre sin corazón.Uno noventa de estatura, ciento cuatro kilos, con el cuerpo trabajado como un maldito gladiador y enfundado en un traje sastre hecho a medida de diez mil dólares.Las mujeres se derretían por verlo sin ropa, pero la verdad era que quien quisiera salir beneficiada rara vez tendría el gusto, porque Grayson Blackwell no le ofrecía el frente a las mujeres que se follaba. Veinte minutos siendo destrozadas con la cara pegada al escritorio era lo más que podían obtener, eso y algún papel en cualquiera de las producciones que en ese momento estuvieran activas, pero nada más.No le importaba su placer y ellas le importaban menos. No las buscaba, pero muy estúpido tenía que ser el depredador que rechazara la comida que se le ofrecía voluntariamente.Así que esta vez fue Beatrice Harrison la que se levantó del escritorio con la mejilla enrojecida mientras Grayson se guardaba a su segundo mejor amigo y se cerraba el cinturón con un gesto de fastidio.—Listo, ser
CAPÍTULO 3. Un infierno Grayson Blackwell no tenía idea de que el corazón de Serena Radcliffe estaba destrozado en serio, pero que se aliviaba solo un poquito cuando en las tardes pasaba por aquella guardería. Una hermosa niña de tres años salió corriendo a recibirla y se colgó de su cuello, y Serena la estrechó con fuerza, como si el amor de la pequeña pudiera cicatrizarle cada herida.—¡Mami! —exclamó la nena y Serena la levantó contra su pecho.—¡Mi amor! ¿¡Pero cómo sales así?! ¿¡Y tu abrigo?! —le preguntó y detrás de ella vio a la maestra con una expresión de disculpa.—Lo siento, otro niño manchó su abrigo de jugo.Serena lo alcanzó y apretó los labios.—Esto no está manchado, está empapado —murmuró a la maestra, pero no tuvo más remedio que respirar profundo—. Por favor, asegúrese de que no vuelva a suceder. Es el tercer abrigo que le ensucian esta semana y está haciendo mucho frío —pidió con suavidad, quitándose su propio suéter para ponérselo a la niña y luego la cargó para
CAPÍTULO 4. Una humillación másLa sopa fue de letras ese día, y por suerte a Melisa le gustaba el huevo cocido porque esta vez a Serena no le había alcanzado ni para un pedazo pequeño de pollo.Estaba en el borde mismo de la desesperación cuando Karina entró, poniendo en las manos de la pequeña un pequeño bote con tiramisú, y su consabido beso, mandándola al saloncito antes de girarse hacia su amiga.—¿Tan mal están las cosas? —le preguntó y Serena se cubrió la boca con una mano para no llorar—. Escucha, vengo a contarte algo, pero tienes que prometerme que vas a poner tus huevos bien puestos en esta canasta —le dijo sacando un pequeño volante de su bolsillo y extendiéndolo hacia ella—. Esta compañía productora viene de Inglaterra, van a filmar una serie ambientada en Estados Unidos así que quieren que los actores sean americanos. A mí me contrataron esta mañana como parte del equipo de maquillaje, y mañana van a hacer el casting para el papel protagónico.Serena apretó los dientes,
CAPÍTULO 5. Una mujer rotaDaba miedo y eso nadie podía discutirlo. Grayson Blackwell daba miedo en situaciones normales, pero cuando estaba satisfecho parecía aun más terrible. Y esa fue exactamente la cara que tenía cuando Kenneth atravesó al puerta de su oficina y lo vio asomado a aquel ventanal, presenciando la forma en que el resto de las actrices que se habían presentado al casting humillaban a Serena.Grayson sabía que Beatrice Harrison era una perra con una presa, pero no había esperado que fuera tan buena manipulando a las otras como para que hicieran su trabajo sucio. Sin embargo no podía negarlo, toda su sed de venganza se apaciguaba un poco cuando veía la expresión llorosa de Serena Radcliffe.—Ya estamos listos —le avisó Kenneth—. ¿Qué quieres hacer?—Déjala para la última. Que no la llamen a audicionar. Cuando llegue el momento quiero que esté tan desesperada que no le quede más remedio que aceptar lo que sea —espetó entre dientes y Kenneth respiró profundo, porque ya ha