HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 52. Un contrato de semental¿Qué sería un momento absolutamente desagradable, rayando en lo grotesco, y que se matarían una por dinero y el otro por orgullo? Eso Karina ya lo sabía. Ningún divorcio era amable ni agradable, pero aquel en especial donde se involucraban grandes bienes, prometía ser mucho más escatológico que cualquier otro.En un extremo de la sala Mera parecía lista para una aniquilación colectiva, porque era obvio que en aquel punto ya odiaba a toda la familia Angelov por igual; y en el otro extremo, Mikhail estaba junto a su propio abogado, quien lucía calmado, casi aburrido.Sin embargo, Karina no podía evitar notar la tensión en la mandíbula de Mikhail mientras apretaba los dientes. Ella estaba sentada en la banca de atrás, y su corazón se aligeró un poco más cuando Irina llegó apresurada y se sentó a su lado.—Te van a emplazar, nena —le advirtió a Irina—. Sabes que eso es lo único que tiene mal a Mikhail, ¿verdad? El dinero lo tiene si
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 53. Verdades correctasLa sala quedó en silencio por un segundo, como si todos procesaran lo que acababa de decir Karina. La tensión era palpable, y parecía que incluso los reporteros, normalmente ágiles para susurrar entre ellos, habían perdido por un instante la capacidad de hablar. Entonces, como si alguien hubiera dado una señal invisible, los murmullos comenzaron. Lentamente al principio, luego crecieron hasta convertirse en un zumbido constante.El juez golpeó su mazo con fuerza, y su ceño se arrugó en una expresión exasperada.—¡Orden en la sala! —tronó con voz cortante.El eco del mazo resonó en las paredes, devolviendo momentáneamente el silencio.—¿Hay algún testigo en la sala que pueda corroborar eso? —preguntó el juez que no estaba como para perder el tiempo a lo tonto y al menos seis chismosos… perdón, asistentes en el juicio se levantaron.Todos habían sido invitados de la boda y por tanto todos podían corroborar la veracidad de aquellas palab
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 54. La libertad por un precio.El receso acabó en exactamente cinco minutos, y todos volvieron a reunirse en aquella sala con los nervios tensos.Mera, que hasta ese momento había estado sentada con una expresión de falsa compostura, se tensó visiblemente mientras le indicaban que subiera al estrado. Sus manos, que descansaban sobre su regazo, se cerraron en puños mientras se levantaba. Caminó hacia el estrado con pasos firmes, y aunque su postura altiva intentaba transmitir confianza, era demasiado obvio para quienes la conocían que iba con la mentira por delante y que haría cualquier cosa por mantenerla.El abogado de Mikhail la recibió con un gesto cordial, que solo parecía irritarla más.—Por favor, jure sobre la biblia y recuerde lo que eso significa, señora Blanchar.Mera le dedicó un gruñido frustrado antes de poner su mano sobre el libro y jurar en voz alta.—Señora Blanchar —comenzó él, con un tono casi casual que solo aumentaba la tensión en la sa
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 55. Un momento para la reconquistaEl aire en la sala del tribunal se volvió más denso que nunca. La sentencia estaba dictada, pero Mera no parecía dispuesta a aceptar su derrota. Su rostro, antes impecable, ahora estaba enrojecido por la rabia, y sus ojos brillaban con furia mientras miraba a Mikhail. Él, en cambio, permanecía tranquilo, como si estuviera viendo una obra de teatro mediocre.—¡Esto es inaceptable! —gritó Mera, golpeando con ambas manos la mesa frente a ella—. ¿Cómo se atreve a darme solo dos mil euros al mes? ¡Es ridículo, es... es una broma de mal gusto!Mikhail soltó un suspiro lento, cruzando los brazos sobre el pecho. Había esperado este tipo de reacción y estaba más que preparado para enfrentarla.—Mera, ya te lo dije, pero parece que tendré que explicarlo otra vez con más claridad. Todo el dinero de los Angelov pertenece a la familia, no a mí. No puedo disponer de él como si fuera una alcancía personal. No obtendré nada hasta que here
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 56. Niñito de mamáAcarició sus muslos despacio, levantándole el vestido a la altura de las caderas mientras sentía la calidez que se extendía desde su sexo. Era la mejor sensación del mundo, tenerla, besarla, hundir sus dedos en la carne tensa de sus nalgas y escucharla gemir.—Dime que lo quieres —gruñó Mikhail mientras sentía sus dedos soltándole el cinturón con un gesto urgente.—Si lo tengo que pedir, ya no lo quiero —refunfuñó Karina, y los dos sabían que era mentira, porque en el mismo segundo en que su mano se coló en sus pantalones y acarició su miembro, era demasiado evidente que lo quería y mucho.—¡Maldición, estás desquiciada! —jadeó él echando atrás la cabeza y disfrutando cada una de sus caricias.—¡No, lo que estoy es mojada! —le advirtió ella al oído, y gimió sin poder evitarlo cuando Mikhail apartó despacio el encaje de sus bragas, acariciando aquel humedad caliente y deliciosa.Un segundo después la estaba besando como un desposeído, y al
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 57. Desesperación.El aeropuerto de Varna estaba lleno de viajeros y familiares despidiéndose. Mikhail se encontraba apoyado contra una de las columnas de la salita de embarque privada, mirando su reloj con impaciencia. Había llegado con tiempo suficiente para despedirse de Karina antes de que abordara su avión a Italia, pero ella aún no aparecía.Había tenido que salir muy temprano esa mañana de casa de sus padres por una emergencia en la empresa, algo realmente estúpido, pero ella lo había empujado fuera de la cama y lo había mandado a ganarse el pan.—Voy a resolver esto pero llegaré a tiempo para despedirte en el aeropuerto, ¿de acuerdo? Y en una semana iré a Italia a verte —le había prometido Mikhail.Sin embargo ella no estaba allí, no había llegado y el capitán del vuelo privado salió para avisar que tendrían que reagendarlo.Revisó su teléfono por quinta vez en los últimos minutos, marcando el número de Karina. Nada. Así que llamó a Irina, esperando
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 58. Otras intenciones.Mikhail rio sin humor, señalando hacia el coche destrozado mientras sus ojos se humedecían.—¿Calma? ¿Quieres que esté calmado cuando la mujer que amo está desaparecida, posiblemente herida, y quién sabe en manos de quién? —escupió apretando los puños, pero la respuesta de su segundo al mando terminaría de desesperarlo.—Bueno, jefe, no quisiera echarle más leña al fuego, pero creo que los dos sabemos bastante bien en manos de quién puede estar —declaró Konstantine—. No es como si la familia Angelov fueran unos mafiosos o algo así. Las rencillas que tienen contra ustedes se resumen… básicamente a una persona.Y por terrible que pudiera parecer. Konstantine Petrov tenía por costumbre no equivocarse.Muy lejos de allí, en una de las salidas al campo en el otro extremo de la ciudad, el olor a humedad y tierra vieja de aquel sótano oscuro se metía en la nariz de Karina.Abrió los ojos con lentitud, sintiendo un dolor punzante en la cabeza
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 59. Otra como túEl motor del auto rugió cuando Mikhail pisó el acelerador. Konstantine, sentado en el asiento del copiloto, cargaba un arma en silencio mientras miraba la dirección que habían recibido del teléfono de Mera. El ambiente estaba tenso, como un cable a punto de romperse, pero ninguno de los dos parecía demasiado alterado.—¿No piensas llamar a nadie más? —dijo Mikhail, rompiendo el silencio mientras mantenía la vista fija en la carretera—. No sabemos cuántos hombres tiene, no sabemos con qué nos vamos a encontrar y no creo que Mera sea tan estúpida como para no tener guardias.—No, estúpida sí es, o de lo contrario no se le habría ocurrido secuestrar a la señora Karina —replicó Konstantine—. Pero tiene razón, jefe, no creo que sea ella la que haya apretado el gatillo que mató al chofer desde otro auto en movimiento; así que debe tener ayudantes para esto.Konstantine, siempre imperturbable, se encogió de hombros mientras le ponía el silenciador