HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 47. ¿Qué haces aquí?Era imposible no quedarse pensando en eso. ¿Cómo podía decir Mikhail que no tenía mucho cuando evidentemente los Angelov eran una de las familias más adineradas e influyentes de su país? Sin embargo para ella, que definitivamente no lo había mirado ni una sola vez por su dinero, aquello no significaba demasiado.Lo extrañó esa noche, era estúpido hasta negarlo. Su resolución de no ceder en aquella situación no tenía nada que ver con que lo quisiera o lo extrañara; en especial sabiendo que no le sucedía solo a ella, porque su día comenzó con un nuevo ramo de rosas frescas sobre su escritorio.Al abrir la tarjeta, leyó el mismo mensaje de siempre: “Pensando en ti. M.” Suspiró y dejó la tarjeta a un lado, tratando de no dejar que aquello la afectara; pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la puerta de su oficina se abrió y la voz inconfundible de aquel hombre llenó el espacio y la hizo contener el aliento.—Buenos días, princ
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 48. Una presencia conflictivaEl pasillo del hospital estaba sumido en un tenso silencio. Los rostros cansados y preocupados de los Angelov hablaban por sí mismos. Y aunque Karina sabía que no podía acercarse a Mikhail ni por asomo, al final Aurelio tenía razón: el simple hecho de estar allí era suficiente para hacerle saber que lo apoyaba en momentos tan difícil. Y en cuanto a Irina, solo el sostener su mano había hecho que la muchacha suspirara con más alivio.Sin embargo aquella calma, dolorosa pero calma al fin, fue destrozada en el mismo momento en qué Mera se acercó a ellas con su actitud altanera.—No entiendo a qué viene la pregunta —le gruñó Irina que no estaba de ánimo para soportar sus estupideces.—¡Es que ella no tiene nada que hacer aquí! —dijo con voz firme, señalando a Karina.Su mirada era una mezcla de desdén y desprecio, y si alguien creía que Mera estaba al tanto de lo que había pasado entre Karina y Mikhail, o al menos se lo imaginaba…
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 49. Un Romeo PirataKarina seguía llorando mientras escuchaba los golpes en la puerta. Mikhail trataba de calmarla desde el otro lado del teléfono, pero detrás de él solo se escuchaban los gritos de Konstantine mientras salían a toda prisa de su edificio.—Karina, escúchame. Respira profundo. No te pasará nada, ¿me oyes? ¡Ya vamos para allá! No te va a pasar nada, nena, quédate conmigo, quédate conmigo.Pero cada segundo que pasaba en esa situación parecía una eternidad. El hombre seguía golpeando la puerta, frustrado por no poder entrar. Hasta que de repente los ruidos cesaron. Unos pasos apresurados se alejaron de allí y Karina se dejó resbalar hasta el suelo, sabiendo que el peligro por fin había pasado.Sin embargo no se atrevió a salir hasta que escuchó al voz de Mikhail llamándola como un loco.—¡Karina…! ¡Karina…! ¡Nena, soy yo! Puedes salir.El silencio duró un par de segundos antes de que Karina abriera la puerta lentamente. Su rostro estaba bañado
CAPÍTULO 1. La amante perfectaLa mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una m
CAPÍTULO 2. Un hombre sin corazón.Uno noventa de estatura, ciento cuatro kilos, con el cuerpo trabajado como un maldito gladiador y enfundado en un traje sastre hecho a medida de diez mil dólares.Las mujeres se derretían por verlo sin ropa, pero la verdad era que quien quisiera salir beneficiada rara vez tendría el gusto, porque Grayson Blackwell no le ofrecía el frente a las mujeres que se follaba. Veinte minutos siendo destrozadas con la cara pegada al escritorio era lo más que podían obtener, eso y algún papel en cualquiera de las producciones que en ese momento estuvieran activas, pero nada más.No le importaba su placer y ellas le importaban menos. No las buscaba, pero muy estúpido tenía que ser el depredador que rechazara la comida que se le ofrecía voluntariamente.Así que esta vez fue Beatrice Harrison la que se levantó del escritorio con la mejilla enrojecida mientras Grayson se guardaba a su segundo mejor amigo y se cerraba el cinturón con un gesto de fastidio.—Listo, ser
CAPÍTULO 3. Un infierno Grayson Blackwell no tenía idea de que el corazón de Serena Radcliffe estaba destrozado en serio, pero que se aliviaba solo un poquito cuando en las tardes pasaba por aquella guardería. Una hermosa niña de tres años salió corriendo a recibirla y se colgó de su cuello, y Serena la estrechó con fuerza, como si el amor de la pequeña pudiera cicatrizarle cada herida.—¡Mami! —exclamó la nena y Serena la levantó contra su pecho.—¡Mi amor! ¿¡Pero cómo sales así?! ¿¡Y tu abrigo?! —le preguntó y detrás de ella vio a la maestra con una expresión de disculpa.—Lo siento, otro niño manchó su abrigo de jugo.Serena lo alcanzó y apretó los labios.—Esto no está manchado, está empapado —murmuró a la maestra, pero no tuvo más remedio que respirar profundo—. Por favor, asegúrese de que no vuelva a suceder. Es el tercer abrigo que le ensucian esta semana y está haciendo mucho frío —pidió con suavidad, quitándose su propio suéter para ponérselo a la niña y luego la cargó para
CAPÍTULO 4. Una humillación másLa sopa fue de letras ese día, y por suerte a Melisa le gustaba el huevo cocido porque esta vez a Serena no le había alcanzado ni para un pedazo pequeño de pollo.Estaba en el borde mismo de la desesperación cuando Karina entró, poniendo en las manos de la pequeña un pequeño bote con tiramisú, y su consabido beso, mandándola al saloncito antes de girarse hacia su amiga.—¿Tan mal están las cosas? —le preguntó y Serena se cubrió la boca con una mano para no llorar—. Escucha, vengo a contarte algo, pero tienes que prometerme que vas a poner tus huevos bien puestos en esta canasta —le dijo sacando un pequeño volante de su bolsillo y extendiéndolo hacia ella—. Esta compañía productora viene de Inglaterra, van a filmar una serie ambientada en Estados Unidos así que quieren que los actores sean americanos. A mí me contrataron esta mañana como parte del equipo de maquillaje, y mañana van a hacer el casting para el papel protagónico.Serena apretó los dientes,
CAPÍTULO 5. Una mujer rotaDaba miedo y eso nadie podía discutirlo. Grayson Blackwell daba miedo en situaciones normales, pero cuando estaba satisfecho parecía aun más terrible. Y esa fue exactamente la cara que tenía cuando Kenneth atravesó al puerta de su oficina y lo vio asomado a aquel ventanal, presenciando la forma en que el resto de las actrices que se habían presentado al casting humillaban a Serena.Grayson sabía que Beatrice Harrison era una perra con una presa, pero no había esperado que fuera tan buena manipulando a las otras como para que hicieran su trabajo sucio. Sin embargo no podía negarlo, toda su sed de venganza se apaciguaba un poco cuando veía la expresión llorosa de Serena Radcliffe.—Ya estamos listos —le avisó Kenneth—. ¿Qué quieres hacer?—Déjala para la última. Que no la llamen a audicionar. Cuando llegue el momento quiero que esté tan desesperada que no le quede más remedio que aceptar lo que sea —espetó entre dientes y Kenneth respiró profundo, porque ya ha