HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 46. Un acosador permanenteKarina respiró hondo mientras veía cómo Mikhail se marchaba, y a pesar de lo feliz que se sentía no podía evitar pensar que al menos por esa vez había jugado sus cartas mejor que ella.—Me encanta que estés aquí, pero este es un golpe bajo de tu hermano —dijo, mientras tomaban asiento, pero Irina sonrió y levantó una copa de vino que ya estaba servida en la mesa.—Para ser justas, no del todo —admitió, con una mirada cómplice—. Hace mucho tiempo que quería tener mi propio negocio, algo separado del legado de los Angelov. Así que cuando Mikhail me habló de tu empresa, supe de inmediato que quería ser parte de esto.Karina arqueó una ceja, sin dejar de mirarla con escepticismo.—¿Entonces esto no es solo un favor para tu hermano? —preguntó—. ¿Quiero decir… no lo voy a tener acosándome en la oficina como el socio oculto del que no me puedo deshacer? ¿No es su empresa?Irina negó con la cabeza con vehemencia, pero después de un moment
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 47. ¿Qué haces aquí?Era imposible no quedarse pensando en eso. ¿Cómo podía decir Mikhail que no tenía mucho cuando evidentemente los Angelov eran una de las familias más adineradas e influyentes de su país? Sin embargo para ella, que definitivamente no lo había mirado ni una sola vez por su dinero, aquello no significaba demasiado.Lo extrañó esa noche, era estúpido hasta negarlo. Su resolución de no ceder en aquella situación no tenía nada que ver con que lo quisiera o lo extrañara; en especial sabiendo que no le sucedía solo a ella, porque su día comenzó con un nuevo ramo de rosas frescas sobre su escritorio.Al abrir la tarjeta, leyó el mismo mensaje de siempre: “Pensando en ti. M.” Suspiró y dejó la tarjeta a un lado, tratando de no dejar que aquello la afectara; pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la puerta de su oficina se abrió y la voz inconfundible de aquel hombre llenó el espacio y la hizo contener el aliento.—Buenos días, princ
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 48. Una presencia conflictivaEl pasillo del hospital estaba sumido en un tenso silencio. Los rostros cansados y preocupados de los Angelov hablaban por sí mismos. Y aunque Karina sabía que no podía acercarse a Mikhail ni por asomo, al final Aurelio tenía razón: el simple hecho de estar allí era suficiente para hacerle saber que lo apoyaba en momentos tan difícil. Y en cuanto a Irina, solo el sostener su mano había hecho que la muchacha suspirara con más alivio.Sin embargo aquella calma, dolorosa pero calma al fin, fue destrozada en el mismo momento en qué Mera se acercó a ellas con su actitud altanera.—No entiendo a qué viene la pregunta —le gruñó Irina que no estaba de ánimo para soportar sus estupideces.—¡Es que ella no tiene nada que hacer aquí! —dijo con voz firme, señalando a Karina.Su mirada era una mezcla de desdén y desprecio, y si alguien creía que Mera estaba al tanto de lo que había pasado entre Karina y Mikhail, o al menos se lo imaginaba…
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 49. Un Romeo PirataKarina seguía llorando mientras escuchaba los golpes en la puerta. Mikhail trataba de calmarla desde el otro lado del teléfono, pero detrás de él solo se escuchaban los gritos de Konstantine mientras salían a toda prisa de su edificio.—Karina, escúchame. Respira profundo. No te pasará nada, ¿me oyes? ¡Ya vamos para allá! No te va a pasar nada, nena, quédate conmigo, quédate conmigo.Pero cada segundo que pasaba en esa situación parecía una eternidad. El hombre seguía golpeando la puerta, frustrado por no poder entrar. Hasta que de repente los ruidos cesaron. Unos pasos apresurados se alejaron de allí y Karina se dejó resbalar hasta el suelo, sabiendo que el peligro por fin había pasado.Sin embargo no se atrevió a salir hasta que escuchó al voz de Mikhail llamándola como un loco.—¡Karina…! ¡Karina…! ¡Nena, soy yo! Puedes salir.El silencio duró un par de segundos antes de que Karina abriera la puerta lentamente. Su rostro estaba bañado
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 50. Límites cruzados.Mikhail dejó lo que estaba haciendo y lo miró fijamente.—Habla —gruñó y un segundo después Konstantine le entregaba una carpeta con información.—El tipo que se metió en la habitación de Karina es un periodista freelance. Fue contratado para tomar fotos comprometedoras y venderlas a la prensa. Parece que se asustó cuando ella lo vio… o quizás pensó que tú estarías en el baño detrás de ella y por eso intentó entrar —le explicó Konstantine.Mikhail frunció el ceño, pasando rápidamente las páginas.—¿Yo? ¿Por qué…? ¡Maldit@ sea…! ¿Quién lo contrató?Konstantine hizo una pausa antes de responder. Señalando la imagen que había tomado una cámara de seguridad dos días atrás.—¿Me estás jodiendo?Mikhail se quedó en silencio por un momento, con la mandíbula apretada o de lo contrario se le saldrían palabras muy poco propias de un caballero en todos los idiomas que conocía. Cerró la carpeta con fuerza y una sonrisa furiosa se esbozó en su rost
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 51. Un juicio de divorcio—¡Como un demonio, tarado! ¡¿Por qué no lo dijiste antes?! ¡¿De dónde voy a sacar chocolates a esta hor…!? —Mikhail le hizo un gesto como si lo estuviera ahorcando por telepatía y corrió fuera del cuarto.El ruido seco de la máquina expendedora resonaba en el pasillo del hospital dos minutos después mientras Mikhail le golpeaba el costado y refunfuñaba al ver esa bandeja vacía que no entregaba los chocolates que tanto necesitaba. Sus dedos tensos descansaban sobre el borde metálico cuando escuchó una risa suave detrás de él.—Debo decir que te ves muy sexy haciendo berrinche como un niño chiquito —comentó Karina con una sonrisa divertida, cruzándose de brazos mientras lo observaba.Mikhail se giró, mirándola con esa intensidad que siempre lograba desarmarla. Su ceño fruncido desapareció, y fue reemplazado por una sonrisa socarrona.—No estoy haciendo berrinche. Estoy... negociando con la máquina.—Claro, porque la máquina segurame
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 52. Un contrato de semental¿Qué sería un momento absolutamente desagradable, rayando en lo grotesco, y que se matarían una por dinero y el otro por orgullo? Eso Karina ya lo sabía. Ningún divorcio era amable ni agradable, pero aquel en especial donde se involucraban grandes bienes, prometía ser mucho más escatológico que cualquier otro.En un extremo de la sala Mera parecía lista para una aniquilación colectiva, porque era obvio que en aquel punto ya odiaba a toda la familia Angelov por igual; y en el otro extremo, Mikhail estaba junto a su propio abogado, quien lucía calmado, casi aburrido.Sin embargo, Karina no podía evitar notar la tensión en la mandíbula de Mikhail mientras apretaba los dientes. Ella estaba sentada en la banca de atrás, y su corazón se aligeró un poco más cuando Irina llegó apresurada y se sentó a su lado.—Te van a emplazar, nena —le advirtió a Irina—. Sabes que eso es lo único que tiene mal a Mikhail, ¿verdad? El dinero lo tiene si
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 53. Verdades correctasLa sala quedó en silencio por un segundo, como si todos procesaran lo que acababa de decir Karina. La tensión era palpable, y parecía que incluso los reporteros, normalmente ágiles para susurrar entre ellos, habían perdido por un instante la capacidad de hablar. Entonces, como si alguien hubiera dado una señal invisible, los murmullos comenzaron. Lentamente al principio, luego crecieron hasta convertirse en un zumbido constante.El juez golpeó su mazo con fuerza, y su ceño se arrugó en una expresión exasperada.—¡Orden en la sala! —tronó con voz cortante.El eco del mazo resonó en las paredes, devolviendo momentáneamente el silencio.—¿Hay algún testigo en la sala que pueda corroborar eso? —preguntó el juez que no estaba como para perder el tiempo a lo tonto y al menos seis chismosos… perdón, asistentes en el juicio se levantaron.Todos habían sido invitados de la boda y por tanto todos podían corroborar la veracidad de aquellas palab