“Soy un viajero del tiempo y del espacio, para estar donde he estado, para sentarme con los ancianos de una raza privilegiada que este mundo apenas ha visto. Hablan de días en los cuales se sientan, esperan y todo será revelado... pero no puedo relatar nada de lo que oí... Oh, sí, he estado volando, no se puede negar... intento encontrar, encontrar, ¿dónde he estado?”.
En algún lugar de mi memoria suena la música: Kashmir de Led Zeppelin. Entonces, empieza la delirante danza, con el ritmo propio de mi locura, como si dispusiera de una escala de cuerdas invisibles de guitarra. Aquellas notas se inyectan en mi cerebro y se convierten en parte de mí. Y lentamente, girando y danzando, siempre en confusión, caigo desde el pasado a mi realidad del sanatorio.
“Presta atención al camino que me llevó a ese lugar... sin más provisiones
Con este cuerpo sería sencillo, si fuera realmente osada, pensaba. Podría insinuármele de la manera más repugnante. Podría ofrecérmele como una cualquiera y acabar de una vez con el asunto. Pero no, la Carena romántica no podía permitirse recurrir a tal inmundicia. John habría de desearme, de buscarme, de tenerme siempre en sus pensamientos, de no encontrar salida a este amor. Aunque no me había atrevido a ofrecérmele, ni había abandonado la esperanza de tenerlo, no estaba dispuesta a asumir otra decepción. Sabía que era mejor esperar, pero era incapaz de hacerlo. Las brumas de las montañas del deseo empezaban a invadir mis sueños. Mi cuerpo cubierto por su camisa de botones se deslizó hacia un sueño melancólico y evadió los pensamientos. Me dormí junto al espectro de mi amado John, sobre la almohada que ostentaba su cálido olor. Caí enseguida en un sueño profundo y extraño. Sueños que a partir de ese día, me atormentarían sin tregua. Desperté a las 3:00 de la madrugada.
En seguida me tomó de la mano y me atrajo hacia sí, haciéndome tomar delicadamente la inflación de su deseo. Yo presioné con mi mano ardiente, frotando la delgada piel que quemaba y en ella puse mi aliento, como devoto en su templo, abriéndome paso a sus estremecimientos. Entonces, conteniendo la respiración, dijo varías veces mi nombre y frases completamente nuevas sobre su amor, en tanto mi lengua sedienta ascendía en su pecho y desembocaba en su boca. Borracho de deseo me miraba, miraba mi boca y me besaba con ardor, hasta que entre beso y beso, se pegó a mí y pude experimentar por primera vez, con una pasión a punto de estallar, la presión de su cuerpo desnudo contra el mío. Pronto empezó a acariciarme recorriendo con mano de ciego el camino que iniciaba ancho en mi cuello y terminaba angosto en mis muslos y una vez allí, sus dedos delicados e inmisericordes, me rozaro
Había amanecido por completo y después de ducharme, me dirigí al camarote contiguo. Al igual que la habitación, se trataba de un espacio reducido. Paredes blancas, interrumpidas por dos ventanas similares a las de la habitación. Un sofá de color azul marino y una pequeña mesa de madera llenaban el espacio de la sala de estar. Sobre ella, el retrato del abuelo de John —maravillosos genes, maravillosa descendencia—. Al lado izquierdo, un mesón con dos pequeñas sillas de bar dividía la cocina de la sala de estar. Una cocina bastante pequeña cuyo orden y limpieza, me sugería que John no la utilizaba con frecuencia. Un espacio para el refrigerador, un fregadero, dos cocinillas y dos alacenas en la parte superior.Abrí la puerta de las alacenas y espié en su interior casi desierto: Dos sopas instantáneas, tres latas de guisos de carne y un envase de caf
No quisiera rememorar en detalle todo lo sucedido durante ese tiempo tan maravilloso y horrible a la vez, pero cuando evoco aquellos recuerdos, los veo claramente divididos en una zona soleada y una zona oscura. Los recuerdos de la zona soleada, pertenecen a los días felices de mi relación con John y los recuerdos de la zona oscura, a la terrible experiencia que viví en el culto secreto. Durante el tiempo que duró nuestra relación vivimos en secreto. Asumimos que así debía ser nuestra historia. Una historia que no podía ser contada, una historia con un fin previsible. Desde los primeros días, supimos que un futuro en común no era viable, de modo que nunca hablamos del tema. Era una criminal, una subversiva perseguida por La Agencia y no podía darme el lujo de olvidarlo. Era además una adúltera que violaba las reglas del culto secreto, eso tampoco podía olvidarlo. Sabía con esp&ia
Me asomé a medias en la ventana de la habitación que compartía con Lisa y pude verlos apostados fuera del auto, conversando con cierto aire de preocupación. Judy alzó la mirada y me hizo una seña para que me acercara. Esto no es bueno, pensé, pero salí pesadamente de la casa número dos y me dirigí hacia ellos.—Hola, Carena —dijo Judy.—Acompáñanos —agregó Lenny—. Vamos a dar una vuelta.Sonreí estúpidamente, pero por dentro el terror me apuñaló.—¿A dónde?—Acompáñanos, eso es todo —sentenció John.Lo miré con las facciones perplejas.Lenny abrió teatralmente la puerta trasera del auto y me subí seguida por John. Judy estaba en el asiento del copiloto. Pronto, Lenny puso en marcha el motor en
Fue el beso más agónico y arriesgado que pude recibir en mi vida, sin embargo, aunque estaba al borde del pánico, pude controlar visualmente a nuestro seguidor. El joven se volvió al vernos y sacó un teléfono celular y en seguida, empezó a hablar y a escuchar, meciéndose ligeramente entre risitas y pasos cortos.—Hazlo ahora que ha virado —me ordenó John rápidamente una vez subimos las escaleras a la estación. La entrada se encontraba casi desierta. Aún en esas condiciones no me atrevía a hacerlo.—No, no puedo hacerlo —balbuceé asustada, a punto de sollozar.—El tipo que nos sigue podría ser de La Agencia, Carena. ¿No lo ves? No se va a tragar el cuento por mucho tiempo.Necesitaba tiempo para pensar y no lo tenía. Era simple, solo debía dejar el bolso disimuladamente en la entrada de la
Judy se aproximó a Lenny, quien le entregó el cuchillo en medio de una reverencia y cesó el cántico.—El sacrificio de animales es un ritual de regocijo para nuestra deidad —manifestó Judy—. Es una ofrenda que se realiza desde tiempos inmemoriales y hoy nos brindará la fuerza y el valor necesario para luchar y resistir.En seguida empecé a sospechar con creciente angustia sus intenciones.—Carena, acércate —me ordenó. Yo lo miré sin poder ocultar mi sorpresa y me quedé inmóvil—. Eres el miembro más reciente de nuestra sociedad. Te concederemos el honor.Todos me miraban en un silencio expectante mientras me abría paso para dirigirme hacia Judy, temblorosa, sintiendo un temor premonitorio oprimirme el pecho. Judy me entregó el cuchillo y dijo fríamente: “Sabes lo que debes hace
—¡¿En qué demonios estás metida, Carena?! —exclamó papá, furioso.—Ya te lo he dicho, papá —protesté fastidiada.—¿Por qué te quedas tanto tiempo fuera de casa? Ni siquiera tienes la amabilidad de contestar tu celular —bramó—. ¿Estás saliendo con alguien?—Por favor, papá.—¿Por favor qué?—¿Por qué todo ha de tener respuesta? —objeté.—Porque vives en mi casa, Carena —enfatizó con tono de vieja regañona y por algunos segundos, se tornó pensativo—. Esto ni siquiera puede estar relacionado con un amorío...—¿Y qué importancia tiene eso, papá?—Sueños insensatos, sonambulismo, alucinaciones. ¡Pareces alejarte de la realidad cada vez que te sient