—No me odies… es seguridad nacional —la voz de Kader se esparció por todo el carruaje andante y su sonrisa se ensanchó, al ver que Nadia quitaba su mirada de él, y la llevaba hacia la ventana.
Sus manos delicadas y pequeñas apretaron su vestido, pero su rostro no reflejó en ningún momento que estaba incómoda por su presencia.
«¿Cómo podía salirse con la suya todo el tiempo?», se preguntó Kader mientras unas risillas se le escapaban al recordar el rostro de la reina.
Por supuesto que, si viajaban los tres, estarían en un solo carruaje ahora, pero ya que le pidió a su hermano que lo acompañara por asuntos de trabajo, era un riesgo demasiado grande que fuesen todos dentro de un mismo carruaje.
Debían al menos por camuflaje, tener otros dos vehículos con soldados, y muchos más caballos de los que estaban estipulados para partir.
Y por supuesto Saravi no iba a dejar de ir con su esposo, para sentarse con Nadia.
Todo había salido a la perfección. Y su mentira de involucrar a Kalil en lo que tenía que hacer en el pueblo, debía enfrentarla cuando llegara a su tiempo. Ahora… ahora solo debía mirar ese rostro por toda una hora.
—No he dicho nada —su mirada se fue a su boca sonrosada que ahora estaba entreabierta y su rostro tomó un ceño que no pudo evitar. Esa sensación estaba allí de nuevo, todos sus pensamientos y esas ganas que tenía de odiarla, desaparecían cuando la observaba de esa forma.
Y ella era culpable. Su forma de mirarlo y de meterse dentro de su alma eran las culpables de que se sintiera como lo estaba haciendo ahora…
—¿Majestad? —ella preguntó extrañada, a lo que Kader sacudió su cabeza.
—Me distraje…
Nadia asintió y por un momento él vio que ella quería decirle algo. Y eso lo asustó un poco. Era la primera vez que estaban por tanto tiempo solos, y que no había guerra entre sus palabras y sus miradas. Por un momento su mirada carente de molestia lo hizo sentir a gusto, aunque su acomedido era que no lo hiciera.
Debía repelerla lo más que pudiera.
—Señor… —la dama volvió a insistir, pero su ceño irónico la retrajo.
—¿Señor? Me haces parecer viejo, ¿Cuántos años tiene?
Nadia parpadeó un poco confundida, ¿Por qué querría saber algo acerca de ella?
Si le dijo a Saravi que ella estaría bien cuando se enteró de que iría con Kader sola en un carruaje, fue solo para quitar la tensión evidente que había entre ellos. Por nada del mundo quería ser un punto de discordia entre la familia, y más cuando había escuchado una conversación casualmente, al ir a buscar un abrigo para la salida.
—¡Tu hermano está pasando los limites! —Saravi estaba exaltada y con la cara roja—. No sé por qué esa insistencia de humillar a Nadia, ¡Kalil, y me hierve la sangre que quiera rebajarla cada vez que puede!
La mano del rey se posó en su mejilla.
—Tranquila… buscaré la forma de hablar con él. Conozco a mi hermano, sé que es presumido y de cierta forma trata de cumplir lo que mi padre le enseñó.
—Siento ponerte en esta situación… No quiero fracturas dentro del palacio, hemos pasado por mucho —la reina se acercó tomando su rostro y luego besó la comisura de sus labios.
—Es inmaduro, se le pasará… encontrará una esposa, y tendrá en quién ocuparse, créeme…
Las risas de ambos, en vez de alegrar el corazón de Nadia, la entristecieron; ya sabía qué debía hacer de ahora en adelante. Y si esa fiesta le traería un esposo que la sacara de este palacio, amen por eso.
No sería un estorbo en este palacio, ni la controversia del día a día de una familia que ya tenía suficiente. Y mucho menos para la persona que más amaba, y que la había traído hasta este momento.
Era hora de madurar, de crecer, y de irse…
—Tengo 20… —respondió saliendo de sus recuerdos y esta vez lo miró fijo, detallando cada parte de un rostro que, relajado, se veía hermoso a su parecer.
Por un momento se preguntó que si él tuviese otro tipo de carácter sus ojos la mirarían de otra forma, y se sentiría más cómoda en su presencia. Pero era una tontería en pensar en algo como eso.
—Bueno… solo te llevo 8 años… —Kader no supo por qué fue necesario decirle esto. Además, que era muy extraño que Nadia estuviera tan calmada ahora, era como si estuviera desanimada, y como si nada le estuviese importando.
«Pero ¿Por qué?, ¿Qué le había pasado? ¿Acaso estaba preocupado por ella?»
—Quiero decir… para que me llame “Señor”.
Nadia asintió con la cabeza, llevó su mirada a la carretera y luego volvió hacia él.
—No se preocupe, majestad.
La mandíbula de Kader se apretó mucho y por unos segundos dejó que su mirada también se uniera a la de ella, hasta que vio que su boca se abrió de nuevo. Y sí, aquí venía, ella tenía algo por decirle, así que retuvo el aire dentro de su pecho mientras soltaba lo que sea tenía que expresar.
—Majestad… lamento que haya una situación entre nosotros —ella hizo una pausa y volvió a tomar su vestido, haciéndole saber a Kader que estaba nerviosa a pesar de su nula expresión en el rostro.
Esta seriedad y esta forma de actuar, le parecía exquisita, y aunque no tenía ni idea de que carajos iba a decir, él seguía embelesado en esa boca que se movía y se presionaba de vez en cuando.
«¿Qué se sentiría probarla?», un escalofrío recorrió su cuerpo entero de solo pensarlo, y tuvo que removerse en el asiento para luego carraspear.
—¿Qué situación? —se hizo el tonto al preguntar.
Nadia frunció su expresión un tanto confusa, y se notó que algo de molestia se impregnó en ella, porque sus mejillas se pusieron algo rojas. Este era el momento más especial para él, donde su rostro y sus pecas contrastaban con su cabello rojizo. Y por un momento se preguntó si él era la única persona que la hacía ponerse de esa forma.
—De su desaprobación, por supuesto, por mi posición en cuanto a la corona —fue tan directa que la boca del hombre se torció en una mueca, pero aun así prosiguió—. No solo usted se incomoda. Sé que su familia de cierta forma siente este des fortunio, y la más importante para mí, la reina.
—No es nada personal. Es cuestión de ética… —Respondió Kader—, Y de protocolos… no es bien visto lo que la reina hace con usted, pasa todos los criterios que fueron establecidos en la corona. Y aunque sé que esto es un problema para muchos, a mí sí me gusta seguir las reglas, Nadia. Quizás ese sea el problema de la gente en el mundo, les encanta saltarse las normas, y de allí las dificultades. Y para no extendernos, usted misma los ha visto de cerca.
Los ojos de Nadia se cristalizaron un poco. A veces el inconveniente no era que uno mismo se diera una oportunidad, la complicación era que las personas nunca te la darían.
—Lo sé —ella exhaló y decidió mirar afuera—. No debe preocuparse… estaré fuera de sus vidas pronto.
«¿Había logrado su cometido?», Quizás, pero Kader no se sentía bien después de escuchar esas palabras. Ahora mismo podía contemplar que algo comenzó a pesarle en sus hombros y aunque quería preguntarle miles de cosas, prefirió callar, tragarse sus supuestos y dejar que la corriente siguiera su curso, correcto y perfecto.
El camino fue muy corto a la percepción de Nadia que estaba perdida en sus pensamientos, y aunque el príncipe estaba en su frente mirándola fijamente en algunos momentos, prefirió recordar aquel libro que estaba leyendo, donde aquella doncella vivía una vida feliz.
«¿Podía ella correr con la misma suerte?», por supuesto que no. Ni tampoco se casaría con su esposo por amor. Así que solo podía mirar al cielo y rezar para que quizás la vida, la compensara un poco como lo hizo con su hermana del alma.
Saravi se había casado con un hombre que no amaba y ahora era muy feliz. Más de lo que pudo imaginar.
—Nadia… hemos llegado —escuchó su voz grave y se giró rápidamente mientras unos hombres abrían la puerta por fuera.
—¡Majestad, bienvenido! —un lacayo hizo una reverencia al príncipe y él contestó con un ademán.
Él se bajó rápidamente del carruaje y luego se giró hacia ella para tomarle la mano.
Los ojos de Nadia se abrieron un poco impresionada mirando su mano por un segundo, y luego y con toda la duda, puso su palma encima de la de él.
Por un momento su cuerpo hizo un detenimiento, y al otro segundo, su corazón bombeó la sangre hacia todas sus corrientes nerviosas, hasta lograr que sus mejillas se calentaran. No entendía por qué de un momento a otro se puso tan nerviosa, pero tuvo que ordenarse mentalmente para continuar, y bajarse del carruaje y así poder liberar su mano del agarre firme del príncipe.
Cuando puso los pies en el pavimento, intentó sajarse de su mano, pero esta se apretó más. No le quedó más opción que alzar la cabeza, ya que Kader era mucho más alto que ella.
—Ten cuidado… —y con esas palabras vio que Kader le hizo un guiño, y luego comenzó a caminar con un montón de guardias a su espalda.
Esta era la primera vez que se refería a ella de manera personal y no aislada. Esta era la primera vez que se sintió tan pequeña que quiso estallar hacia todas partes para encajar en algo, y esta era la primera vez que algo tan simple como eso, hizo que su respiración estuviese agitada y entrecortada.
Siempre se sentía irritada en su presencia. Siempre sintió una cierta repulsión, incluso creyó odiarlo. Luego pensó que era una tontería pensar en ese sentimiento y decidió permanecer sumisa a su conducta, para que la intensidad de su tensión disminuyera. Pero ahora que por un momento fue algo “Cordial”, hacía que sus pensamientos se confundieran.
Pero algo que debía quedarle claro era que, el príncipe sentía repudio por ella, y que su estadía en el palacio y la posición en la que Saravi quería ponerla, era inconcebible para él.
—Señorita… —un lacayo se acercó haciendo una reverencia—. La reina la espera dentro de esa casona, pide que entre de inmediato.
Nadia miró hacia su alrededor, no estaba en el centro como tal de Angkor, sino unos kilómetros más alejados del lugar de ventas y comercio. Imaginó que este era el sitió de algunos hombres de renombre que preferían vivir más cerca de su pueblo, para llevar a cabo las instrucciones de la corona.
La casona que ahora estaba divisando, definitivamente era muy bonita, y lujosa.
Así que cuando el hombre que estaba de frente esperando por ella le puso el brazo de gancho, y ella lo aceptó para proceder en entrar al lugar, mientras miraba hacia todas partes para saber hacia dónde había desaparecido el príncipe…
Nadia fue recibida en aquella casona por al menos cuatro damas, que la dirigieron al salón principal donde se encontraba la reina.Aún no se podía acostumbrar a todas esas reverencias excesivas por las cual fue diseñada a dar y no recibir, ni a que fuese servida al lugar donde llegara, todavía le parecía extraño, y se sentía incómoda con tanta atención junta.Siguiendo a las mujeres, ella pudo visualizar cada rincón del lugar, y si bien no se comparaba al lujo del palacio donde pasaba su día a día, la casona era realmente hermosa y acogedora, y se aseguró de que el dueño del lugar debía tener una evidente posición, y aún más si la reina estaba aquí.Al entrar a una amplia sala, decorada entre tonos dorados blancos y cremas, vio que Saravi estaba en medio de una conversación junto a un hombre que estaba a espaldas con
Viéndose en el espejo y soltando la cinta de su cabello, Nadia suspiró. Era muy temprano para ir a la cama, y ni hablar de que no tenía un ápice de sueño. Su mente daba tantas vueltas que se obligó a cerrar los ojos, y se detuvo cuando quiso quitar su vestido. Dio varios pasos hacia el balcón de su habitación agradecida por el privilegio de tener una parte del jardín en su vista.Le haría bien caminar… Mirando sus pies y sonriendo, se quitó el calzado y abrió la puerta del balcón para ir descalza hacia el césped.Aspiró el aire limpio, la iluminación en esta parte era menor que los jardines delanteros del palacio, pero incluso la poca luz contrastaba con su estado de ánimo.—¿Descalza? Pareces una chiquilla de doce años… —el rostro de Nadia se alzó precipitadamente frenándose
Nadia sintió que había cierto silencio que incomodó su estadía. No sabía por qué ahora mismo tenía la mirada fija de Amin y del príncipe. Pero en ambos había una diferencia muy extensa.Amin, parecía feliz y relajado. En cambio, Kader estaba tensionado, con el rostro apretado y ahora mismo parecía querer destrozar al futuro vizconde con su mirada afilada.Sacudió su cabeza tratando de dispersar sus pensamientos, ya había pasado mucho tiempo en supuestos respecto al príncipe y a ella, y ya era hora de dejarse amedrentar por su conducta estúpida. Levantó la cabeza y caminó hacia el grupo.—Señorita Eysan… —Nadia saludó haciendo una reverencia para luego girar hacia Amin—. Señor…Amin sonrió galante, y sin dudarlo atrapó la mano de Nadia tomándola desprevenida. Como la
Allí estaba ese golpe duro que estaba dejando un vacío burdo en su estómago, no estaba familiarizada con el sentimiento, pero la decepción estaba haciéndose carne dentro de ella.Su garganta se puso rígida junto a su cuerpo, de hecho, ahora mismo no estaba caminando, la impresión en su piel y en su pecho definitivamente la hicieron sentir que se había estrellado con un gran muro de piedra.¿Pero qué esperaba?, aquí se estaba hablando de Kader.Un mujeriego, engreído, pedante y manipulador. Nadia tomó un fuerte respiro que sintió llegar hasta sus pulmones, y desviando la mirada se apresuró en seguir caminando para atravesar el salón, y llegar hacia el gran comedor. Aunque ahora mismo no quería una cena.Lo que más deseaba era volver a su habitación, pero sería una cobarde y una niñata si actuaba
Seria mentirse a sí misma si negaba que sus palabras intensionales, no le estaban causando un hueco muy profundo en su pecho. De hecho, sentía que su cuerpo entero vibraba mientras el silencio solo la golpeaba vez tras vez.Pero era todo o nada, y aunque se tratara del mismo príncipe, no iba a permitir que siguiera burlándose de ella en cuanto quisiera.La silla de Eysan se corrió y seguido al acto, Amin se levantó de golpe con una gran sonrisa en su boca.—Majestad… ¡esto nos honra increíblemente…!Kader no sonrió ante el hombre, pero sí aceptó la mano de la chica que ella misma le ofreció.—No sé si reír de felicidad o de la emoción que no cabe en mi pecho… —su voz sonó más elaborada de lo normal, pero cuando Saravi puso la mano encima de la de su esposo, a Kalil no le dio de otra qu
Un guarda llegó corriendo al patio con un gran abrigo, y se lo entregó a Amin como se lo había pedido. Pero en el momento en que el hombre fue a colocárselo a Nadia, la mano de Kader lo volvió a frenar.—Ya tiene el mío, Amin, si desea, lleve a su hermana a la habitación que se le asignó… yo me encargaré de Nadia.La mirada firme y la voz dura del príncipe hicieron que Amin mirara de reojo a Nadia para asentir rápidamente a la orden que le estaba dando. Por un momento Nadia se sintió decepcionada, Amin podía decirle a Kader que no se iría, y que él mismo la acompañaría hasta el límite del pasillo. Pero… ¿Qué podía esperar? Estaban delante del príncipe de Angkor, y Amin por muy vizconde que fuera, no podía contrariar a su orden.—Mi lady… siento mucho que nuestra
—La vista del palacio es maravillosa, pero nada se compara con lo que veo ahora mismo… —las palabras de Amin la hicieron frenar y asentir. Desde hace unos minutos las damas y algunos guardas habían quedado atrás para descansar de su recorrido. Se habían adentrado un poco al bosque, donde Nadia prometió enseñar un pequeño lago natural, que hacía más irreal el sitio.Esta parte del bosque era su favorita, muchas veces se perdía aquí, donde el sonido de los pájaros era su único acompañante, pero durante estos últimos años en donde su refinamiento comenzó a ser parte de su cotidianidad, había desplazado lo que era olvidarse de todo y disfrutar de estas libertades.—Ya casi llegamos al lago… le gustará más la vista —agregó Nadia con una sonrisa.Por un momento en cuando viró hacia el r
Kader retuvo el aliento mientras los tres caballos se alinearon y el aire golpeaba duramente en sus rostros. Era indudable que el curso del aire ahora mismo estaba en contra de ellos, y eso sería mucho más beneficioso para él.Estaba acostumbrado a ir en caballo esquivando obstáculos, ir contra la corriente del agua, y batallar con un solo brazo mientras cabalgaba. Sin embargo, esta carrera estaba haciendo que su corazón palpitara con dureza en su pecho, incluso colocándolo más nervioso que cuando tuvo que enfrentar a miles de hombres.Giró el rostro hacia Nadia, quien se amarraba las cuerdas en sus muñecas y sujetaba con sus piernas el caballo para darle estabilidad a su cuerpo. Podía incluso ver la vena que latía en su garganta, y podía sentir que su cuerpo vibraba en anticipación.Un escalofrío burdo recorrió su propio pecho en el momento que Eysan se detu