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Capítulo 2

—¡Tío! —Zaid gritó, y luego Naim se separó de Nadia, para correr detrás del príncipe que había aparecido con compañía.

Laia saludó un poco tímida con la mano, mientras que Dana se sentó en las piernas de Nadia un tanto celosa por sus primos. Ella comenzó a acariciarle el cabello a la pequeña a la vez que veía de reojo, que la mano de Kader aún permanecía en la cintura de aquella mujer.

«¿Sería su novia en definitiva?», el pensamiento solo hizo que sus mejillas se ruborizaran, y sintiendo el calor de su rostro, prefirió mantener la cabeza gacha. Era tan tonta, que hasta llevaba la cuenta de cuantas mujeres había traído al palacio, y no entendía cómo alguna se quedaba con él por al menos una semana. Simplemente todas desaparecían hasta que llegaba una nueva.

Su comportamiento no estaba resultando caer del todo bien para el rey. Sabía que, aunque Kader era una mente brillante, y que el surgimiento de Angkor en cierta parte fuese gracias a él, las habladurías dentro del palacio y fuera de él, estaban hundiendo esa reputación en cuestión de unas semanas.

Ella vio como el príncipe saludó a los niños haciendo caso omiso de su presencia, y luego los llamó como si tuviera algo muy importante que decirles.

—¿Recuerdan a mi amiga Bushra? —preguntó a todos y sin esperar un segundo escuchó como Zaid se adelantó.

—Yo si… la conocí ayer…

Él asintió pasando la mano por el cabello del niño y luego se puso de pie.

—Nadia… —su propio nombre pronunciado desde su boca, hizo que su rostro avergonzado se alzara para por fin posicionar sus ojos en él.

Aún no podía descifrar la forma en como toda ella se removía con su sola presencia, pero quería pensar que era producto de su falta de estima hacia aquel hombre. Un hombre que trataba de ignorar por su falta de tacto para con la gente, y en exclusiva, para con ella misma. No entendía como una persona como el rey, que era un hombre tan educado, pudiera ser hermano de alguien como el príncipe.

Diferían en todo. Y eso añadía a que Nadia sintiera mucha repelencia aun y cuando sabía que era de sobra en esta familia. Si alguien debía irse para facilitar la convivencia, era ella misma.

—Majestad —su boca se obligó a responderle mientras un silencio extraño se instalaba alrededor de ellos.

—No he visto que se haya presentado con respeto hacia la dama que me acompaña… —dictó el hombre de forma cortante.

Bushra lo miró con confusión, esto no era necesario, ni siquiera ella que era hija de un conde le debían una reverencia dentro el palacio.

—No es… —la dama quiso intervenir, pero fue atajada por el príncipe de inmediato.

Mirando a Nadia con un filo enojado, hizo que ella se levantara, sacando a Dana de sus piernas y sacudiéndose el vestido rápidamente.

—Mi lady, un gusto, soy Nadia Arafat. —ella hizo una reverencia que fue recibida por una mujer muy apenada.

—Bushra Jalaf…

—Bushra… ella es la damisela de la reina —agregó Kader para aportar a su humillación—. No te confundas mucho dando su mano.

Su amiga quedó incrédula y luego contempló aquella dama que estaba roja por la vergüenza. Bushra frunció un poco el ceño sin entender como alguien no se daba cuenta de que aquella mujer evidentemente no pasaba desapercibida, ni tampoco era simple. Y entonces cuando ella giró hacia su amigo, pudo justificar que la intensidad de su mirada, era muy notable para cualquiera.

Solo alguien que estaba involucrado sentimentalmente por una persona miraba con ese ímpetu, esos ojos le decían que Kader estaba haciendo lo posible para detestar a esta chica hermosa, y luego recordó y sacó la conclusión, que aquel hombre que venía en compañía de la pareja ayer por la noche, no se había ido por un simple dolor de estómago.

—Es un gusto conocerte, Nadia, espero podamos hablar en otro momento, porque ahora debo retirarme del palacio con urgencia.

Nadia asintió en silencio pasándole una mediana sonrisa, mientras Bushra se dio la vuelta sin esperar que el príncipe le diera su permiso. Sus pasos fueron rápidos, y a Kader no le quedó de otra que mirar a Nadia por última vez, para ir tras de su amiga y despedirla.

—¿Qué es eso tan urgente? —le preguntó cuando llegó a su lado tomándole de su brazo.

La dama se frenó en seco y le envió una mirada resentida.

—No te serviré de anzuelo. ¿Te has vuelto loco acaso?

Kader abrió sus ojos impactados, pero rápidamente frunció su ceño para que su rostro le sirviera como una advertencia.

—¿De qué está hablando? —su pregunta fue lanzada de la forma más formal posible, haciéndole saber al instante que no estaba hablando con cualquier persona.

—Esa damisela, te gusta —ella sacudió la cabeza riendo irónicamente— ¿Qué estoy diciendo?, ¡Nadia te gusta!, y te avergüenza que una persona de la plebe es la que haya logrado llamar tu atención. Kader Sabagh, ¡eres un completo idiota!

Atestado en el puesto, el príncipe solo pudo cerrar sus puños mientras veía como la mujer salía del palacio y desaparecía de su vista. Esperaba nunca más volver a verla, y también esperaba que nunca se le ocurriera pronunciar esas palabras de nuevo delante de ninguna otra persona.

—Pueda que me vuelva loco por esa pordiosera, pero nunca nadie lo sabrá…

***

—Tu cabello cada día es más hermoso —La voz de Saravi la hizo volver de sus pensamientos, y era más que evidente saber en dónde estaban todos ellos.

En el príncipe.

Nadia miró a Zara que dormía plácidamente y luego se giró un poco hacia su señora. No sabía por qué desde un tiempo para acá, no podía quitarse la imagen de su mente, ni esa mirada que siempre la veía con un extraño color. Tampoco podía dejar de pensar en lo que le dijo ayer por la noche, cuando con rabia en su voz le dijo que ella le pertenecía también a él.

Era muy confuso pensar en todo esto, añadiendo que el príncipe se contradecía entre lo que decía y lo que hacía, y junto con todo esto, ahora ella misma estaba completamente confundida para con él.

—¿Qué pensaría el rey si entra, y ve a la reina peinando el cabello de su criada?

Saravi sonrió y luego negó.

—No eres mi criada, eres mi hermana.

—Majestad…

—Nadia, estás colmándome la paciencia. ¿Cuánto tiempo llevamos en esto?

La chica resopló un tanto hastiada, y se levantó para caminar por la habitación.

—Saravi, ¡míreme! Soy el hazmerreír de todos. Ambas sabemos que nadie va a aceptarme allá afuera. La madre del rey… y

—Zura siquiera me acepta a mí —Saravi se levantó también y luego tomó el brazo de Nadia para llevarla frente a un espejo—. No hay ninguna diferencia entre nosotras… —Nadia vio que de pronto la reina achicó sus ojos y se acercó un poco más al reflejo—. Aunque creo que tú eres más bonita.

Ambas se miraron con una sonrisa y luego la reina se giró.

—Por la mañana estaremos saliendo al centro de Angkor. Compraremos vestidos, cintas y varias cosas que puedan aportar a tu indumentaria.

—Tengo como cien vestidos ya —refutó Nadia sabiendo que esa no era su parte favorita. Ahora entendía muy bien a la reina cuando años atrás se quejaba de todo esto.

Ni siquiera se acordaba cuándo dejó de ser ella, para convertirse en esa chica que se reflejaba en el espejo, y pensándolo bien, no sabía si quería seguir con lo que Saravi había planeado para ella.

—Nadia… —sus manos tomaron las suyas, y vio esa mirada clara que solo hizo que su corazón se sintiera muy abrumado—. Disfrutaremos el paseo, iremos un rato al bosque, y a algunos puntos del paisaje que disfrutarás mucho. El baile será en dos semanas, y quiero que después de ese día sepas, que quien no te acepte a ti, tampoco aceptará la corona.

Los ojos de la damisela parpadearon. No tenía dudas sobre el amor que Saravi le profesaba, ella nunca sintió algún vacío, aunque nunca conoció a sus padres, siempre creció con la idea de servir a una persona, y hasta últimas instancias, eso había sido arrebatado de ella también.

A veces se sentía un poco perdida, como si viviese una vida que no le pertenecía, y como si nada de lo que hiciera tuviese sentido para nadie más.

Asintió para no llevarle la contraria a Saravi, y olvidando un poco sus sentimientos y estado de ánimo, se fue a ver nuevamente a la bebé, que estaba recuperándose de una calentura nocturna.

Por la mañana en el desayuno, estaba comiendo silenciosamente junto a la reina, sin nadie más en la mesa. Ya que después de ello, un carruaje esperaría por ellas para ir con un montón de guardias hacia el centro de Angkor.

El tiempo de duración de un extremo a otro se había reducido, ya que la construcción de carreteras y vías principales en estos cuatro años, agilizó los viajes y redujo un tiempo de tres horas, a una.

Justo cuando estaba por la mitad de su desayuno, el príncipe llegó a la mesa, deseando los buenos días sin dirigirse a ella en particular.

—Buenos días, Kader, —saludó la reina—, ¿Cómo amaneces?

—Bien… es un buen día.

—Lo es…

—Escuché que vas al centro de Angkor —señaló Kader tomando su vaso de jugo—. Recuerda no ir a lugares no concurridos y llevar los guardas que sean necesarios.

—Lo haremos —esta vez Saravi intentó hacerle saber que se trataba de ellas dos.

—Bien…

—Por cierto, Kader —Saravi volvió a agregar—. No sé si el rey te ha informado del baile en dos semanas… pero si no es así, quiero decirte que…

—He escuchado algo —intervino el príncipe mirando a Nadia a los ojos, y esta vez ella no desvió su mirada. Por un momento vio algo en esos ojos que la miraban con algo de apuro, pero todo fue disipado cuando él continuó—. Parece que estás buscando un marido noble para Nadia.

Los ojos de la chica se abrieron de golpe, mientras las mejillas de la reina se encendieron.

—¿Un marido?  —la pregunta salió de la damisela en un susurro, totalmente confundida.

—¿No lo sabías? —Kader se adelantó—. Es un baile real, si no estas al corriente serás presentada a la sociedad, y por supuesto, conocerás a alguien que quizás ya esté preparado para ti… —el hombre se giró hacia la reina y prosiguió—. Por cierto, Saravi, también me servirá a mí ese baile, es una excelente idea.

La silla de Nadia se corrió hacia atrás, y ella se levantó con el pensamiento totalmente confuso y dolorido.

«¿Acaso quería Saravi deshacerse de ella?»

—Con su permiso, Majestad —expulsó hacia la mesa y luego se retiró rápidamente.

—Nadia… ¡Nadia, espera…! —Saravi resopló largo y luego centró su mirada en el príncipe—. No era necesario que hicieras eso.

—Es mejor andar con la verdad —él sonrió mientras tomaba otro sorbo de jugo de naranja, y luego divisó como la reina asintió.

—Aquí le tengo una verdad, señor, ironía. Si mi intuición no falla, espero que Nadia sí encuentre un buen esposo y esté muy lejos de usted que tanto parece despreciarla, como también espero que cuando se dé cuenta, alteza, sea muy tarde para retractarse de toda la estupidez que lo está controlándolo ahora. Y créame, cuando eso pase, Nadia nunca estará a su alcance. Lo juro por mí misma.

El príncipe torció los ojos después que Saravi dejó la mesa, y corriendo su plato sin ningún apetito, decidió que también necesitaba salir de este lugar por un rato, e ir al centro reunirse con uno que otro vizconde para agilizar la construcción de nuevas vías.

Pero una sonrisa muy genuina apareció en su boca, al saber que no estaba mal si compartía el carruaje con las mujeres, y se refrescaba por toda una hora, de esa hermosa vista que tanto le llenaba el ego.

—Nadia, Nadia… ¿Qué voy a hacer contigo? —dijo antes de retirarse del comedor, e ir nuevamente detrás de ella…

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