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Capítulo 4

Nadia fue recibida en aquella casona por al menos cuatro damas, que la dirigieron al salón principal donde se encontraba la reina.

Aún no se podía acostumbrar a todas esas reverencias excesivas por las cual fue diseñada a dar y no recibir, ni a que fuese servida al lugar donde llegara, todavía le parecía extraño, y se sentía incómoda con tanta atención junta.

Siguiendo a las mujeres, ella pudo visualizar cada rincón del lugar, y si bien no se comparaba al lujo del palacio donde pasaba su día a día, la casona era realmente hermosa y acogedora, y se aseguró de que el dueño del lugar debía tener una evidente posición, y aún más si la reina estaba aquí.

Al entrar a una amplia sala, decorada entre tonos dorados blancos y cremas, vio que Saravi estaba en medio de una conversación junto a un hombre que estaba a espaldas con una dama bastante joven a su lado. Creería que tendía unos dieciséis años de edad, porque la finura de su rostro parecía bastante angelical.

—Les pido permiso… —anunció Nadia en tono neutro para ver que el hombre que estaba de espaldas, y la chica joven, se levantaran de inmediato en su entrada.

Saravi le envió una sonrisa en silencio, y luego desvió la mirada hacia el hombre que se había levantado.

—Señor… ella es Nadia Arafat, es de mi familia… —las mejillas de Nadia se enrojecieron, y solo pudo asentir hacia el hombre.

—Mi lady, es un placer tenerla aquí en compañía de la reina. Un verdadero privilegio… —en cuanto ella levantó la cara, pudo notar que el hombre comprendía la misma edad de Kader, pero diferían mucho en el estilo, en apariencia y en fisionomía.

El hombre tenía un rostro menos cuadrado y un poco más fino, sus ojos eran claros y su cabello era totalmente rubio. Su manera de hablar y las características de su rostro lo hacían parecer mucho más refinado y delicado, y no pudo evitar compararlo en ese momento con el príncipe.

A pesar de que Kader tuviese todas las características de un hombre mimado, ninguno de sus rasgos lo hacían ver suave, de hecho, su cuerpo de guerrero, esa mirada dura fría y arrogante lo hacían más varonil de lo acostumbrado. Incluso recordó cuando le dio la mano, y su tacto fue más bien áspero.

Al instante el hombre tomó su mano para llevarla a la boca con galantería, sosteniendo su mirada por largo rato, hasta que procedió a decir:

—Amin Atagül…

Ella asintió dándole una sonrisa pequeña aceptando su elogio.

—Nadia… —Saravi interrumpió en disimulo al ver que el hombre aún no soltaba su mano ni dejaba de mirarla—. Ella es Eysan, la hermana de Amin.

Soltando su mano con diplomacia, Nadia se giró hacia una chica sonriente y asintió.

—Un gusto mi lady…

—El gusto es mío —respondió la jovencilla invitándola a que se sentara junto a ella—. Cuando la reina nos habló sobre usted, se quedó corta con su belleza.

Ella sonrió de nuevo y luego se giró hacia Saravi.

—Mi majestad me aprecia mucho, pero a veces exagera…

—Si soy sincero, y con el permiso de la reina, creo más bien que se ha quedado corta —Amin intervino haciendo que tanto su hermana como Nadia, lo miraran un poco perplejas.

Pero a diferencia de las damas, Saravi estaba sonriente por la situación. Podía ver de forma directa como el hombre estaba embelesado por ella.

—Estoy de acuerdo con usted. Nadia es preciosa, solo que ella es modesta.

Saravi tomó la mano de Nadia y luego la miró fijo.

—Amin estará acompañándonos muy seguido en el palacio. Las funciones de Fais pasarán a él la semana que viene. Por lo tanto, él será nombrado vizconde en un par de días.

Nadia abrió los ojos un poco confusos, ninguna persona era apta o remplazaba las funciones del vizconde Fais porque sí, y girando la cabeza hacia ese hombre nuevo, supo que debía ser alguien de plena confianza como para que alguien se atreviera incluso a suplantar su puesto.

En ese mismo momento y escuchando la continuidad de la conversación, que se comenzó a desarrollar en el salón, se preguntó qué había pasado con Fais para que dejara su puesto tan apresuradamente, y aunque sabía que este sería un día largo, no quería esperar el momento para que Saravi le comentara sobre la situación.

Después de varios tés, algunos pasabocas, y más galantería de parte del hombre que no perdía el tiempo en hacerle halagos, por fin vio que la reina se levantó para despedirse e invitar nuevamente a Amin Atagül, a que comenzara sus funciones lo más pronto posible.

La despedida fue algo larga, y después de varios intentos fallidos, por fin estaban cerca del carruaje con más guardias de los que había visto en principio, para dirigirlas al centro de Angkor.

—Iré lo más pronto posible al palacio, arreglaré algunas cosas que faltan y buscaré instalarme cerca de ustedes —Nadia escuchó que el hombre le dijo a la reina e inmediatamente ella respondió.

—Mientras se instala debe tener la plena confianza de ser huésped en nuestro palacio, el rey estaría muy agradecido, porque hay mucho trabajo acumulado.

Ella vio que la sonrisa de Amin se ensanchó más observándola, y no pudo evitar devolverle el gesto con educación asintiendo con la cabeza. Y cuando estuvo a punto de entrar al carruaje después de Saravi, esa mano tomó la suya ayudándola a subir.

—Espero verla pronto, mi lady…

Las puertas fueron cerradas y Nadia comenzó a perder su imagen, donde el hombre estaba de pie, despidiéndose con la mano, y su hermana al lado.

No supo por qué, pero cierto alivió la envolvió y prontamente centró su mirada en Saravi, teniendo una única pregunta ahora en su cabeza.

—¿Cómo es que suplantará el puesto del vizconde Fais?

El rostro de la reina se apagó un poco para luego soltar un suspiro.

—Kalil está algo preocupado por él. No quiere que viaje más, ni que trabaje… sé que esto es duro para Fais, pero es por su salud.

—¿Él ya lo sabe? —Saravi asintió.

—Fue él mismo el que recomendó a Amin… Fais es inteligente, Nadia, sabe que no tiene las mismas fuerzas y ya estaba preparando a alguien de confianza. Por supuesto no ocupará su puesto en la parte íntima de la familia. El rey instaló a Fais en una parte privilegiada del palacio para que pudiera seguir haciendo sus cosas desde allí, tampoco lo va a cerciorar de que haga lo que a él más le gusta. Pero al menos controlará su salud y su tranquilidad.

Nadia miró por la ventana pensativa:

—Lo entiendo…

—Hemos hecho esta parada porque Kalil tuvo un asunto con Kader de último momento, no era nuestro asunto estar aquí… —continuó Saravi—. Entonces me ofrecí a atenderlo yo misma.

—Son buenas personas —agregó Nadia en forma de apoyo.

—Lo son. Confiamos en el ojo de Fais.

Por un momento Nadia se quedó mirando con el ceño fruncido aun teniendo dudas.

—¿Qué pasa? —preguntó la reina.

—¿No son muy jóvenes para tener relaciones con el vizconde?

—Es bueno que lo notes —respondió Saravi sonriente, pero al instante su sonrisa se borró como si hubiese recordado algo malo—. La relación era más cercana con sus padres, pero ellos fueron asesinados en el tiempo de los rebeldes…

Nadia llevó una mano a su boca un poco perpleja.

—Es una pena… ella es muy chica aun…

—Amin debe rondar los 27 o 28 años, creo que iguala a la edad de Kader, solo que le veo mucho más maduro. Y Eysan debe tener tu misma edad —informó la reina haciendo que Nadia volviera a sorprenderse.

—Pensé que era más joven… tiene un rostro muy angelical…

—Lo sé —Saravi soltó la risa.

Sin embargo, su gracia no fue contagiada hacia Nadia, ya que conectando todos los puntos y sabiendo que irían muy seguido al palacio, sería una chica más a la vista del príncipe, y Eysan era lo suficientemente hermosa para llamar su atención.

Y por supuesto de una posición perfecta para ser mirada con orgullo.

Después de ese pensamiento, una seguidilla de sucesos ocurrieron en su mente mientras llegaron al centro de Angkor. Entraron a algunas casonas renombradas de alta costura, y Nadia no pudo evitar aburrirse, porque sabía que estar al lado de la reina era estar preparada para enormes protocolos y a largos momentos de espera, reverencias, largos halagos y un sinfín de presentes que la gente no podía evitar dar a la corona.

No supo si lo más reconfortante del día, fue saber que casi cayendo el sol la reina fue informada de que el rey y el príncipe se irían en unas horas después, y pedían a Saravi, ir en el carruaje escoltado por otros cinco más, con guardas para el resguardo y seguridad de la misma. Pero el hueco en su pecho, y ese desánimo que se instaló de ella, la hicieron comenzar a preocuparse por el rumbo que estaba llevando su pensamiento.

Durante todo el trayecto el rostro sonriente de Saravi le obligó a disfrazar una sonrisa. Ella estaba contándole los detalles del baile y del número de invitados tan elevado que llevaba, y que por supuesto ella no conocía. La parte más relajante fue cuando hablaron de los niños, pero finalmente al ser anunciadas que estaban entrando al palacio, un suspiro salió de su boca, comprimiendo sus ojos con evidente alivio.

—Te mandaré llamar para la cena… descansa y…

—No quiero cenar, no quiero salir de mi habitación —interrumpió Nadia tomando las manos de la reina—. Estoy algo cansada.

Saravi arrugó el ceño mirándola inquisitivamente.

—¿Estás segura? ¿Pasa algo?

Nadia negó.

—¿Kader volvió a hacer algo? —su pregunta fue fría, y esto le aseguró a Nadia de que no podía volver a hablar con Saravi sobre sus malos ratos con el príncipe, porque terminaría odiándolo y ella no quería que eso sucediera más.

—No, —Nadia respondió firme alzando su cabeza—. Solo estoy cansada, y si usted me lo permite, quiero tener el permiso de no asistir a la cena…

La reina contrajo su rostro, un poco dolida por sus palabras.

—Nadia, no quiero que lo veas de esa forma… ¿Acaso te sientes presionada por mí?

Ella luchó por no soltar cualquier incomodidad, y viendo un poco de dolor en los ojos de la reina prefirió mantenerse al margen.

—No pasa nada de eso. Solo estoy cansada —y después de que vio asentir a la reina preocupada, se soltó de sus manos y comenzó a caminar directo a su habitación.

 *

Colocándose los botones en sus muñecas, y sintiendo como una dama la asomaba su chaqueta, Kader observó un enorme reloj que había en un pasillo, y se apresuró al saber que ya la cena había comenzado.

Estaba sonriendo al recordar todo lo que tuvo que inventar para mantener a Kalil atento a sus quehaceres improvisados en último momento. Pero se aplaudía así mismo porque a últimas instancias consiguieron varios contratos por precios muy bajos, para la construcción de túneles subterráneos, que comenzarían a ser elaborados en unas semanas. Esto tenía más ventajas de lo que se veía, como por ejemplo llevar y traer cargas de materiales hacia sus países vecinos, sin tener que utilizar las carreteras.

No pudo evitar volver a ver esa sonrisa orgullosa de su hermano, y las palabras de lo increíble que era por conseguir este tipo de cosas para su nación.

Estaba un tanto ansioso. De venida hacia el palacio el rey le había informado que, por el bien de Fais, había un hombre que literalmente suplantaría su lugar, y hoy en la cena junto con el mismo vizconde, soltarían temas antes de la llegada del hombre que aún desconocía. Tal vez Fais les daría datos, y algunas cosas que debería de saber, ya que él también tendría que codearse de ahora en adelante con esta persona.

A veces le fastidiaban estos cambios; conocer personas, y entablar relaciones no era lo suyo, pero eran gajes del oficio al que estaba obligado en todo el sentido de la palabra.

Y por supuesto, aunque sea para molestar su presencia, quería ver ese rostro como dosis ininterrumpida.

No obstante, en cuanto llegó al gran comedor y vio la mesa larga, un golpe de decepción se instaló en su estómago.

Todos en la mesa, con su comida a medio camino, le dieron la bienvenida.

Su madre, Kalil y Saravi, su hermana, y su esposo Basim le sonrieron, y luego tocando su hombro vio en como Fais se detenía en una conversación que estaba en su pleno apogeo.

Los niños por supuesto no estaban presentes. Entonces incomodándose en el puesto y viendo que todos retomaron la conversación, le hizo una seña a la dama que estaba de pie en la columna, esperando para retirar cualquier plato. La mujer parpadeó un poco antes de entrar en razón de que el príncipe la estaba llamando, y mirando hacia todas partes, se apresuró para de forma sigilosa llegar hasta su lugar.

—¿Quiere que le traiga otra cosa mi señor? —Kader negó rápido.

—¿Dónde está Nadia? —La mujer se retiró un poco de su distancia para mirarlo confundida, y luego miró hacia la mesa larga.

—Creo que no vendrá…

Los ojos del príncipe se torcieron mientras que la irritación se apoderó de él.

—¿En serio? Nunca pude haberlo imaginado, sino me hubiese iluminado. ¡Por supuesto que no vendrá, porque no está aquí!, no es eso lo que le he preguntado, ¿Dónde está? ¿Y cuál es el motivo de no asistir a la cena?

La mujer titubeó muy nerviosa, pero luego supo que todos se habían dado cuenta de que algo no estaba bien desde su esquina, porque un silenció se impregnó en el ambiente.

Sintiendo la mirada de todos, hizo un ademán a la dama para que se retirara de inmediato.

—Le estaba diciendo que, mi comida está fría…

Kalil hizo un gesto de confusión, y antes de que la situación se saliera de control Kader se puso de pie.

—Creo que se me ha quitado el hambre… pueden continuar sin mí.

—Kader… —escuchó la voz de su hermano y se frenó por unos segundos—. Fais está dando información sobre, Amin Atagül, y tú debes estar presente porque trabajarás de su mano.

El príncipe dio una media vuelta y fijo su mirada en el viejo vizconde.

—Fais… ¿Puedo buscarte mañana en la mañana? Me duele la cabeza.

—Por supuesto majestad, descanse.

Después de eso, le dio una última mirada a los ojos enojados de Kalil, y sin más se retiró directo a su destino, escuchando casi imperceptiblemente como su hermana Hanna pronunció:

—Su comida está caliente…

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