El segundo partido lo gané a una galesa muy alta, simpática y que me regaló el peluche de un osito antes del partido. -Te admiro, Katherine-, me dijo en un español muy elegante. -Ay, eres muy dulce-, le dije emocionada, aunque fastidiada porque yo no tenía nada que regalarle para agradecerle el gesto. Ella jugaba muy bien y aprovechaba sus grandes brazos. Parecían molinos y lanzaba unos pelotazos muy fuertes que me obligaba a hacer un máximo esfuerzo para responder sus remates. Además, gracias a sus largos brazos podía responder a mis raquetazos. Pude ganarle el primer set 6-4, aunque teniendo muchos problemas, extendiendo el parcial por más de una hora. -Esa chica es una gigante-, me senté en a silla exhalando fuego de mis narices. -Lo que pasa es que tú crees que todas te van a jugar igual, piensas que todos los partidos son idénticos-, me reclamó Gina. Heather me secó el sudor que perlaba mi cara. -Yo trato de hacer mi propio partido-, le repliqué. -Es que tú eres confor
Rabadzhieva me embistió tanto o más que el camello durante la visita que hicimos a las pirámides. Estuvo impetuosa, atacado mis flancos y tratando de evitar mis raquetazos. Para ello, Strashimira lanzaba globos o pelotas bobas, de manera que yo no podía responder con fuerza. Así pudo controlar mi vehemencia y por el contrario ella contestaba mis envíos con dinamitazos, logrando sumar muchos puntos. Para contrarrestarla debía recuperar el servicio, pero mi rival era muy hábil y astuta y se las ingeniaba para estar siempre al ataque y adelante en el marcador. Ella logró ganar el primer set en un partido duro, áspero y de mucha fuerza, por 6-4. -Ya te conoce, sabe de qué pie cojeas-, estaba molesta Heather. -Debes jugarle de poder a poder, no queda otra-, refunfuñó Ashley. -Trata de ser más incisiva que ella. Dóblala en fuerza-, me sugirió convencida Maggi. Pero Rabadzhieva estaba decidida a ganar sí o sí el partido y resultó mucho más respondona de lo que yo esperaba. Me complic
La final fue ante la turca Meliha Aydemir, la sensación del evento, y quien era la estrella de los torneos europeos. Entramos iguales a la cancha y como era obvio todo el público estaba a favor de ella. Le tributaron una cerrada ovación que ella agradeció con el brazo alto, sonriente y la mirada fulgurando. -Es muy bonita-, me dijo admirada Gina. -Y juega muy bien-, subrayó Maggi mientras me ayudaba a sacarme el buzo, con todos los avisajes tantos que me habían convertido en un gran cartel publicitario. Tenía sponsor hasta las sentaderas, je je je. Ella empezó muy impetuosa el partido, golpeando mis costados y tratando de explotar su volea que era mortífera y precisa. Junté los dientes y me di cuenta que debía esforzarme mucho para lograr vencerla. El partido se hizo, entonces, de punto a punto, muy peleado, con mucha adrenalina, porque los pelotazos iban y venían, con mucho vértigo. Las dos no nos dábamos tregua y los raquetazos atronaban en el estadio, retumbando como cañon
Meliha estaba más acostumbrada y adaptada al fortísimo calor y logró recuperar el paso. Se puso adelante 3-0 y otra vez el público deliraba, vivaba su nombre, se alegraba y explotaba en aplausos y vivas. También me insultaban y hostigaban cuando yo estaba en el servicio. Los jueces pedían silencio a los enardecidos aficionados, bastante sulfurados. -¡¡Ataca Katherine!!-, se molestó Ashley puesta de pie. Asentí con la cabeza y apreté el gatillo. Mis raquetazos empezaron a reventar en la cancha de Meliha, con furia, levantando enormes polvaredas de ladrillo, dejando boquiabierto al público, admirado y ciertamente estupefacto. -¡Cuánta potencia en esa mujer!-, dijo un periodista español, que estaba transmitiendo la final para el mundo entero, -Sus manos son bazucas-, dijo otro. -¡Is wonderful!-, gritó otro admirado. Me hice del partido, con mucho sufrimiento, por tie break, porque Meliha no se dio por vencida y porfió hasta el último punto. Terminé con el rostro completamente bañ
Gina era la más eufórica cuando llegamos a Roma. -¡¡¡Conocerán a mis padres!!!-, no dejaba de chillar, saltando y lanzando sus pelos al aire, apenas bajamos del avión. Mucha gente estaba apiñada detrás de las mamparas y me sorprendía que hubieran tantísimos periodistas. -La diva del tennis è arrivata per giocare gli Open di Roma-, decían frenéticos los reporteros, dándose empellones, hablando a gritos, pugnando por tomarme fotos y hacerme videos. Gina me había enseñado a decir algunas cosas en italiano. --Sono a Roma con la speranza di fare un bel torneo e di far divertire i tifosi, affinché si divertano tanto quanto me in campo-, dije y todos aplaudieron, dieron vivas, hurras y el que menos quería tomarse selfies conmigo. Creo estuve una hora anendiendo a los aficionados eufóricos, cuando Gina me jaló del brazo y me llevó a rastras hasta la salida. Allí se detuvo de golpe, estiró una larga sonrisa y gritó efusiva ¡mis padres! -È un piacere conoscerla, signorina, mia figlia mi
Jugué primero contra una griega, Ioanna Koutouxídou. Tenía un numeroso séquito que la rodeaban a cada instante. Una la peinaba, otra le quitaba el buzo, una más le alcanzaba la raqueta y una rubia le pasaba una toalla por la frente. También contaba con una nutrida barra de simpatizantes que no se cansaba de darle porras, con un bombo y vuvuzelas. -Un poco más y trae también al perrito-, le bromeé a Heather. Ella jaló mi codo. -Mira allá-, me señaló y en en un palco del estadio, estaba una señora madura que sostenía un perrito juguetón que no dejaba de mirar embelesado a la griega, moviéndole la cola y ladrándole afanoso. Allí estaba toda la familia de ella y no dejaban de aplaudirla y darle vivas. -Yo y mi bocota-, dije y nos abrazamos riéndonos con Heather. Ionna jugaba muy bien y tenía un excelente smash que doblaba mis manos. Su juego era preciso, calculador, incluso la vi muchas veces como si hiciera cuentas con sus dedos, sumando, restando, dividiendo, multiplicando y hasta
Rabadzhieva me embistió tanto o más que el camello durante la visita que hicimos a las pirámides. Estuvo impetuosa, atacado mis flancos y tratando de evitar mis raquetazos. Para ello, Strashimira lanzaba globos o pelotas bobas, de manera que yo no podía responder con fuerza. Así pudo controlar mi vehemencia y por el contrario ella contestaba mis envíos con dinamitazos, logrando sumar muchos puntos. Para contrarrestarla debía recuperar el servicio, pero mi rival era muy hábil y astuta y se las ingeniaba para estar siempre al ataque y adelante en el marcador. Ella logró ganar el primer set en un partido duro, áspero y de mucha fuerza, por 6-4. -Ya te conoce, sabe de qué pie cojeas-, estaba molesta Heather. -Debes jugarle de poder a poder, no queda otra-, refunfuñó Ashley. -Trata de ser más incisiva que ella. Dóblala en fuerza-, me sugirió convencida Maggi. Pero Rabadzhieva estaba decidida a ganar sí o sí el partido y resultó mucho más respondona de lo que yo esperaba. Me complic
No era fácil descansar en la finca de los Ferreti. En total había nueve pequeñines que iban y venían por la casa, se peleaban, reían, gritaban, daban tumbos y tiraban jarrones y platos. Los perros ladraban mucho persiguiendo a los chiquitines y el papá de Gina se alucinaba un gran inventor. Hacía carros de madera que no se movían, cocinas de tablas y carbón que no encendían y el hermano piloto de carros de carrera, contaba hasta con tres automóviles que gustaba oírlos rugir, afinándolos a toda hora, atronando la casa entera. -Espero no te incomode mucho la bulla-, me decía riéndose Gina. Ella y Maggi se entretenían jugando tenis en la cancha que estaba al lado de la piscina y se la pasaban mucho tiempo dándose raquetazos. Ashley y Heather también disfrutaban de la finca, correteando a los perros, ayudando a la mamá de Gina en la cocina, lavando ropa o simplemente cuchicheando en el porche hasta muy noche. La única que estaba aburrida era yo. De remate Marcial paraba siempre ocu