Capítulo 57

¡Qué felicidad! Estaba radiante, iluminada, no podía despintar la sonrisa de mis labios y me sentía en las nubes, rodeada de estrellas y luceros, haciendo tobogán en el arco iris. Marcial iba todas las mañanas a mi casa a tomar desayuno y luego nos íbamos juntos, en su auto, a entrenar al club.

Yo le hacía bistec con papas fritas o lomo saltado o compraba tamales o picarones o lo que fuera, je, tan solo para halagarlo, le servía café con leche y compraba los panes más crocantes que habían en la panadería.

-Eres una ama de casa muy festiva-, reía él, degustando los desayunos que le alistaba. Luego nos besábamos con encono, engolosinados, disfrutando de nuestro profundo y delirante amor.

Me ponía siempre hermosa para él. Mis pelos desordenados, minifaldas jean, botines vaqueros, blusas pegaditas, me pintaba las uñas y lucía la mejor de mis sonrisas que tanto le encantaban a él. Me miraba y admiraba a cada momento.

-¿Cómo es posible que una mujer tan linda haya estado tanto tiempo
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