Durante el torneo de Toronto, Marcial me llamó religiosamente todos los días, cuatro veces al día, después de cada juego, al levantarme y al dormirme y cuando estaba en reuniones con los ingenieros que estaban encargados de la ampliación del club y la construcción del estadio, me mandaba emojis y audios de sus besos. Eso me hacía patalear enfervorizada, gritar como loca y sentirme en las nubes, dando vueltas como consumada bailarina de ballet. Le conté un chiste, incluso: -¿sabes cómo suena el tambor en Toronto?-, le pregunté arrugando, coqueta, mi naricita, en una nuestras tantísimas video conferencias. Él intentó muchas respuestas sin éxito. -Toronto ton, Toronto ton, Toronto ton ja ja ja-, estalle en carcajadas y él solo se contagió de mis risotadas. El torneo fue muy reñido, complicado y muy emocionante. En el certamen estuvo Hannah Carter que era la gran favorita para adjudicarse el primer puesto pero fue eliminada por la japonesa Yuko Kiruma en un dramático partido de t
El primer partido le gané a una australiana que se pasó todo el partido provocándome, gritándome cosas, mirándome feo y haciéndome gestos con sus puños. El público estaba con ella, la aplaudían, la vivaban porque era atrevida y muy latosa. Eso me enardeció mucho y ya saben que cuando me molesto soy peor que un iracundo monstruo ja ja ja. La ametrallé con dinamitazos de todo calibre y logré ganarle por 6-4 y 6-2. Ni la besé al final del partido. Alcé mi naricita y me despedí de los jueces con una venia. -Eres bien malcriada, perra-, me dijo ella, entones, en español, pero no le hice caso, me fui haciendo eles con mis manos, meneando la minifalda y mi cabecita alzada, sacudiendo mis largos pelos hechos en cola. Luego tuve que esforzarme mucho para superar a una coreana tan ágil que parecía estar hecha en alambre. No sé cómo hacía para alcanzar las pelotas más lejanas. Se lanzaba como si lo hiciera a una piscina y rechazaba los pelotazos con exactitud y tan presta como caía, ya estaba
Los cuartos de final le gané a una checa por 6-0 y 6-0, ofreciendo mi mejor juego, tanto que el público, puesto de pie, me brindó una efusiva ovación. Conmovida y agradecida, alcé los brazos y con una larga sonrisa en mis labios empecé a menear las caderas con tanta cadencia que desató aún más euforia. En las semifinales vencí a una canadiense en un partido muy reñido, electrizante y que se definió en tie break. -Ya estás en el top cien del ranking mundial-, me dijo, en el desayuno Ashley, revisando su tablet. Ni escuché lo que me decía, porque estaba entretenida besando a Marcial y diciéndole que lo amaba mucho. -Con estos triunfos vas al cuadro principal de Wimbledon-, también brincaba entusiasmada Heather. Ella estaba en una tanga microscópica porque había estado bañándose en Copacabana. Su mamá estaba furiosa. -¿No podías usar al menos, un pareo?-, refunfuñaba Ashley, haciendo chirriar los dientes. -Ay mamá, hay tangas más pequeñas en todas las playas de Brasil-, reía ella.
Estuvimos dos días en Río de Janeiro. Ashley y Heather ya habían regresado a Lima. Estuvimos en Ipanema y Copacabana, nos tomamos selfies en el estadio Maracaná, frente al Pão de Açúcar y el Cristo del Corcovado, también fuimos a bailar samba y nos paseamos por el famoso sambódromo. Fue como una luna de miel. Yo estaba encantada y maravillada, como inmersa en un sueño delicioso del que no quería despertar.Lo que no sabía Marcial es que le pegué a una chica que le hacía ojitos mientras bailábamos. Me le acerqué sigilosamente y e metí un codazo en las costillas que la dejó sin aire y debieron llevarla de emergencia al hospital. Yo me reía satisfecha. Los celos ya me hacían estragos y me volvían insensible, cruel y rabiosa, demasiado iracunda. Luego de retornar a Lima y reanudar mis entrenamientos, Milton me llamó a gritos. Ya me había bañado y me dirigía a almorzar. Corrí de prisa, sorprendida y boquiabierta ante sus gritos destemplados. -Está hablando Ruth Evand-, me dijo. Yo est
Gonzalo me esperaba en la puerta de mi casa. Estaba malhumorado, tenía la cara ajada, los ojos inyectados de furia, refunfuñaba y mascullaba. Lanzaba, incluso, puñetazos al aire y chasqueaba la boca una y otra vez. -Te llamé muchas veces y no has respondido a mis mensajes-, me recriminó muy enojado, después que me dio un beso en la mejilla. Él estaba pintado de cólera, apretaba los puños constantemente y balbuceaba cosas. -Lo nuestro fue un error, Gonzalo, ya terminó-, le dije, tratando de mantenerme serena, con un aire de indiferencia para no ahondar la crisis, haciéndolo luego pasar a mi sala. -Yo te amo y mucho, Katty-, insistió él mortificado, igual si hubiera recibido un bofetón en plena cara. -Quedamos que lo nuestro era solo un juego-, le aclaré resoluta. Yo no iba a arriesgar mi relación con Marcial por una aventurilla con Gonzalo a quien solo veía como un amigo de juegos. Pensé que era el momento ideal para poner fin a todo. -Es verdad que era un juego pero yo me enamoré
Marcial organizó el torneo femenino de tenis Ciudad de Lima y que me serviría de preparación para Wimbledon. Fue un torneo rápido de tres fechas. En la primera jornada le gané, con mucha dificultad, a Giuliana Collins, 6-4 y 6-4. Ella seguía mejorando a pasos agigantados, se hacía más vehemente en su juego, sumamente concisa en sus voleas y su drive se tornó muy efectivo y contundente. Me dio muchísima pelea. Luego tuve que vencer a Luz Fellman 6-3 y 7-5 en tie break porque ella también me complicó muchísimo con sus voleas y globos que me sorprendían a cada momento. Ashley estaba muy molesta con mi bajo rendimiento. -No estas concentrada, no estás disfrutando los juegos, estas perdida en la cancha-, me recriminaba en forma constante, por mis fallos, sobre todo en las definiciones. En la final jugué con Magdalena Blokhin. Ella me conocía bien, sabía de mis defectos y virtudes porque yo se las había contado, je. Y las explotó al máximo tratando de ganarme. Maggi aprovechó que yo dej
No quería hablar con nadie. Me escondí metida entre mis hombros y me hacía la dormida en el vuelo . Ashley se incomodó. -¿Qué pasa, Katty? A mí no me engañas-, me dijo de frente. Pensaba en la chica que estaba con Marcial. Ciertamente que había una relación sentimental entre ellos porque la mujer estaba no solo feliz dejando que él la acaricie, sino que estaba encantada en el regazo de Marcial, disfrutando de sus caricias, de sentirlo junto a ella, ciertamente obnubilada, porque estaba indiferente a todo. Y me reía quizás sabiéndose dueña de su corazón, marcando su territorio y diciendo, en su mirada distendida que yo había perdido esa batalla, que el corazón de Marcial le pertenecía a ella, que yo nunca podría ocupar su lugar. Eso sentía. -¿Quién es Rebeca?-, le pregunté, entonces, sin mirarle a los ojos a Ashley. -¿Rebeca? No sé ¿Cuál Rebeca? ¿la hija de Milton?-, estiró Ashley una sonrisita entre desconcertada y también indiferente. -Sí, la hija de Milton-, recordé que es
Me sentía muy mal, desalentada, sin ánimo, decepcionada conmigo misma, estaba apagada y sin ganas para nada. El torneo ya había empezado con los partidos eliminatorios. Yo ya estaba clasificada para el cuadro principal pero, en realidad no me interesaba nada. Después de entrenar por la mañana, Ashley y Heather fueron a verlos partidos y yo me quedé en el hotel. Luego de deambular un rato por los pasadizos y la terraza, decidí almorzar y bajé al comedor. Habían muchos turistas. Me miraban sorprendidos. -¿No es Tecelao?-, se preguntaban unos a otros señalándome, mirándome y admirándome. Pedí fish and chips y un pastel pastor. -Hola Katherine-, me saludó alguien en un difícil español. Me alcé sorprendida. Era Gina Ferreti, la tenista italiana, también iba a competir en Wimbledon. Vestía leggins y una polera gris. Tenia los pelos alborotados y la carita deliciosa. Jaló una silla y se sentó junto a mi mesa, de repente. Pidió lo mismo que yo. -¿Cuándo llegaste?-, apreté los dientes