No quería hablar con nadie. Me escondí metida entre mis hombros y me hacía la dormida en el vuelo . Ashley se incomodó. -¿Qué pasa, Katty? A mí no me engañas-, me dijo de frente. Pensaba en la chica que estaba con Marcial. Ciertamente que había una relación sentimental entre ellos porque la mujer estaba no solo feliz dejando que él la acaricie, sino que estaba encantada en el regazo de Marcial, disfrutando de sus caricias, de sentirlo junto a ella, ciertamente obnubilada, porque estaba indiferente a todo. Y me reía quizás sabiéndose dueña de su corazón, marcando su territorio y diciendo, en su mirada distendida que yo había perdido esa batalla, que el corazón de Marcial le pertenecía a ella, que yo nunca podría ocupar su lugar. Eso sentía. -¿Quién es Rebeca?-, le pregunté, entonces, sin mirarle a los ojos a Ashley. -¿Rebeca? No sé ¿Cuál Rebeca? ¿la hija de Milton?-, estiró Ashley una sonrisita entre desconcertada y también indiferente. -Sí, la hija de Milton-, recordé que es
Me sentía muy mal, desalentada, sin ánimo, decepcionada conmigo misma, estaba apagada y sin ganas para nada. El torneo ya había empezado con los partidos eliminatorios. Yo ya estaba clasificada para el cuadro principal pero, en realidad no me interesaba nada. Después de entrenar por la mañana, Ashley y Heather fueron a verlos partidos y yo me quedé en el hotel. Luego de deambular un rato por los pasadizos y la terraza, decidí almorzar y bajé al comedor. Habían muchos turistas. Me miraban sorprendidos. -¿No es Tecelao?-, se preguntaban unos a otros señalándome, mirándome y admirándome. Pedí fish and chips y un pastel pastor. -Hola Katherine-, me saludó alguien en un difícil español. Me alcé sorprendida. Era Gina Ferreti, la tenista italiana, también iba a competir en Wimbledon. Vestía leggins y una polera gris. Tenia los pelos alborotados y la carita deliciosa. Jaló una silla y se sentó junto a mi mesa, de repente. Pidió lo mismo que yo. -¿Cuándo llegaste?-, apreté los dientes
Fue entonces que el hotel se alborotó. El hall se transformó en una intensa vocinglería y corrieron asustadas y presurosas las azafatas a la puerta. -¿Un temblor?-, pregunté sorprendida por el intenso griterío, -En Londres no hay temblores-, estaba Gina demasiado irónica conmigo. Me alcé a ver y era ni más ni menos que Ruth Evand. Había llegado al hotel. Cientos de periodistas la rodeaban, le tomaban fotos, le hacían videos, la ametrallaban a preguntas. Con Gina nos acercamos a escucharla, aunque a una distancia discreta. Como yo no entiendo inglés, Gina me fue traduciendo. -Dice que ha venido a defender sus cuatro títulos consecutivos del Wimbledon, que es la mejor tenista del mundo, que no ve a nadie que pudiera ganarle y que el penta campeonato lo celebrará con una gran fiesta, sus auspiciadores le han ofrecido millones de dólares si consigue la quinta corona consecutiva en Wimbledon-, me fue diciendo ella. Arrugué mi naricita. -Se tiene mucha confianza-, crucé también los
Después de ducharme fui a la conferencia de prensa con Ashley y Heather para que me tradujeran las pregunta de los reporteros. Strashimira Rabadzhieva no fue a la reunión con los periodistas. -Es recién un primer paso en el Grand Slam, un triunfo difícil, bastante complicado ante una rival exigente-, les dije a todos. Uno de los cronistas afirmó, mostrando su tablet, que uno de mis raquetazos había alcanzando la velocidad de 403 kilómetros por hora. -¡¡¡Eso es una barbaridad!!!-, dijo en su idioma. -No juego para romper récords, lo hago para tratar de ganar-, dije juntando los dientes. -¿Por qué baila tanto?-, preguntó un español. -Me divierto. El tenis lo siento en el corazón, el alma, en todo mi ser. El primer set estuve muy entumecida y al soltarme, pude hacer mi juego y hacer lo que quiero: divertirme-, no mentí en absoluto. Me tomaron muchísimas fotos. Posé junto a Heather y Ashley, juntando nuestras mejillas y nos divertimos mucho en medio de las risotadas de los periodis
Las tribunas estaban repletas cuando entré a la cancha para enfrentar a la galesa Nancy Harrigan. Los hinchas me aplaudían, gritaban puestos de pie, me tomaban fotos y yo les reía, campaneando mi faldita y eso desataba aún más euforia. Los reporteros gráficos tomaban fotos de mis meneos y la manera que les juntaba los dientes, lanzaba mis pelos y alzaba mis hombros sensual y coqueta. --The queen of Wimbledon exuding glamor and coquetry, ladies and gentlemen-, decían. Me arrepentía, a gritos, no haber estudiado inglés porque quería entender qué es lo que proclamaban en los parlantes. Harrigan me miraba con la cara ajada, el rostro adusto y se había hecho un delicioso moño con su pelo rubio. Parecía una muñequita. Era muy alta, de largos brazos, delgada y lucía un uniforme destellante. Parecía una amazona. Yo estaba obligada a ganar, como sea. Ashley me había pedido que me pongas otras zapatillas para afianzarme a la cancha de juego, pero me opuse en forma terminante. -Son de mi am
Después que me cambié fui a ver el partido de Gina Ferreti contra la china Lang Xia. Me sentí junto a otras tenistas de la competición, todas ellas latinas, que no dejaban de reírse, hacer bromas, empujarse, jalarse los pelos y hablar de hombres. -Ay, Majors es un rorro-, escuché a una chica que parecía ser mexicana. -Es delicioso, me gusta ese hombre-, dijo otra juntando los dientes. -Yo estuve con Andrezj, salí varias noches con ese pibe y cuando fuimos a la cama su raqueta era de ping pong ¿viste?-, señaló otra haciendo reír a las tenistas en carcajadas. -A mí me gusta Marcial Boniek-, señaló otra. Ufffffffffff por qué dijo eso. Me encrespé, me puse roja como un tomate y la furia de los celos inyectó mis ojos. Me volví iracunda pero las chicas esas ni me vieron, siguieron hablando, riéndose y empujándose. ¡¡¡Mis celos otra vez me traicionaban!!! Estuve a punto de agarrarme a trompadas con ella, por gusto. Agaché la cabeza mortificada de mí misma. Le mandé un mensaje d
Magdalena entró a los vestidores con las nuevas zapatillas que me había traído para el Grand Slam. -Esta vez no vas a resbalar, Katty, le hemos puesto unas ranuras que te permitirán aferrarte muy bien a la cancha-, me fue explicando ella entusiasta y eufórica. Yo, sin embargo, pensaba en Marcial, sus besos, sus caricias y tenía mi cuerpo aún encendido en llamas. Apenas nos despertamos, luego de una velada de intensa pasión, volvimos a hundirnos debajo de las sábanos entre muchos miles de arrumacos y más besos, incluso lo repetimos en la ducha. Yo estaba demasiado frenética a su lado. Ashley se molestó. -Si no estás en tus cabales, no vas a ganar el partido-, me reclamó. Heather me ayudó a peinarme, ponerme la visera, las muñequeras y las medias. Las zapatillas me quedaron como guantes. -Son más cómodas-, me admiré. Magdalena reía de oreja a oreja. -Mi papá los acolchonó para que el telón se sienta libre y se arquee bien-, decía ella muy entusiasmada. Yo daba pasitos de ballet s
Como no tenía partido al día siguiente, Marcial me llevó de paseo por el río Támesis, en un crucero que hizo un tour por sus aguas. Fue mágico y romántico, viendo todos los atractivos turísticos de Londres, la ciudad, sus casas palaciegas, sus edificios modernos y sus museos, sus puentes y torres. Nos tomamos más de un millón de selfies, je je je. Luego fuimos a cenar cerca de la galería Whitechapel. Pedimos roast beef y baked beans. Deliciosos, aunque yo estaba más acaramelada viendo los ojos de Marcial., Él reía, me hablaba de muchas cosas, del club, de los trabajos del nuevo estadio, de los triunfos de Rebeca en el surf, de que abriría una academia de tenis y que solo jugaría a nivel aficionado, sin embargo yo me deleitaba con su sonrisa, su mirada, su barbita incipiente, su pelo alborotado y los vellos que emergían en su camisa desabrochada. Golpeaba mis rodillas recordando sus besos y caricias y pensaba en todos esos encantos tan masculinos que me despeinaban y me derretían co