Estuvimos dos días en Río de Janeiro. Ashley y Heather ya habían regresado a Lima. Estuvimos en Ipanema y Copacabana, nos tomamos selfies en el estadio Maracaná, frente al Pão de Açúcar y el Cristo del Corcovado, también fuimos a bailar samba y nos paseamos por el famoso sambódromo. Fue como una luna de miel. Yo estaba encantada y maravillada, como inmersa en un sueño delicioso del que no quería despertar.Lo que no sabía Marcial es que le pegué a una chica que le hacía ojitos mientras bailábamos. Me le acerqué sigilosamente y e metí un codazo en las costillas que la dejó sin aire y debieron llevarla de emergencia al hospital. Yo me reía satisfecha. Los celos ya me hacían estragos y me volvían insensible, cruel y rabiosa, demasiado iracunda. Luego de retornar a Lima y reanudar mis entrenamientos, Milton me llamó a gritos. Ya me había bañado y me dirigía a almorzar. Corrí de prisa, sorprendida y boquiabierta ante sus gritos destemplados. -Está hablando Ruth Evand-, me dijo. Yo est
Gonzalo me esperaba en la puerta de mi casa. Estaba malhumorado, tenía la cara ajada, los ojos inyectados de furia, refunfuñaba y mascullaba. Lanzaba, incluso, puñetazos al aire y chasqueaba la boca una y otra vez. -Te llamé muchas veces y no has respondido a mis mensajes-, me recriminó muy enojado, después que me dio un beso en la mejilla. Él estaba pintado de cólera, apretaba los puños constantemente y balbuceaba cosas. -Lo nuestro fue un error, Gonzalo, ya terminó-, le dije, tratando de mantenerme serena, con un aire de indiferencia para no ahondar la crisis, haciéndolo luego pasar a mi sala. -Yo te amo y mucho, Katty-, insistió él mortificado, igual si hubiera recibido un bofetón en plena cara. -Quedamos que lo nuestro era solo un juego-, le aclaré resoluta. Yo no iba a arriesgar mi relación con Marcial por una aventurilla con Gonzalo a quien solo veía como un amigo de juegos. Pensé que era el momento ideal para poner fin a todo. -Es verdad que era un juego pero yo me enamoré
Marcial organizó el torneo femenino de tenis Ciudad de Lima y que me serviría de preparación para Wimbledon. Fue un torneo rápido de tres fechas. En la primera jornada le gané, con mucha dificultad, a Giuliana Collins, 6-4 y 6-4. Ella seguía mejorando a pasos agigantados, se hacía más vehemente en su juego, sumamente concisa en sus voleas y su drive se tornó muy efectivo y contundente. Me dio muchísima pelea. Luego tuve que vencer a Luz Fellman 6-3 y 7-5 en tie break porque ella también me complicó muchísimo con sus voleas y globos que me sorprendían a cada momento. Ashley estaba muy molesta con mi bajo rendimiento. -No estas concentrada, no estás disfrutando los juegos, estas perdida en la cancha-, me recriminaba en forma constante, por mis fallos, sobre todo en las definiciones. En la final jugué con Magdalena Blokhin. Ella me conocía bien, sabía de mis defectos y virtudes porque yo se las había contado, je. Y las explotó al máximo tratando de ganarme. Maggi aprovechó que yo dej
No quería hablar con nadie. Me escondí metida entre mis hombros y me hacía la dormida en el vuelo . Ashley se incomodó. -¿Qué pasa, Katty? A mí no me engañas-, me dijo de frente. Pensaba en la chica que estaba con Marcial. Ciertamente que había una relación sentimental entre ellos porque la mujer estaba no solo feliz dejando que él la acaricie, sino que estaba encantada en el regazo de Marcial, disfrutando de sus caricias, de sentirlo junto a ella, ciertamente obnubilada, porque estaba indiferente a todo. Y me reía quizás sabiéndose dueña de su corazón, marcando su territorio y diciendo, en su mirada distendida que yo había perdido esa batalla, que el corazón de Marcial le pertenecía a ella, que yo nunca podría ocupar su lugar. Eso sentía. -¿Quién es Rebeca?-, le pregunté, entonces, sin mirarle a los ojos a Ashley. -¿Rebeca? No sé ¿Cuál Rebeca? ¿la hija de Milton?-, estiró Ashley una sonrisita entre desconcertada y también indiferente. -Sí, la hija de Milton-, recordé que es
Me sentía muy mal, desalentada, sin ánimo, decepcionada conmigo misma, estaba apagada y sin ganas para nada. El torneo ya había empezado con los partidos eliminatorios. Yo ya estaba clasificada para el cuadro principal pero, en realidad no me interesaba nada. Después de entrenar por la mañana, Ashley y Heather fueron a verlos partidos y yo me quedé en el hotel. Luego de deambular un rato por los pasadizos y la terraza, decidí almorzar y bajé al comedor. Habían muchos turistas. Me miraban sorprendidos. -¿No es Tecelao?-, se preguntaban unos a otros señalándome, mirándome y admirándome. Pedí fish and chips y un pastel pastor. -Hola Katherine-, me saludó alguien en un difícil español. Me alcé sorprendida. Era Gina Ferreti, la tenista italiana, también iba a competir en Wimbledon. Vestía leggins y una polera gris. Tenia los pelos alborotados y la carita deliciosa. Jaló una silla y se sentó junto a mi mesa, de repente. Pidió lo mismo que yo. -¿Cuándo llegaste?-, apreté los dientes
Fue entonces que el hotel se alborotó. El hall se transformó en una intensa vocinglería y corrieron asustadas y presurosas las azafatas a la puerta. -¿Un temblor?-, pregunté sorprendida por el intenso griterío, -En Londres no hay temblores-, estaba Gina demasiado irónica conmigo. Me alcé a ver y era ni más ni menos que Ruth Evand. Había llegado al hotel. Cientos de periodistas la rodeaban, le tomaban fotos, le hacían videos, la ametrallaban a preguntas. Con Gina nos acercamos a escucharla, aunque a una distancia discreta. Como yo no entiendo inglés, Gina me fue traduciendo. -Dice que ha venido a defender sus cuatro títulos consecutivos del Wimbledon, que es la mejor tenista del mundo, que no ve a nadie que pudiera ganarle y que el penta campeonato lo celebrará con una gran fiesta, sus auspiciadores le han ofrecido millones de dólares si consigue la quinta corona consecutiva en Wimbledon-, me fue diciendo ella. Arrugué mi naricita. -Se tiene mucha confianza-, crucé también los
Después de ducharme fui a la conferencia de prensa con Ashley y Heather para que me tradujeran las pregunta de los reporteros. Strashimira Rabadzhieva no fue a la reunión con los periodistas. -Es recién un primer paso en el Grand Slam, un triunfo difícil, bastante complicado ante una rival exigente-, les dije a todos. Uno de los cronistas afirmó, mostrando su tablet, que uno de mis raquetazos había alcanzando la velocidad de 403 kilómetros por hora. -¡¡¡Eso es una barbaridad!!!-, dijo en su idioma. -No juego para romper récords, lo hago para tratar de ganar-, dije juntando los dientes. -¿Por qué baila tanto?-, preguntó un español. -Me divierto. El tenis lo siento en el corazón, el alma, en todo mi ser. El primer set estuve muy entumecida y al soltarme, pude hacer mi juego y hacer lo que quiero: divertirme-, no mentí en absoluto. Me tomaron muchísimas fotos. Posé junto a Heather y Ashley, juntando nuestras mejillas y nos divertimos mucho en medio de las risotadas de los periodis
Las tribunas estaban repletas cuando entré a la cancha para enfrentar a la galesa Nancy Harrigan. Los hinchas me aplaudían, gritaban puestos de pie, me tomaban fotos y yo les reía, campaneando mi faldita y eso desataba aún más euforia. Los reporteros gráficos tomaban fotos de mis meneos y la manera que les juntaba los dientes, lanzaba mis pelos y alzaba mis hombros sensual y coqueta. --The queen of Wimbledon exuding glamor and coquetry, ladies and gentlemen-, decían. Me arrepentía, a gritos, no haber estudiado inglés porque quería entender qué es lo que proclamaban en los parlantes. Harrigan me miraba con la cara ajada, el rostro adusto y se había hecho un delicioso moño con su pelo rubio. Parecía una muñequita. Era muy alta, de largos brazos, delgada y lucía un uniforme destellante. Parecía una amazona. Yo estaba obligada a ganar, como sea. Ashley me había pedido que me pongas otras zapatillas para afianzarme a la cancha de juego, pero me opuse en forma terminante. -Son de mi am